Durante su primer mandato, Juan Manuel Santos tenía varios gladiadores que se la jugaban por el Gobierno en el Capitolio. Bastaba ver cualquier debate para darse cuenta que figuras como Roy Barreras y Armando Benedetti, de La U, o Juan Fernando Cristo y Simón Gaviria, del Partido Liberal, eran los que tomaban el micrófono cuando se trataba de defender al presidente. Pero ahora la cosa es a otro precio. Como Cristo y Gaviria migraron al gabinete y ante la llegada del Centro Democrático, la Casa de Nariño necesita nuevos alfiles para hacerle frente a la oposición, mantener firme la ‘Unidad Nacional’, proteger la bandera de la paz y sacar adelante la agenda de gobierno.
Ninguno de esos retos es fácil porque defender a Santos es hoy más difícil que antes. Hace cuatro años, la coalición del gobierno tenía el 80 % de los legisladores, una holgada mayoría que le permitió aprobar un ambicioso paquete de reformas. Ahora cuando el tamaño de la oposición es más grande y es más diversa ideológica y regionalmente, los proyectos del Ejecutivo no pasarán sin antes ser revisados por las lupas del Centro Democrático y del Polo. La sola presencia del expresidente y senador Álvaro Uribe ha requerido que los congresistas del Gobierno se pongan las pilas. A pesar de que el ambiente para el oficialismo no es el ideal, Santos ya tiene en estos primeros dos meses de la legislatura una nueva camada de escuderos.
Jimmy Chamorro, por ejemplo, es uno de esos nuevos soldados. Aunque algunos lo llamaron la 'rueda suelta’ de La U por rechazar el debate de paramilitarismo que propuso Iván Cepeda y citar a varios ministros a evaluar el marco jurídico para la paz, Chamorro es el juicioso del partido. Desde la inau-
guración del Congreso el 20 de julio, ha puesto la firma en más de 15 proyectos, entre los cuales hay reformas tan importantes como la de la reelección y las horas extras. Además, el hecho de llamar a debates de control político ha sido una estrategia para darles más visibilidad a los ministros. “Si bien el control político tiene que ver con la rendición de cuentas, los partidos de la coalición son los que más la citan para darle ventana al Ejecutivo” le dijo a SEMANA Angélica Latorre, investigadora de Congreso Visible.
Muchos dentro de La U lo ven como el uribista de la bancada, pero dos hechos apuntan a que Chamorro quiere ganarse la confianza de la Casa de Nariño. El primero es que fue de los pocos congresistas de su partido que asistieron al famoso desayuno que convocó el presidente Santos el día después del nombramiento de su gabinete en momentos en que sus compañeros de bancada estaban molestos con los ministros. El segundo fue hace dos semanas, durante el debate de Saludcoop, en el que asumió la vocería, que le correspondía al senador Roy Barreras, y mientras el Centro Democrático iba ganando el pulso, sacó una circular del 2006 en la que comprobaba que los precios de los medicamentos se dispararon durante la era Uribe. “Yo defiendo el proceso de paz, defiendo al presidente y defiendo sus iniciativas”, le dijo Chamorro a esta revista.
Dentro del Partido Liberal, un nuevo escudero es un viejo conocido del Congreso: Horacio Serpa. En el debate de control político citado por la senadora uribista Paloma Valencia sobre las pasadas elecciones, este veterano ‘cacique de la tribu’ fue uno de los voceros del presidente. Defendió a capa y espada el proceso de paz y le dijo a Uribe que cuando Santos decidió reconocer que había un conflicto armado interno, tuvo un acto de grandeza. Incluso fue más allá y le señaló al líder del Centro Democrático que “fue muy buen ministro de su gobierno, señor expresidente, y él salió con el propósito de cumplirle al país, cumplirle con la paz, y se dio cuenta de que no sólo por la vía militar, que desarrolló al lado suyo, se podía llegar a la paz, sino que había que abrir un espacio de diálogo.” El escudo de Serpa fue tan grande que hasta señaló que el presidente era, en palabras santandereanas, un ‘arrecho’ por su contundencia con el proceso de paz en La Habana.
Otro que se la ha jugado por el presidente dentro del partido de las huestes rojas es el senador Luis Fernando Velasco. Si bien no es recién llegado al santismo, ya que lleva cuatro años como una de las voces más fuertes del liberalismo, la salida de Juan Fernando Cristo del Senado le ha abierto un espacio mayor. Hace poco en una entrevista señaló que al país le servía el presidente y además le dijo a esta revista que “cuando uno piensa en la paz y en alguien que la haga posible uno piensa en Juan Manuel Santos”. Velasco también ha tomado el micrófono en varias oportunidades para defender posturas del Gobierno y hacerle frente a la oposición.
Por los lados del conservatismo, el mandatario también cuenta con sus defensores. Sin embargo, tras la elección de David Barguil como presidente de la colectividad, el mensaje de los azules es claro: no se va a dejar coquetear tan fácil por el Gobierno y aprovechará cualquier momento para marcar distancia. A pesar de lo anterior, muchos congresistas azules respaldan a Santos. El más evidente es Hernán Andrade, que respaldó la agenda santista durante Santos I y se fue con el primer mandatario en la segunda vuelta. La semana pasada fue coordinador ponente de la reforma política presentada por el gobierno y además hace parte de la Comisión de Paz del Senado desde donde ha defendido los diálogos en La Habana.
En la oposición el presidente Santos también tiene defensores y la razón es la misma que en la segunda vuelta: la paz. Aunque pertenece al Polo Democrático, el apoyo de Iván Cepeda al proceso de La Habana y sus constantes críticas a Uribe terminan por beneficiar a la Casa de Nariño. Si bien en el caso del expresidente se aplica la lógica del “enemigo de mi enemigo es mi amigo”, las posturas de Cepeda al atacar al jefe del Centro Democrático le facilitan el trabajo antiuribista a los congresistas de la Unidad Nacional. En el tema puntual de la paz el respaldo de un senador tan representativo de la izquierda confiere a los diálogos con las Farc una valiosa legitimidad multipartidista.
Aunque todavía es muy prematuro afirmar si desempeñarán un papel tan crucial como el de los veteranos Cristo, Benedetti y Barreras, estos escuderos están aprovechando estos primeros meses para hacerse notar. Ninguno es un novato en el Senado –de hecho, sumados acumulan décadas de actividad legislativa–. En el caso de Serpa y Chamorro es un regreso al Capitolio mientras que para Velasco y Andrade es la continuidad del trabajo de apoyo al gobierno de la primera administración santista. Los pulsos que se le vienen a la Casa de Nariño en el Congreso son tan complicados que requiere tanto de la conocida defensa de Benedetti y Barreras como la de estas voces expertas que se están empezando a oír más.