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¿Los malos se toman la TV?

La controversia alrededor de la serie ‘Tres Caínes’ pone sobre el tapete el dilema de cómo se cuenta la historia del país en la pantalla chica.

23 de marzo de 2013

En Colombia cada vez que sale una serie de televisión sobre algún episodio reciente relacionado con el narcotráfico o la violencia se genera un debate. Así sucedió con El cartel de los sapos, Escobar: El patrón del mal y muchas otras.  Sin embargo, la polémica que se ha producido alrededor del programa de RCN Tres Caínes ha sido mucho más grande que cualquiera de los casos anteriores.  

Las redes sociales están inundadas de mensajes sobre el tema. Y quizás por primera vez se está ejerciendo presión en forma masiva para que los anunciantes retiren sus pautas. Esto es un asunto delicado. El seriado está producido por RCN, un canal de televisión que siempre se ha caracterizado por los más altos estándares de contenido y entretenimiento. Su director y libretista, Gustavo Bolívar, ha despertado controversia por especializarse en temas de narcotráfico, pero hasta ahora los niveles de sintonía de sus producciones demostraban que eso era lo que querían los colombianos. Sus últimos dos productos, Sin tetas no hay paraíso y El capo, fueron grandes éxitos.  

Todo esto hace pensar que la feroz campaña contra Tres Caínes puede tener solamente dos explicaciones: o el país está hastiado de estos temas y se rebosó la copa, o el paramilitarismo indigna más que el narcotráfico. Las dos cosas parecen tener algo de cierto. El número de seriados y telenovelas que se ha hecho sobre la mafia y la coca ha aumentado año tras año desde que esta temática comenzó con La viuda de la mafia en 2004. 

Después de esta apareció Sin tetas no hay paraíso, luego El capo, seguido por Las muñecas de la mafia y así sucesivamente hasta llegar a Pablo Escobar y a los hermanos Castaño. Y por lo que se ve esta tendencia no va a parar por ahora. En este momento están en producción una serie de Fox Telecolombia sobre Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano, y otra de RTI sobre Griselda Blanco, la reina de la coca recientemente asesinada. En esto parece haber algo de saturación, pero eso lo decidirá la audiencia que es la que hasta ahora ha jalonado ese tipo de programas.   

Inicialmente estas telenovelas eran solo ficción. Se había simplemente creado un género propio de Colombia, así como el western era propio de los Estados Unidos. Todo esto cambió con El cartel de los sapos, una serie basada en el cartel del Norte del Valle protagonizada por Manolo Cardona. A esta le fue tan bien que hubo temporada uno, temporada dos y luego película. Ese era el mundo de Iván Urdinola, de Víctor Patiño, de Pacho Herrera, del Hombre del overol, de Chupeta, de Rasguño, de don Diego, de Jabón, etcétera. Aunque eran menos conocidos que los carteles de Medellín y de Cali, la historia real de los amores, los odios y los asesinatos de esos capos era tan apasionante que enganchó a buena parte del país.     

De ahí en adelante, sin embargo, las cosas se complicaron. Porque así como El cartel de los sapos se limitó a retratar la vida de los mafiosos, en El patrón del mal y en los Caínes por necesidades de la historia tocaba poner en el libreto el papel que habían jugado‘los buenos’.Y muchos de esos buenos han sido presidentes, candidatos, ministros, militares, autoridades judiciales o periodistas que están vivos, y si están muertos tienen familias que cuidan su legado. Esto ha producido fricciones, pues en esos seriados por lo general los malos acaban pareciendo mucho más interesantes que los buenos. Estos últimos parecen a veces débiles o caricaturizados, por lo menos eso piensan sus allegados. 

Lo que llama la atención, sin embargo, es la diferencia de tratamiento que han tenido El patrón del mal y Tres Caínes. La serie sobre el jefe del cartel de Medellín es probablemente la mejor producción que se haya realizado hasta ahora en Colombia. El canal Caracol hizo una apuesta con muchos riesgos y muy costosa. El riesgo consistía por un lado en revivir al mayor delincuente que ha habido en la historia de Colombia mientras estaban aún abiertas las heridas que su trayectoria criminal había dejado. 

Por otra parte, el seriado tenía que meterse con las vacas sagradas del establecimiento colombiano ya que todas habían sido protagonistas de una u otra forma en esa etapa de la historia del país. Ante estos dos retos el director y los guionistas decidieron ceñirse milimétricamente a la realidad. La vida del capo estaba tan documentada que lo mejor era simplemente no agregarle elementos de ficción para mejorar el libreto. 

También había riesgos económicos considerables. Caracol invirtió alrededor de 300 millones de pesos por capítulo, una cifra sin antecedentes en el país. Esta inversión se vio claramente en la calidad de la actuación, las locaciones, la ambientación, las escenas multitudinarias, etcétera. A pesar de que el rating fue inicialmente espectacular y posteriormente muy bueno, el resultado comercial no fue óptimo. El patrón del mal costó tanto que no dio utilidad en el país. 

Sin embargo, como se ha convertido en el producto de mostrar de la televisión colombiana, las ventas internacionales han sido excelentes y ya superan los 5 millones de dólares. La serie de Escobar ha tenido el primer lugar de sintonía en varios países y en algunos como Cuba se ha convertido en una obsesión. Y recientemente sucedió algo que sorprendió hasta a los directivos de Caracol: el portal suizo The Wit, especializado en analizar tendencias televisivas internacionales, acaba de anunciar que incluyó al Patrón del mal en la lista de los 50 programas que han cambiado la industria de la televisión en el mundo. En esta están incluidos clásicos como Plaza Sésamo, Dallas, Columbo, Star Trek y Jeopardy

Tres Caínes es un producto diferente, pues la vida de los Castaño está definitivamente mucho menos documentada que la de Escobar. El seriado por lo tanto combina una investigación completa en lo que se refiere a la carrera criminal de los hermanos con una parte de ficción sobre sus vidas privadas para hacer más interesante el guion. Aunque la serie ha sido criticada por violenta, la verdad es que tiene menos bala que cualquier serie norteamericana. Además, apenas está empezando pues faltan más de tres cuartas partes, en las que seguramente se verá a los hermanos matándose los unos con los otros haciendo honor al título del programa. Las víctimas del paramilitarismo, que hasta ahora no han aparecido, van a estar presentes en los siguientes capítulos, según el director Gustavo Bolívar.   

El paramilitarismo es una actividad repugnante, pero no más que el narcoterrorismo. El debate sobre si hay o no apología del delito al evocar la vida de sus cabezas se podría aplicar tanto para el uno como para el otro. Ese tipo de polémica siempre se presenta cuando se lleva a la pantalla la vida de algún símbolo del mal. Cada vez que se haga una película sobre Hitler o sobre Osama Bin Laden alguien va a decir que se está humanizando al monstruo o que había alguna justificación en las barbaridades que hizo. 

Por el contrario, también se podría decir que mostrar la cruda realidad de esas aberraciones lejos de ser una apología es una forma de recordar para que nunca vuelva a repetirse. En un país como Colombia, donde prácticamente no hay libros de historia, hacer series de televisión sobre esos episodios les brinda a las nuevas generaciones la única posibilidad de conocer su pasado.   

El gran interrogante entonces es por qué Tres Caínes ha generado un movimiento en contra tan fuerte en las redes sociales. La explicación parece ser porque las víctimas del paramilitarismo tienen una caja de resonancia superior a la de cualquier sector de la sociedad. El enemigo de las autodefensas es por definición la izquierda que está representada por múltiples ONG, organizaciones de derechos humanos y columnistas y académicos que constituyen una fuerza importante entre la opinión pública. 

Esta protesta ha producido que en el caso de ciertos anunciantes se está aplicando una doble moral. Algunos que pautaron en El patrón del mal y en otra telenovelas de narcotráfico han preferido no estar presentes en la controversia de Tres Caínes. Esto no tiene mucha coherencia, pues es difícil establecer diferencias morales entre esos dos fenómenos y menos cuando han estado tan conectados. En el caso de El patrón del mal, el sindicato antioqueño prefirió abstenerse de apoyar publicitariamente ese proyecto. Antioquia vivió más que ninguna otra región del país el flagelo de Pablo Escobar y eso inevitablemente había producido susceptibilidades respetables. Esa decisión se tomó por iniciativa propia y todo anunciante tiene el derecho de pautar libremente donde lo considere conveniente. 

Lo grave del caso de Tres Caínes es que no se ha tratado de decisiones por iniciativa propia sino de presiones para un boicot. Eso constituye un antecedente peligroso. No es sano  que se intente condicionar o manipular el contenido de la televisión con la inversión publicitaria. Si el día de mañana a un grupo de empresarios no le gusta la política editorial de un noticiero o de un periódico, pueden legítimamente condicionar su pauta a que la información tenga el sesgo o el enfoque que les guste. La independencia de los medios no necesariamente le tiene que gustar a todos, pero sí le conviene a todos. 

El paramilitarismo es tal vez el fenómeno más importante que ha vivido la historia de Colombia en los últimos 25 años. Taparlo no tiene sentido. Es como intentar excluir el nazismo de la historia de Alemania. Lo que hay que hacer es tratar el tema con equilibrio y responsabilidad. Conocer esa parte del pasado del país es conveniente. Puede que no sea del gusto de todo el mundo. Pero el que no quiera ver este capítulo de la historia lo único que tiene que hacer es cambiar de canal.