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El desgarrador testimonio de los sobrevivientes en Tumaco

Entre ráfagas, golpes y señalamientos, un puñado de hombres y mujeres logró salir vivo del ataque en El Tandil. Así fue la pesadilla.

9 de octubre de 2017
| Foto: Sonia Cifuentes

Los colombianos volvieron a sentir el vértigo de la guerra con lo que pasó en Tumaco. Seis muertos, decenas de heridos y un centenar de familias destrozadas fue lo que quedó de la masacre que se presentó la semana pasada cuando un grupo de Antinarcóticos de la Policía se disponía a seguir cumpliendo con la meta de las 50.000 hectáreas erradicadas en el 2017.

Hamilton Cortez es uno de los desaparecidos. Lo último que supo su familia era que participaba del plantón que realizaron varios campesinos para evitar que las autoridades llegaran a erradicar la mata de coca a la brava. El presentimiento que tenían lo confirmaron después de ver su rostro en uno de los videos que ruedan en las redes sociales. Pero esa es la única pista que tienen. 

"Nos han dicho que tenía un tiro en el pecho y otro en la pierna. Que lo subieron a una ambulancia pero no ni en Tumaco ni en Pasto dan razón de él", explica José Santacruz, uno de los líderes de la Asociación de Juntas de Acción Comunal de los ríos Mira, Nulpe y Mataje (Asominuma).

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En Tumaco el panorama es desolador. Mientras unas familias intentan reencontrarse con los suyos, otros echan mano del rebusque para poder pagar las exequias, al tiempo que el Estado se la juega por intentar esclarecer lo que pasó y llevar a los estrados judiciales a los responsables de tan atroz hecho.

Van cinco días desde que se denunció la masacre y el rompecabezas no se termina de armar. Aunque el parte inicial de las organizaciones fue casi un centenar de muertos, la cifra va en seis. Pero no es la definitiva. En las últimas horas, el mismo vicepresidente Óscar Naranjo informó que el CTI trabaja para recuperar un cuerpo que todavía se encontraba en El Tandil. 

Para los sobrevivientes no es descabellado que la cifra siga en ascenso, si se tiene en cuenta que alrededor de 300 personas se encontraban en la vereda donde se presentaron los hechos. Ese día, igual como se venían movilizando desde el 28 de septiembre, habían llegado a defender, como dicen, "el incumplimiento del Gobierno frente a la sustitución de cultivos". 

"A los primeros disparos no les paramos muchas bolas. Dijimos: disparos al aire. Seguro es para que no nos acerquemos mucho. Estábamos a una distancia de dos o tres metros dialogando con ellos. Cuando menos pensamos, todo mundo empezó a correr y la gente caía boca abajo, de lado y llena de sangre. Ahí fue donde dijimos: ¡hay que correr! Los disparos ya no eran al aire sino contra nosotros. Es decir, la población civil", explica Martín (*) uno de los sobrevivientes.

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Alfonso (*) también tiene la escena fresca en su memoria, pese a los golpes que recibió y la sutura que esconde bajo la gorra en su cabeza, con lujo de detalles les narró a las autoridades cada una de las escenas que vio y vivió. 

Igual que el otro testigo, recuerda que estaba sentado a los pies de un policía. Un bachiller. "De esos que llevan poquito tiempo pagando servicio en la policía", dice. A su lado, estaba su primo cuando de repente "el comandante de Policía sacó la pistola".

- Vea, no saque la pistola. No hay necesidad. Nosotros no queremos agredir a nadie.

- Venimos en busca de respuestas, le decía Alfonso mientras el hombre, según dice, corría al filo de la montaña.

Estando arriba, la imagen más nítida que tiene es la del oficial levantado la mano con la pistola. "Hizo un tiro", detalla. "Bajó la mano y empezaron a sonar las ráfagas por todo lado". Ahí comenzó su pesadilla. 

De los tatucos y cilindros que se habló en un comienzo ni Alfonso ni Martín dan razón. "No hubo explosivos. Estábamos tranquilos. Nadie se percató de nada. No agredimos a nadie. Dialogábamos cuando de un momento a otro se escucharon los disparos y uno veía como cogían las armas y tatatatatata", relata un tercer sobreviviente, Ómar (*).

Alfonso se cubrió como pudo mientras abrazaba a un policía contra un palo. "A usted no le va a pasar nada. Quédese tranquilo que yo lo voy a cubrir con mi cuerpo. No le va a pasar nada", recuerda que le decía mientras él, por su parte, le gritaba a su primo que corriera, que corriera. Pero, en su relato, todavía no estaba a salvo. "Mientras uno de los uniformados me cubría otro le pedía que subiera. Él le decía que esperara. Sin embargo, el policía bajó y me agarró a palo por la espalda", responde mientras muestra su brazo herido, que sostiene con una pañoleta que amarra desde el antebrazo hasta el cuello.

De lo que recuerda, el muchacho "le decía que no me agrediera que yo no estaba haciendo nada malo. Que en principio sólo me estaba protegiendo con él", pero el argumento en medio de la trifulca no sirvió "porque seguía agrediéndome con un palo". Fue en ese instante que el joven policía le dijo: "corra, corra porque a usted lo van a matar".

Con todo lo que paso, sobrevivió como pudo. "Salí a correr y sentí un corrientazo en la cabeza. Pero no me importó, yo igual seguía corriendo. Me tiré a la sepa de un palo. Eso apenas sonaba como le sacaban astillas. A mi lado alguien se enredó, cayó y cuando se fue a parar le pegaron un tiro atrás", dice mientras señala el cuello.

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Quizás, una de las escenas más dolorosas que escuchó fue la de un hombre que estaba en uno de los filos de la montaña.

-Auxilio, estoy herido. Ayúdenme por favor, ayúdenme, repetía.

Alfonso veía plomo por todo lado hasta que un "policía bajó y le pegó dos tiros".

-"Ahí dejó de gritar", dice

"Yo salí corriendo de ese palo y me dispararon otra vez. Me tiré al lado del camino y alguien grito: ¡le dimos! Lanzaron una granada de humo y yo aproveché para correr otra vez. "Dispárenle, dispárenle", escuchaba a lo lejos. Mientras, un hombre con el que se encontró en el camino respondía: "Por favor, somos civiles. No más, no más. Ellos dejaron de disparar y empezamos a encontrar heridos".

¿Y el muchacho que gritaba?, le preguntan. "Estaba muerto, se veía ahí tirado en el suelo", respondió.

Alfonso, Martín y Ómar están llenos de heridas en sus cuerpos. Unas más graves que otras. "La de la pierna me rosó, pero tengo una bala atrás en la axila", dice uno de ellos a la Defensoría del Pueblo que terminó por advertir este domingo la presunta responsabilidad de la policía en el asesinato múltiple que se cometió la semana pasada. 

En Tumaco todo está por hacer y también por esclarecer. Con los testimonios de los testigos las autoridades intentan hacer un boceto de lo que ocurrió el 5 de octubre para encontrar a los responsables. Mientras tanto, este lunes la Policía anunció que suspendió a cuatro uniformados que presuntamente dispararon en los incidentes que provocaron la muerte de al menos seis campesinos.

"En aras de la absoluta transparencia de la investigación" se aplicó la "suspensión disciplinaria" a cuatro policías antinarcóticos "que presuntamente accionaron sus armas de fuego" el pasado jueves en el municipio de Tumaco informó la institución en un comunicado.

Por su parte, la ONU y la MAPP OEA que encabezaban una misión humanitaria a la zona, que fue hostigada por la Policía, informaron que ellos "realizaron todas las comunicaciones pertinentes para dirigirse al lugar. Luego de contar con las autorizaciones, se trasladaron a la zona de los hechos ocurridos". Un testimonio que contradice las versiones que apuntan a que estarían intentado entrar sin el correspondiente permiso.

Según detalló Naciones Unidas, la misión humanitaria habló en El Tandil con los dos capitanes del Ejército y posteriormente se dirigieron al sitio para hablar con quien se identificó como capitán de la Policía Antinarcóticos, encargado de los efectivos en el lugar, que no portaba identificación. Además, observaron que algunos miembros de la Policía tenían sus rostros cubiertos.

Esa misma versión la ratificó la Misión de Apoyo al proceso de Paz de la Organización de los Estados Americanos (MAPP-OEA) este lunes cuando también informó que en ningún momento la comisión humanitaria dejó de comunicarse con los mandos de la Fuerza Pública en el lugar para explicar los propósitos de su visita y coordinar el acceso al lugar. 

¿Sabotearon el propósito de la paz?, ¿Por qué devolver el boomerang de la violencia?, se preguntan muchos después de conocer el múltiple asesinato de civiles en Tumaco. A la región más golpeada por el flagelo del narcotráfico le atestaron un golpe que sacudió las entrañas del plan piloto del posconflicto. ¡Hay que replantear la lucha contra el narcotráfico!, corean desde diferentes sectores después de ver estos resultados. Mientras, en las veredas El Piñal, El Divorcio y Las Vegas, se sigue cumpliendo con la tarea de llegar arrancar la mata que sólo trae desgracias.

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