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Los empresarios y la paz
Cuatro de los líderes más representativos del sector privado destapan sus cartas sobre el proceso de paz con las FARC.
Desde hace ya varios meses la postura del empresariado colombiano sobre el proceso de paz con las FARC ha estado en el centro de las más intensas especulaciones. En el péndulo de la opinión pública que oscila entre el apoyo y las críticas, el sector privado colombiano no ha estado exento de esta disyuntiva. La supuesta salida del general Mora puso momentáneamente nerviosos a muchos en el sector privado, y el sangriento ataque de las FARC al Ejército en el Cauca, que dejó 12 soldados muertos fue un baldado de agua fría para muchos creyentes de la negociación. Pero más allá de los vientos huracanados de la coyuntura, que entusiasman o deprimen a la opinión según las noticias, los empresarios tienen temores y convicciones sobre el proceso que se vuelven muy relevantes debido a su papel a la hora de pasar la página de la violencia.
Para entender la visión de los empresarios, SEMANA conversó con cuatro de los más representativos de Colombia. José Alejandro Cortés, patriarca del Grupo Bolívar, y quizá el empresario vivo más admirado del país. David Bojanini, presidente del Grupo Sura, considerado el heredero de Nicanor Restrepo tras una larga trayectoria en el Grupo Empresarial Antioqueño. César Caicedo, presidente de Colombina, accionista del grupo Riopaila y promotor de importantes proyectos en el Valle del Cauca. Y el presidente de Promigás, Antonio Celia, un influyente líder empresarial de la costa Caribe quien, además de trabajar en el sector de la energía, encabeza muchas actividades sociales y filantrópicas. Todos empresarios de gran trayectoria y protagonistas de la realidad económica y política del país.
A diferencia de los demás países donde ha habido conflictos internos, Colombia es quizá el único país en el que hay una guerra interna con una economía emergente y una estructura empresarial sólida y pujante. Mientras en la Centroamérica de los ochenta el sector privado era pequeño y frágil, y en los conflictos africanos conviven con Estados fallidos, en Colombia subsisten guerrillas en la tercera economía de la región, donde una sola empresa tiene más empleados que la totalidad de las guerrillas de las FARC y el ELN con sus redes de apoyo. Esta realidad convierte a los empresarios en grandes protagonistas a la hora de entender la transición hacia el posconflicto y le confiere al sector privado una dimensión política clave a la hora de asumir su papel en la reconciliación del país.
Semana: ¿Cómo ven el proceso con las FARC después de lo ocurrido en el Cauca y de las últimas encuestas donde varios sectores de la opinión se muestran cada vez más escépticos frente a la firma de la paz?
Antonio Celia: Creemos en el proceso de paz. Lo hemos apoyado con total compromiso. Pero lo que pasó con el terrible ataque a los soldados lleva a replantear el tema de los términos. Los señores de las FARC tienen que hacer algo para devolverle la confianza a los colombianos, porque estos hechos lo que hacen es destruirla y en estos procesos de negociación la confianza es absolutamente esencial.
César Caicedo: Uno de los temas que veo con preocupación desde la perspectiva empresarial es el de las expectativas que se están formando alrededor de La Habana. Me refiero a que, con las mejores intenciones, han ido plasmando en unos documentos iniciativas muy interesantes y muy generales para combatir la pobreza o la falta de oportunidades en el campo, entre otros, pero ponerlo en el papel es muy fácil. Lo realmente difícil es cómo se puede convertir en realidad.
Semana: ¿Ustedes creen que en algún momento se ha debido romper el proceso?
A. C.: No. Nos ha tomado muchos años tratar de acercar las partes y construir la confianza que ya nos ha llevado bastante lejos. Ahora, me parece que hay que aprovechar la difícil coyuntura para que las FARC den muestras de que verdaderamente quieren hacer la paz en unos términos razonables.
Semana: ¿Son optimistas o pesimistas frente a una eventual firma de la paz en La Habana?
A. C.: A pesar de los altibajos, me parece que hay un gran entusiasmo del país por la paz, y a veces la gente piensa que la paz está a la vuelta de la esquina y eso no ayuda cuando estamos negociando con una gente como las FARC. No debemos desbordarnos en optimismo porque faltan muchas cosas importantes por resolver como la justicia y la participación en política.
C. C.: El proceso de paz va a traer unos beneficios enormes desde el punto de vista de la seguridad física -se supone que es uno de los grandes propósitos- pero esto tiene que ir acompañado de una seguridad jurídica, fiscal y laboral para la gente. Y esas son las bases que van a atraer la inversión.
A. C.: Hay que tener mucho cuidado con las versiones maximalistas de la paz. El acuerdo con las FARC no va a resolver los grandes problemas del país.
Semana: ¿Hablando de justicia, qué opinan acerca de que los guerrilleros no paguen cárcel?
José Alejandro Cortés: El tema de la cárcel es quizá el más delicado y ellos han dicho que no van a aceptar un solo día de cárcel. Yo personalmente creo que el encierro concebido como cuatro paredes con barrotes no es necesariamente la solución, pero sí se requiere un confinamiento para que esta gente se mantenga en un territorio controlable.
A. C.: Un tema fundamental es que acá no puede haber impunidad.
Semana: ¿Cómo ven el papel de los empresarios en el posconflcito?
A .C.: Los empresarios, y lo hemos hablado en muchos escenarios, estamos dispuestos a ayudar en lo que sea necesario para que este proceso con las FARC llegue a feliz término y participar de alguna manera en el posconflicto. Pero no lo tenemos tan claro todavía. Estamos hablando demasiado del posconflicto cuando todavía no hemos cerrado la negociación. No sabemos qué significa realmente esa etapa, cómo puede ser nuestra participación, hasta dónde podemos llegar y cuál es el papel de la empresa privada, entendiendo que estamos dispuestos a colaborar en todo lo que sea posible.
David Bojanini: En el país se ha puesto de moda el término posconflicto y nadie sabe bien qué es eso. A mucha gente le he escuchado que el posconflicto ya empezó hace rato, otros dicen que empezará cuando se firme un acuerdo de desmovilización. El hecho es que el país tiene que concentrarse en la construcción de la paz.
Semana: ¿Y para usted qué es la construcción de la paz?
D. B.: La construcción de la paz empieza con fortalecer la institucionalidad del país, un tema que a los empresarios nos ha preocupado muchísimo. El escándalo reciente de la Justicia no puede quedar en el olvido por hechos como el de los soldados masacrados. Me refiero en concreto a la situación de la Justicia. Si no tenemos un sistema judicial sólido, es muy difícil que el país tenga paz. Ahora hablamos de no aceptar impunidad y de justicia transicional pero si no tenemos justicia ordinaria menos vamos a tener justicia transicional.
J. A. C.: Uno tiene que contemplar desde ya que la paz no necesariamente llega el día en que se firme el acuerdo. Seguramente habrá violencia y de allí la importancia de la justicia. De tener una Justicia rápida y efectiva. Ese es quizá el gran reto del posconflicto.
Semana: ¿Ustedes creen, como dicen algunos críticos, que el gobierno puede llegar a negociar el modelo económico en La Habana? El gobierno ya lo ha negado enfáticamente.
J. A. C.: Yo creo que nuestros negociadores y el presidente son personas con buen criterio que no van a entregar el país. No conozco los detalles, pero sinceramente no creo que se esté entregando el país.
C. C.: Creo en el gobierno y en el equipo negociador, pero también tengo que decir que el diablo está en los detalles. Miren una cosa tan sencilla como las consultas previas, que nacieron en un inciso de la Constitución del 91 y han incidido enormemente en la inversión. Hay obras que toman más de cinco años y otras que no se han podido hacer por las consultas. Por eso insisto en cómo se van a implementar los acuerdos con las FARC. Ahí está el meollo del asunto.
A. C.: El presidente ha dicho que no se está negociando el modelo. A mí me dan una garantía plena los negociadores. Entre otras cosas, porque otro modelo no hay. Contra el capitalismo se han inventado toda clase de sistemas alternos, pero no han funcionado. Lo que hay es que perfeccionarlo y hacerlo más justo y participativo. En el capitalismo hay que tratar de cerrar las desigualdades a través de inversión social.
D. B.: Yo también confío en el papel del equipo negociador El problema es que no podemos desconocer que el país está polarizado y dividido. Y la manipulación y desinformación genera desconfianza en los ciudadanos sobre lo que se está negociando. Hay muchas personas que creen que sí les van a cambiar las reglas del juego y que están negociando el modelo económico. Y que creen que van a imponer lo que digan las FARC. Por eso uno de los pactos que hay que hacer es uno entre los que estamos de acuerdo en el proceso de paz y los que no lo están. Todos queremos la paz, y hay que oír a los que hacen críticas al proceso.
A. C.: Tenemos un gran equipo negociador: sólido, con claridad y fuerza.
J. A. C.: Insisto en que no creo que se esté entregando el país, pero sí veo muchos empresarios que son muy críticos frente al proceso y con muchos temores de lo que se está negociando en La Habana. Hay empresarios escépticos pero creo que si les explican bien estarán tranquilos.
Semana: ¿Algunos dicen que el proceso con las FARC va mejor en La Habana que en Colombia? ¿Lo ven así?
D. B.: Hay que hacer una gran pedagogía del proceso de paz. Si la gente está expuesta a los críticos, enemigos y opositores, más las redes sociales, hay demasiada información contaminada. En ese contexto, el gobierno tiene que liderar la comunicación y ser lo más claro posible.
Semana: ¿Y cree que el empresario es manipulable por esa desinformación?
D. B.: El empresario es una persona educada que con buena información es capaz de formarse una idea de lo que está pasando, por eso es tan importante la pedagogía, tener una estrategia de comunicación más clara. Por ejemplo, no cansarse de repetir los inamovibles. Es necesario ganar más confianza en el proceso. El gobierno tiene que ser insistente en los temas inamovibles para que la gente no crea que 8.000 hombres armados le van a imponer su voluntad a 45 millones de colombianos.
Semana: ¿Cómo visualizan que se va a financiar el posconflcito? ¿Qué papel jugarán los empresarios?
J. A. C.: Me parece que esa financiación debe estar orientada al empleo en el campo. Tenemos que tener en cuenta que estamos en un mundo de competencia global y debemos buscar el equilibrio entre inversión en el campo, trabajo digno, inclusión social y carga tributaria razonable para poder competir. Con el Estatuto Tributario que acaba de pasar, muchas empresas decidieron no hacer inversiones en Colombia por el impuesto al patrimonio y a la renta.
C. C.: Yo creo que la clave de la paz duradera está en una buena inversión productiva en el campo. Y esa la van a hacer las empresas privadas y no el Estado. Por eso, lo que no puede pasar es que los acuerdos de La Habana terminen ahuyentando a los inversionistas nacionales e internacionales. Ahí parte del posconflicto se puede estrellar contra la pared.
D. B.: Lo más importante es saber en qué nos vamos a gastar la plata. Si lo planteamos como reparar a todas las víctimas dentro de un modelo asistencialista, como algunos lo han propuesto, pues no habrá plata que alcance. Me preocupa mucho ese tema. Pienso que hay que hacer inversiones que propicien el desarrollo dentro de la misma dinámica de la economía. Una combinación de privados generando productividad y Estado ofreciendo bienes públicos. Todo hay que hacerlo sostenible.
A. C.: En el tema de tierras, sabemos que en los documentos ya acordados quedó claro que podrán subsistir los pequeños campesinos y los grandes inversionistas. Eso lo aceptaron las FARC. Es decir esa premisa de que las FARC son enemigas de la agroindustria quedó clara que es falsa, al menos en los acuerdos. Y eso es importante.
C. C.: La inversión que realmente va a desarrollar el agro colombiano tendrá que venir del sector privado nacional e internacional. Si queremos aprovechar la vocación productiva del campo colombiano y ser competitivos, y darle trabajo digno e ingresos estables a los campesinos, el resultado del acuerdo de La Habana tiene que ser crear las condiciones para invitar a esa inversión y no alejarla.
Semana: ¿Cómo ven la polarización política del país cuando precisamente estamos tratando de reconciliarnos?
A. C.: En Colombia nos ha costado demasiado trabajo llegar a acuerdos. Tenemos posiciones muy extremas: a los adversarios los volvemos enemigos y el lenguaje que estamos usando es muy agresivo. Lo primero que tendríamos que hacer es ventilar las diferencias pero bajando el tono. Yo creo que en estas democracias modernas se requieren los pactos. Uno debería tratar de buscar pactos sobre temas importantes del país y que generen cierto consenso como los temas de la educación y la justicia.
D. B.: Los pactos son muy importantes, estoy de acuerdo. Generan compromiso con mucha gente. Si uno hace un pacto tiene que responderle a muchos y cuidar su comportamiento. El que no tiene que responderle a nadie no le importa su comportamiento.
Semana: ¿Ustedes creen que el Estado colombiano está preparado para asumir el posconflicto y la construcción de una paz duradera?
A. C.: Sin duda uno de los retos que tiene la democracia es mejorar la eficiencia del Estado. El Estado llega a más sitios y tiene más presencia que hace 20 años, pero hemos creado una complejidad institucional que estimula la corrupción e impide una buena gobernabilidad regional, y por eso nos cuesta trabajo ejecutar inversiones.
D. B.: Frente al tema del posconflicto quiero señalar que por la falta de presencia del Estado, en muchas partes del territorio, han llegado grupos ilegales a llenar ese vacío. Ahora que un grupo ilegal se sienta a hablar de desmovilización, hay que tener mucho cuidado con que ese espacio que dejen las FARC no sea ocupado por otros grupos ilegales armados. Si no hay una institucionalidad suficiente para llenar la presencia del Estado luego de una negociación de paz se puede recrudecer la violencia como ocurrió en El Salvador y Guatemala.
J. A. C.: El otro tema es que la cúpula de las FARC seguramente no podrá manejar a todos los guerrilleros. En Colombia, como ha sucedido en otros conflictos internos, los de Centroamérica por ejemplo, habrá algunas disidencias en donde algunos guerrilleros van a continuar haciendo sus fechorías porque no saben hacer nada diferente a cargar un fusil y cometer actos ilegales.
Semana: ¿Creen que la guerrilla todavía sigue siendo un obstáculo para el desarrollo del país?
J. A. C.: En las últimas décadas el país ha avanzado mucho, pese a los flagelos de la guerrilla, el narcotráfico y la corrupción. Quisiéramos que la paz nos permitiera crecer más rápidamente y trabajar en un ambiente más tranquilo. Pero a pesar de la adversidad el país va a seguir creciendo y va a seguir siendo más próspero aún con los insistentes esfuerzos de la guerrilla de sabotear ese crecimiento.