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Noche de horror
El bombazo de Medellín muestra cómo los paisas están en medio de la guerra entre Castaño y La Terraza.
Los colombianos que pensaban que con la muerte de Pablo Escobar se había enterrado también la época terrorífica de los carrobombas se equivocaron. Una vez más las manos de los criminales aterrorizaron a los paisas. La noche del jueves, a las 10:30, cuando cientos de jóvenes paisas departían en las terrazas de los cafés del Parque Lleras, un Renault rojo, cargado con 60 kilos de dinamita y parqueado en una de las aceras adyacentes a los bares, estalló. Segundos después la escena no podía ser más dantesca: hierros retorcidos, olor a pólvora y gritos de auxilio que se perdían con el silbido de las ambulancias. El saldo: nueve personas muertas y 137 heridas.
Sólo cinco meses atrás, otra tragedia —otro carro bomba— ocurrió en el exclusivo centro comercial El Tesoro donde perdió la vida una mujer y 56 personas más resultaron heridas. El terrorismo de las épocas aciagas de Pablo Escobar volvió a la memoria de los paisas, quienes se resisten a creer que haya revivido la pesadilla.
Por esa razón, encabezados por el alcalde Luis Pérez Gutiérrez, los antioqueños decidieron caminar por las calles de la ciudad en la noche del viernes y en un acto simbólico repudiaron a los violentos para decirles que esta vez no iban a permitir que regresara esa ola de terror y miedo que tanto daño y dolor les causó en el pasado.
Las preguntas que se hace todo el mundo son: ¿quién o quiénes quieren revivir las épocas de terrorismo? ¿Quién puede ser capaz de poner 60 kilos de dinamita en un sector altamente concurrido por los hijos de la clase dirigente paisa?
Hace una semana un carro bomba explotó en la ciudad de Cali a las afueras de uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad. Veintiocho personas resultaron gravemente heridas. Por la proximidad entre este hecho y el de Medellín muchos se preguntan si existe o no una conexión entre los dos actos terroristas. De acuerdo con las autoridades de Policía que investigan el caso, por el momento no hay ningún indicio que permita relacionar las dos bombas. Para los investigadores, lo ocurrido en Cali tiene que ver con una sangrienta vendetta entre dos grupos de narcos: el cartel del norte del Valle y los herederos de ‘Pacho’ Herrera que por el momento ha cobrado la vida de 20 personas.
El caso de Medellín, según las autoridades, tiene un móvil diferente. Y lo relacionan con el abierto enfrentamiento entre Carlos Castaño y la organización criminal de La Terraza, que en el pasado reciente era el brazo armado de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en Antioquia. Esa guerra, que ya ha cobrado más de 80 muertos, comenzó a finales del año pasado cuando Castaño declaró objetivo militar a sus antiguos aliados y en menos de un mes fueron asesinados siete de sus cabecillas. Castaño en su momento reconoció públicamente que había ordenado la muerte de los hombres de La Terraza porque estaban “cometiendo demasiados delitos en Medellín y eso tenía preocupada a la ciudadanía”.
Pero la razón de fondo era otra muy distinta. De por medio existía el robo de 10 millones de dólares de las finanzas de los paras, que Castaño le atribuía a la cúpula de La Terraza. Eso originó una guerra frontal que se acentuó cuando algunos cabecillas de la organización decidieron que había llegado la hora de contar algunos secretos de los paras. Y esos secretos estaban relacionados con la vinculación de Castaño en los crímenes del humorista Jaime Garzón, y de algunos intelectuales como Mario Calderón, Elsa Alvarado, Jesús María Valle y Eduardo Umaña.
A partir de ese momento Castaño inició una cacería sin cuartel contra los cabecillas de La Terraza. En enero asesinó a Elkin Mena, quien era el segundo hombre a bordo de esa organización. Y el jueves pasado dio con el paradero de Ronald de Jesús Arroyave, alias ‘Ronald’, el temido jefe de la banda. Castaño le había puesto precio a su cabeza: 700 millones de pesos. El miércoles pasado, en el barrio Los Angeles de Medellín, un escuadrón de la muerte acabó con su vida. ¿Qué sabía este hombre por el que las AUC ofrecieron semejante recompensa? ‘Ronald’ fue quien ‘dio la cara’ a los medios de comunicación. Armado con una Miniuzi y con un pasamontañas que cubría la totalidad de su rostro, dijo que su organización estaba dispuesta a entregarse y a cambio de protección y rebaja de penas entregaría todas las pruebas que comprometían a Castaño en los magnicidios de Garzón, Valle, Alvarado, Umaña y otros.
Si bien hay un enfrentamiento a muerte entre La Terraza y Castaño, la otra pregunta que hoy se hacen los paisas es qué tiene que ver ese enfrentamiento con las bombas del centro comercial El Tesoro y la del Parque Lleras. De acuerdo con la Policía, luego de lo ocurrido en El Tesoro, fueron detenidos dos hombres que posteriormente decidieron colaborar con las autoridades. Según esas informaciones, la bomba de El Tesoro fue colocada en retaliación por la muerte del ‘Negro’ Mena, uno de los hombres más importantes de La Terraza. Y que el objetivo había sido ese centro comercial porque allí tenían sus negocios gente muy cercana a la organización de Castaño. Esa información fue clasificada bajo reserva porque los dos hombres no aportaron ninguna otra prueba diferente a su testimonio.
Lo ocurrido el jueves en la noche guarda una gran similitud con el episodio de El Tesoro. El jefe de La Terraza fue asesinado en la madrugada del jueves pasado. Y la bomba del Parque Lleras fue puesta 14 horas después. Para los investigadores la diferencia entre lo de El Tesoro y el Parque Lleras radica en que el primer carro bomba fue colocado en un parqueadero subterráneo, a una hora en la que había poca afluencia de público y donde la mayoría de los locales tenían sus puertas cerradas. En ese sentido era más un mensaje de advertencia. El carro bomba del Parque Lleras explotó a una hora ‘pico’ cuando los restaurantes y bares de la zona estaban atestados de jóvenes y en un sector muy concurrido que hoy por hoy se ha convertido en uno de los símbolos de la prosperidad de Medellín. A esa hora las autoridades calculan que no menos de 2.000 personas se hallaban en el lugar. Fue una bomba que se hizo explotar, no para asustar a la ciudadanía ni para recordarle que el terrorismo seguía vigente, sino fue una bomba que pretendía lograr una masacre. Afortunadamente fueron menos de lo que esperaban los terroristas. Pero su objetivo se cumplió: tener en vilo a una población aterrorizada que hoy llora a sus muertos.
Todavía faltan muchos hilos por desenredar. Las autoridades tienen una tarea muy difícil por delante: descubrir a los autores intelectuales de este horrendo crimen y averiguar por qué razón decidieron vengar sus muertos cobrando la vida de ciudadanos inocentes.