Carlos Raúl Yepes, transformador de ideas
Presidente del Grupo Bancolombia, Carlos Raúl Yepes Jiménez, es un abogado que no ha seguido al pie de la letra la cartilla del banquero tradicional. Se ha propuesto impulsar un modelo de gestión empresarial que busca el equilibrio entre cuidar el medio ambiente, hacer una sociedad más equitativa y justa y velar por la educación para todos.
Desde que se hizo empresario, todos los días se levanta con el mismo propósito: trabajar para que Colombia sea próspera, saludable e inclusiva. Sus ideas están en línea con el pensamiento del líder moderno que busca innovar. Está convencido que desde la banca se puede ayudar a transformar la sociedad. En Bancolombia ha implementado políticas basadas en el respeto, la honradez, la calidez y la inclusión. Dice que para lograr una sociedad en la que todos tengan oportunidades es fundamental la inclusión financiera y esto se ha convertido en uno de sus pilares al frente de la mayor institución bancaria del país. Carlos Raúl Yepes nació en Medellín. Hizo su bachillerato en el Colegio San Ignacio con los jesuitas, relación que se extendió hasta la universidad, pues se matriculó en la Universidad Pontifica Bolivariana (UPB) donde estudio Derecho. Dice que lo marcaron las enseñanzas de Ignacio de Loyola, fundador de la compañía de Jesús. Y lo ha demostrado.
Alan Jara, el pequeño gigante del Meta
De los años en los que aprendió ruso en Kiev, Ucrania, a los que pasó enseñándolo a sus compañeros de secuestro en la selva, la vida de Alan Jara ha sido un ejemplo de temple, superación y compromiso.
De joven fue becario del Icetex y pasó varios años en la entonces Unión Soviética, en la capital de Ucrania, estudiando ingeniería civil. Enseñó en la Universidad de los Llanos, al volver, fue alcalde de Villavicencio y fungió como gobernador por unos meses en 1990. Lo fue de nuevo, por elección popular, entre 1998 y 2000. Y un día funesto de 2001 las Farc lo bajaron de un carro de Naciones Unidas en Lejanías, Meta, y se lo llevaron secuestrado.
Lo mantuvieron en la selva durante casi nueve años. Allí, luchando contra la monotonía y la
desesperanza se inventó clases de ruso e inglés, de matemáticas y geopolítica para sus compañeros de cautiverio, militares y policías. Recuperó su libertad, su vida y su familia en 2009. Desde 2012, otra vez al frente de la Gobernación del Meta, es uno de los mandatarios locales más comprometidos con la transformación social de su región y la construcción de paz.
Juan Ricardo Ortega, mano firme
Ser director de impuestos es uno de los cargos más ingratos. Tiene que lidiar con el cobro de gravámenes que a nadie le gusta pagar, perseguir a los evasores y a los contrabandistas y conseguir más recursos para el Estado.
Por eso pocos funcionarios se le miden a estos retos. Uno de ellos ha sido Juan Ricardo Ortega, quien durante los cerca de cuatro años al frente de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian) estuvo en el centro de la polémica por sus decisiones arriesgadas pero firmes.
Ortega recibió una entidad con recaudos por 65 billones de pesos y al finalizar su gestión superaba los 100 billones. Su obsesión era cerrarles el camino a los evasores y los que se quedaban con los aportes de los contribuyentes. Para ello destapó algunos focos de corrupción en la entidad que le granjearon más de un enemigo. Pero también persiguió y denunció a los contrabandistas, presentó un proyecto de ley para castigar con cárcel este delito y llevó al Congreso una reforma tributaria que todavía sigue causando gran controversia.
Catalina Botero, libertad de palabra
Pocas personas poseen el talento y la valentía suficientes para luchar por una causa como Catalina Botero, hasta septiembre de 2014 relatora especial para la Libertad de Expresión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Nacida en 1965 en Bogotá, se convirtió en 2008 en la primera colombiana en ocupar ese cargo. Su lucha fue equiparable a la de David contra Goliat, pues tuvo lugar en una región donde fuerzas estatales como privadas, legales como ilegales andan al acecho de la libertad de expresión.
Botero fue una esperanza para quienes sufren censura y no le tembló la mano al alzar su voz contra los abusos: desde la represión de los Castro en Cuba, pasando por las arbitrariedades del venezolano Hugo Chávez, hasta los recientes ataques del ecuatoriano Rafael Correa, la argentina Cristina Kirchner y el boliviano Evo Morales. Botero logró, además, convencer a varios mandatarios de la necesidad de implementar el acceso a la información pública y tener leyes antimonopolio para garantizar la libertad de expresión. Así, profundizó la jurisprudencia interamericana y demostró que con inteligencia y rigor es posible luchar por el derecho de la gente a expresarse.
Luis Jorge Garay, el experto en minería
Los costos ambientales y sociales de la minería han protagonizado uno de los debates más acalorados de los últimos años en Colombia. De hecho, el país aparece en el segundo lugar del listado de naciones con más conflictos según el Atlas Global de Justicia Ambiental. En medio de ese panorama, Luis Jorge Garay Salamanca se ha erigido como líder de esta discusión ante el Estado, las empresas del sector, la comunidad internacional y la academia.
Gracias a sus minuciosos trabajos de investigación ha logrado aportar conocimiento científico para que el país tome buenas decisiones en materia de política minera y desarrollo sostenible. En ellos ha denunciado los efectos negativos de la minería ilegal para el medio ambiente y cómo esta acentúa la pobreza en los municipios donde se explotan los yacimientos.
A pesar de haber recibido fuertes críticas, el economista ha defendido sus trabajos con argumentos y afirma que este debate no debe politizarse. Señala, además, que a pesar de que en los últimos años ha habido algunos avances, todavía falta mucho para que la explotación de estos recursos naturales no renovables ofrezca resultados sostenibles.
Antanas Mockus, la visión primero
Niño genio, matemático loco, candidato antipolítico, vencedor en la derrota, revolucionario sin armas, soñador empedernido, lituano y cachaco. Tratar de encasillar a Antanas Mockus es un ejercicio complicado. Este hombre orquesta, de lenguaje académico, tono pausado y creatividad desbordante fue rector de la Universidad Nacional, dos veces alcalde de Bogotá y aspirante presidencial.
Algunos dirán que es un iluminado, que se casó en un circo, se bajó los pantalones, le tiró un vaso de agua a un contradictor y se disfrazó de super-cívico. Pero en momentos de extrema polarización, de odios exacerbados, de juego sucio y propaganda negra tal vez sea necesario imitarlo.
En las últimas elecciones volvió a sorprender al crear la iniciativa ‘La Paz va en serio’ y apoyar la reelección de Juan Manuel Santos, que lo había vencido cuatro años atrás. Mockus es ese líder que, sin buscar una retribución personal, predica la reconciliación con el ejemplo y cuyo ejemplo es esencial para construir una democracia verdadera. Pues solo se construye la paz con el enemigo.
María Teresa Ronderos, señora periodista
Fue la primera editora mujer del diario El Tiempo y la primera colombiana que recibió el premio María Moors Cabot con el que la Universidad de Columbia reconoce a quienes han contribuido a fortalecer el periodismo en América Latina.
En su carrera María Teresa Ronderos dirigió el noticiero Buenos días Colombia y la revista económica La Nota, antes de convertirse en editora general de SEMANA y directora de Semana.com. Fundó y dirigió el portal Verdad Abierta, la memoria periodística del proceso de Justicia y Paz de los paramilitares.
Al frente de la Fundación para la Libertad de Prensa y como maestra y miembro de la Fundación García Márquez para un Nuevo Periodismo, ha formado generaciones de periodistas jóvenes y librado toda suerte de batallas en defensa de la profesión en uno de los países del mundo en que ha sido más peligroso ejercerla.
Hoy, desde Londres, donde se estrena como directora del Programa de Periodismo Independiente de la Fundación Open Society, María Teresa continúa su trayectoria en defensa de la libertad de expresión y por la promoción de un debate público de calidad, esfuerzos que han caracterizado su notable carrera.
Juan Pablo Salazar, el arcángel
Cuando el Centro Comercial Gran Estación, en Bogotá, contrató trabajadores discapacitados que vigilaban sus pasillos día y noche, Juan Pablo Salazar supo que había cumplido su misión. Bogotano de 33 años, dirige la Fundación Arcángeles, desde donde trabaja por mejorar las condiciones de vida de la población con discapacidad en 32 ciudades de Colombia. Es publicista y tiene una especialización en Gerencia de organizaciones sin ánimo de lucro de la Universidad de Harvard. Actualmente también preside el Comité Paralímpico Colombiano, labor que alterna con su trabajo como activista de derechos humanos.
Tras sufrir un accidente a los 24 años, Salazar pensó que se le habían cerrado todas las puertas, pero gracias al apoyo de su familia logró abrirlas de par en par. Además de crear la famosa campaña ‘Remángate’, que busca despertar la conciencia por las víctimas de las minas antipersona, también se ha convertido en la voz de los discapacitados. Incluso se lanzó al Congreso y aunque no salió elegido, hoy sigue desde su fundación cambiando la mente de los colombianos. Porque para Juan Pablo “en Colombia hay barreras más grandes que unas escaleras”, y transformar la conciencia de todo un país es el escalón que falta por subir.
Rosmilda Quiñones, la supermamá
Por sus manos han pasado cientos de niños que nacen en lugares remotos de la costa del Pacífico. Aunque su actividad es un legado ancestral, durante un tiempo fue mal visto y debió practicarlo casi en la ilegalidad. Pero Rosmilda no se dejó acorralar y fiel a su raza, movió cielo y tierra para mantener a flote una tradición milenaria que en esa región muchas veces para las embarazadas es lo más cercano a un servicio de salud.
Y así nació Asoparupa, la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico que se convirtió en la ´escuela´ que recluta mujeres con vocación de servicio y dispuestas a conservar el arte ancestral de atender partos. Desde Nariño, pasando por Cauca, Valle y Chocó, tiene un ejército de 250 parteras que llegan a esos sitios remotos donde casi nunca asoma un médico.
De la mano de Rosmilda Quiñones, el gremio de las parteras no solo se dignificó y logró el respeto de los galenos, sino que abrió el camino para dar otras batallas como la de registrar a los recién nacidos que traen al mundo y ser vinculadas laboralmente al sistema de salud.
Andrea Buenaventura, "made in Cali"
La Fundación Delirio, toda una industria cultural acerca de la salsa, arroja resultados sorprendentes no solo por su puesta en escena en 16 países, sino porque alrededor de ella se generan 180 empleos directos entre bailarines y músicos, muchos de ellos provenientes de sectores vulnerables de la capital del Valle.
Y al frente de semejante industria está Andrea Buenaventura, de 48 años, proveniente de una familia de artistas. Administradora de empresas especializada en Mercadeo, dio sus primeros pasos en el sector público. Fue gerente de imagen corporativa de Emcali; secretaria general de la Alcaldía; gerente de la Feria de Cali y directora del Fondo de Promoción de la Cámara de Comercio de Cali. Cuando ejercía este cargo hace 20 años, durante una Feria Internacional de Turismo en España, descubrió que dentro de la salsa había toda una mina empresarial. Para esa época en Cali “la salsa era vista con algo de vergüenza, pero en esa feria todos me preguntaban por ese baile”, recuerda.
En 2002 montó la firma ABB Producciones, a través de la cual realizaba eventos como el Festival Mundial de Salsa y el Salsódromo. En 2006, ella y tres socias crearon la Fundación Delirio con el sueño de un circo con salsa y orquesta. Hoy ese sueño logró que una expresión de la cultura popular se transformara en un producto de exportación con el sello y la identidad caleña.
Abadio Green, el indígena doctor
Como su madre murió tras dar a luz, su abuela decidió suplir ese vínculo biológico. Abadio –cuyos apellidos delatan los nexos de su pueblo con los piratas ingleses– debía conectarse con su madre primigenia: la tierra. Le construyó un espacio privado en el resguardo de la cultura kuna-tule, en una isla panameña, y allí lo mantuvo encerrado siete años rodeado de plantas y sumergido en constantes baños medicinales.
Ese comienzo le confirmó su certeza: la tierra conecta al hombre con el cosmos y es su pedagoga esencial para comprender el mundo que habita. Esa sabiduría, a la que ha consagrado sus 57 años, lo motivó para validar ese conocimiento en la academia. Para ello creó el Programa de Educación Indígena de la Universidad de Antioquia y luego la Licenciatura de la Pedagogía de la Madre Tierra, el más reciente capítulo de una vida dedicada a promover el reconocimiento de las 102 etnias del país y sus 65 lenguas. A ese fin dedicó su presidencia de la Organización Indígena de Antioquia y la Organización Indígena de Colombia.
Abadio estudió Filosofía y Teología en la Universidad Pontificia Bolivariana, ganó una convocatoria de la Universidad de los Andes para la maestría de Etno-lingüística e hizo un doctorado de Educación en la Universidad de Antioquia, lo que lo convirtió en el primer indígena doctor de Colombia.
Jineth Bedoya, “¡No es hora de callar!”
Según la organización internacional Oxfam, en Colombia cada día 245 mujeres son víctimas de algún tipo de violencia, y 98 por ciento de esos casos quedan en la impunidad. La periodista Jineth Bedoya se ha convertido en ejemplo y referente para combatir la injusticia en contra de la mujer colombiana.
Con la campaña ‘No es hora de callar’ se encarga de llevar su testimonio y sus propuestas verticales para hacerle la guerra a la violencia sexual. El 25 de mayo de 2000, cuando realizaba una investigación sobre el tráfico de armas en la cárcel Modelo de Bogotá, fue secuestrada, torturada y abusada sexualmente por un grupo de hombres de las AUC.
“La vida se me acabó”, ha repetido sobre ese episodio que también le ayudó a comprender que tras su dolor podía ayudar a otras mujeres. Jineth lucha todos los días para que las mujeres víctimas de la violencia se unan, rompan el silencio y pongan en conocimiento de todos que la violencia sexual existe, es gravísima y deja marcada el alma.
Paula Moreno, cazadora de talentos
En Colombia hay cientos de líderes que trabajan silenciosamente en sus comunidades durante años. Sus esfuerzos, sin embargo, a veces se diluyen por la falta de apoyo y casi nunca figuran en los grandes titulares. Consciente de la necesidad de reivindicar, fortalecer y dar a conocer ese talento, en 2010 la exministra de Cultura Paula Marcela Moreno creó la fundación Manos Visibles. El nombre es la antítesis de la teoría económica de Adam Smith, según la cual existe una mano invisible que autorregula los mercados. La filosofía de Moreno y su equipo es que en materia social los agentes de cambio, esos líderes silenciosos, son fundamentales a la hora de construir sociedades más incluyentes. Por eso, el objetivo de la organización es capacitar a jóvenes de sectores vulnerables, mujeres y comunidades afro de distintas partes del país. La diversidad ha sido precisamente uno de los ejes más importantes en la carrera de Moreno, quien además de ser la primera afrocolombiana en ocupar un cargo ministerial, fue escogida por el Consejo de las Américas como una de las líderes jóvenes más influyentes de la región.
Johana Bahamón, la maestra
Desde hace dos años la actriz Johana Bahamón, una de las estrellas más reconocidas de la televisión nacional, decidió comenzar a hacer teatro con un grupo de reclusas de la cárcel Buen Pastor de Bogotá. La idea no era otra que poner a las reclusas a trabajar, a pensar, a moverse y a expresarse a través del arte. Por eso creó la Fundación Teatro Interno y desde entonces se ha dedicado a cambiar la imagen de las reclusas y a enseñarles destrezas que les sirvan para construir una vida digna después del encierro.
La iniciativa de la joven, nacida en Cali el 27 de julio de 1982, merece ser replicada. La historia ha demostrado que el arte es una herramienta de desarrollo y de sanación que pone a hombres y mujeres a proyectar y que les permite expresar lo que no siempre les es fácil decir.
Martha Nubia Bello, por la memoria y la dignidad
Ha estado al frente de la investigación en el Centro de Memoria Histórica desde 2007. Martha Nubia Bello, trabajadora social y profesora de la Universidad Nacional, ya intuía en aquella época que el conflicto armado no solo dejaba en las víctimas heridas físicas sino también emocionales. Gracias a su trabajo y al de muchos estudiantes bajo su liderazgo se evidenció esa perspectiva psicosocial de la guerra.
También se ocupó de que sus estudiantes asumieran esa labor con responsabilidad pues sabe que todo trabajo académico, por bien intencionado que sea, genera impacto. “La idea es que el investigador no haga daño, ni ponga en riesgo a las comunidades sino que contribuya a la emancipación y al empoderamiento de las víctimas”. Así se recuperó la memoria de muchas poblaciones del país en documentos y libros que mostraron el sufrimiento y las pérdidas, y el valor y la resistencia de los sobrevivientes.
Juan Camilo Cárdenas, el traductor de la economía
A sus 48 años es, desde la academia, un líder en la construcción de conciencia, cooperación y acción social en dilemas que involucran, especialmente, los recursos naturales (el páramo de Santurbán es uno de sus casos más recientes).
Magíster y doctor de economía ambiental de la Universidad de Massachusetts, Juan Camilo Cárdenas se preparó al lado de figuras como la premio nobel de Economía Elinor Ostrom –con quien trabajó y escribió libros– para pulir su habilidad de jugar con la economía: desarrolla juegos económicos con campesinos, empresarios, funcionarios públicos y otros actores para generar empatía y lazos sociales.
Sus investigaciones promueven el análisis y el diseño de metodologías que concilian intereses individuales y colectivos en aras del desarrollo sostenible. Conceptos que lo perfilan como un heterodoxo de pura cepa enla facultad de Economía de la Universidad de los Andes, donde desde hace una década es un pedagogo revolucionario.
Verónica Puech, la educadora
Aunque estudiar en el Liceo Francés y Economía en la Universidad de los Andes le dio la racionalidad y la estructura de pensamiento para conceptualizar el mundo, Verónica supo desde pequeña que la vida también se compone de vuelos azarosos y misterios insondables.
Recién graduada entró al equipo del Ministerio de Educación, y eso abrió el horizonte que forjó su vida laboral: el poder transformador de la educación en un individuo y en la sociedad. Tras especializarse en ONG y Desarrollo en el London School of Economics, hacer una pasantía en la India con Save the Children y viajar por Asia y África explorando culturas y recogiendo experiencias en comunidades, regresó a Colombia en 2010 y se embarcó en su mayor aventura. Desarrolló Enseña por Colombia, una entidad que convoca a egresados de las mejores universidades a dictar clases a niños y adolescentes vulnerables. Hasta la fecha, unos 150 profesionales han enseñado en colegios en Vichada, Urabá y Bogotá, contribuyendo a mejorar la calidad educativa de más de 11.000 menores.
Ana Lucía López, médica sin fronteras
Cuando apenas tenía 20 años y estrenaba su título de economista, Ana Lucía López no dudó en enlistarse en la Patrulla Aérea Médica. Hoy tiene 45 años y su vida sigue girando en torno al voluntariado médico. Es tal su dedicación que, junto al paramédico Diego Posso, lideró un sistema que revolucionó la tarea de llevar el servicio de salud a los colombianos que viven en los sitios más apartados del Pacífico colombiano: un barco hospital. Por esa iniciativa recibió el año pasado el premio Mujer Cafam.
En esta embarcación, dotada con cinco consultorios, un laboratorio, una farmacia y 25 profesionales entre médicos y enfermeros, emprende misiones de 12 días para atender a los habitantes de 13 municipios de Nariño, Cauca, Valle y Chocó. Se calcula que desde 2004, cuando se realizó la primera misión, ese barco ya prestó atención médica gratuita de nivel II a por lo menos 7.000 personas. Cada viaje del San Rafaelle cuesta en promedio 130 millones de pesos, dinero que surge de ayudas como la Fundación Italocolombiana del Monte Tabor en Italia, del exfutbolista Iván Ramiro Córdoba, y del gobierno nacional.
Adriana Senior, la transformadora
Las pérdidas que Colombia ha sufrido por la mala distribución de la tierra son incalculables, pues el buen uso del área agrícola es uno de los motores fundamentales para generar empleo en el país. Desde joven, la economista Adriana Senior Mojica ha trabajado para promover el desarrollo y la modernización del sector agropecuario. Lleva nueve años al frente de la Corporación Colombia Internacional, entidad sin ánimo de lucro, donde ha impulsado al sector público y al privado para que inviertan en el campo. Por eso ha promovido los Macs (Modelos Agroempresariales Competitivos y Sostenibles), paquetes tecnológicos creados por ella misma para brindar a los campesinos las herramientas necesarias para que vean su parcela como una empresa productiva y autosostenible. A lo largo de estos años, ha reformado más de 150.000 unidades productivas y sus resultados han sido reconocidos por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Colciencias, el Icontec y el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.
Enrique Rentería, el biólogo de la selva
En Chocó hay unas 8.000 especies vegetales de las cuales 26 por ciento son endémicas. Pero ese universo verde podría ser pronto un recuerdo tras el paso de la minería y la explotación maderera. Para contrarrestar esa tendencia, Enrique Rentería, un chocoano graduado de la Universidad de Antioquia y con maestría en sistemática botánica de la Universidad Nacional, creó en 1979 la Fundación Selva y en 2008 el Jardín Botánico de Jotaudó. Su objetivo es estudiar y conservar la flora, y arraigar en la población la conciencia del enorme potencial de esta riqueza natural para la elaboración de medicamentos, colorantes ypreservativos. En esta iniciativa ha involucrado a 150 familias y ocho entidades locales, además de un grupo de investigadores que, como él, trabaja gratuitamente en espera de financiación para consolidar su proyecto.
Tiene 66 años y ha sido líder en la formación de biólogos en distintas universidades. Se enamoró de la botánica inspirado por su mentor, Djaja Doel Soejarto, un indonesio formado en Harvard que le abrió los ojos al tesoro que yace en este país y, particularmente, en su departamento.
Selección Colombia, los héroes humildes
Aunque por lo general el liderazgo suele asociarse con la labor de un individuo (y mucho más en Colombia, un país que se caracteriza por los esfuerzos aislados de personajes en diversas disciplinas), en 2014 un equipo propició uno de los mejores ejemplos de liderazgo exitoso: la selección colombiana de fútbol que participó de manera destacadísima en el Mundial de Fútbol Brasil 2014. Detrás de este estupendo trabajo está la figura de José Néstor Pékerman, su director técnico, quien como líder logró armonizar esa suma de talentos que conforman los jugadores y sacó lo mejor de cada uno.
El desempeño deportivo del equipo fue de por sí sobresaliente. Colombia terminó como el quinto mejor equipo del torneo, tras haber sido eliminado en cuartos de final por el equipo de casa. Nunca antes el país había llegado tan lejos en una Copa del Mundo, y a este logro colectivo se le agrega que James Rodríguez se haya consagrado como el máximo goleador del torneo, y su primer gol ante Uruguay haya sido catalogado como el más hermoso de todos los que se anotaron.
Pero si los logros deportivos fueron sobresalientes, la Selección Colombia también se ha destacado por el ejemplo y la inspiración que ha dejado entre los colombianos. En un país polarizado por la guerra y odios políticos de diverso origen, la selección se ha convertido, al menos desde hace dos años, en un punto de encuentro para millones de colombianos que no necesariamente piensan igual. Colombia, con sus cuatro victorias ante Grecia, Costa de Marfil, Japón y Uruguay, creó en el país un clima de distensión, optimismo y unidad que hoy, dos meses después de terminado el Mundial, aún se respira. Colombia se siente orgullosa de sus futbolistas, de su camiseta, del fútbol de altísimo nivel que exhibió la selección. Y la selección ha mostrado que no hace falta un caudillo único y excluyente para lograr resultados. Que el trabajo en equipo, cuando se hace de manera mancomunada y solidaria, también permite llegar a la meta.