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OTRA GUERRA

Rafael Angel Uribe dice que mató a Helmer Herrera porque lo había amenazado, pero muy pocos le creen.

7 de diciembre de 1998

A lo largo de su legendaria carrera como uno de los cuatro grandes capos del cartel de Cali, Helmer Herrera Buitrago fue el que siempre estuvo más seguro. Nunca apareció mencionado siquiera, públicamente, en las guerras que libró esa organización. Herrera era un hombre que consideraba la clandestinidad como la mejor herramienta para sobrevivir. Ese comportamiento fue notorio durante sus 20 años como delincuente. Nunca dio una entrevista. Jamás fue involucrado en el escándalo de la narcofinanciación de la campaña samperista en 1994 pese a que se dice que fue él quien aportó el mayor porcentaje de dinero. Tampoco apareció liderando la guerra contra Pablo Escobar, la que dejó en manos de los hermanos Rodríguez Orejuela. Y nunca hubo pruebas contundentes de que él fuera _como al parecer lo fue_ uno de los cerebros de los Pepes, la célebre organización que finalmente acabó con el cartel de Medellín. Tan bajo era su perfil que tomó mucho tiempo saber que él era el objetivo de un ataque ejecutado por el ala terrorista de Escobar en una cancha de fútbol en Candelaria, Valle, en la que murieron 17 personas. Era tanta su discreción que por años los servicios de inteligencia solo dispusieron de una vieja fotografía para buscarlo.
Pero todo eso cambió en septiembre de 1996, cuando Herrera decidió finalmente salir a la luz pública y someterse a la justicia. A partir de ese momento, según cuentan numerosas personas que lo frecuentaban, 'Pacho' Herrera cambió su estilo de vida y se dedicó de lleno a su gran pasión: el fútbol. Así, se convirtió en jefe de deportes de la cárcel de Palmira, patrocinó varios campeonatos de fútbol, empezó a estudiar administración de empresas e inglés y se volvió un lector incansable. "Se convirtió en una especie de orientador, de filósofo; era una especie de oráculo de otros muchos capos de la droga", dijo el abogado de Herrera, el penalista Gustavo Salazar Pineda.
Pero fue justamente ese cambio de vida el que a la larga terminó por facilitar la acción de Rafael Angel Uribe Serna, el sicario que el pasado jueves le quitó la vida cuando Herrera y su equipo, el de alta seguridad, jugaban un partido de fútbol en la cancha principal de la cárcel. En la práctica, y desde hacía muchos meses, el confeso narcotraficante violaba las normas penitenciarias al permanecer la mayor parte del día por fuera de las instalaciones del pabellón de alta seguridad del penal. Esto ocurría, al parecer, con la anuencia del cuerpo de guardianes, pues Herrera recibía la mayor parte de sus visitas _así como las de sus abogados_ en un quiosco localizado cerca de la cancha de fútbol, donde se expendían bebidas y comestibles. "Curiosamente Herrera, el que más se había cuidado antes de someterse, empezó a ser vulnerable", sostuvo un investigador. Y él lo sabía pues, según su abogado, en varias ocasiones le había manifestado su preocupación porque se sentía inseguro fuera de su celda.

Las hipótesis
Ocurrida la muerte del capo, de inmediato las autoridades barajaron numerosas hipótesis para determinar de dónde pudo haber salido la orden de asesinar a uno de los principales jefes de la mafia colombiana. La primera posibilidad, según los investigadores, tiene que ver con una vieja pugna que Herrera habría sostenido con un hombre, conocido solo con el alias de 'JJ', al parecer miembro del cartel del norte del Valle, y quien habría convencido a Uribe de realizar el atentado. La segunda posibilidad está relacionada con otro presunto narcotraficante del norte de ese departamento, identificado como 'Varela', quien al parecer sobrevivió a un intento de asesinato ordenado por los jefes del cartel de Cali para castigar su intromisión en sus negocios. Según se sabe, 'Varela' intentó un acercamiento con Herrera pero no lo logró. Esta habría sido la causa del asesinato. Finalmente las autoridades saben que Herrera no era santo de devoción de algunos frentes guerrilleros que operan en ese departamento. De acuerdo con esa versión, hace seis años Herrera persiguió implacablemente a una columna subversiva que secuestró a un amigo suyo hasta que lo devolvieron sano y salvo y sin pagar rescate.
Con todo, la clave de la investigación está en Uribe, el sicario de 32 años que asesinó al capo, quien fue transladado a Bogotá el viernes en la tarde. Hasta ahora lo único que se sabe de los posibles móviles del crimen es lo que el propio sicario dijo a las autoridades que lo interrogaron. De acuerdo con las primeras indagaciones el homicida laboraba desde hacía más de 10 años con Herrera y en los últimos meses se había convertido en su hombre de confianza. En efecto, Uribe entraba y salía de la cárcel sin restricción alguna y recorría las instalaciones del centro penitenciario con total libertad. El día del crimen Uribe ingresó al penal hacia las nueve de la mañana en evidente estado de embriaguez y de inmediato se dirigió a la cancha de fútbol, que está situada a escasos 20 metros de la entrada principal. Según las autoridades, Herrera _quien jugaba como defensa lateral izquierdo_ vio a Uribe y pidió que pararan el juego mientras dialogaba con él. En cuestión de segundos el sicario abrazó al capo y de debajo de su camiseta desenfundó la pistola calibre 9 milímetros con la que le propinó siete disparos en la cabeza.
En desarrollo de los intensos interrogatorios a que fue sometido el sicario, éste dijo que había tomado la decisión de eliminar a su jefe porque había amenazado a su familia por no haber cumplido una orden. "El sostiene (el sicario) que Herrera le ordenó matar en Bogotá a Víctor Carranza, pero se dio cuenta de que era muy difícil y por ello desistió. Luego Herrera lo recriminó duramente y lo amenazó con matar a sus parientes más cercanos. Por eso él dice que tomó la decisión de matarlo", dijo a SEMANA una de las personas que participó en el interrogatorio. Aun cuando la versión de Uribe tiene cierta validez, las autoridades creen que se podría tratar de una hábil estratagema para reducir la investigación al acto solitario de un suicida y evitar la búsqueda de autores intelectuales. Al fin y al cabo él sabía que no podría salir con vida del sitio del atentado.
Así, las hipótesis sobre el crimen de Herrera _un hombre que según algunas autoridades era quien mandaba en el cartel de Cali y manejaba el negocio desde la cárcel_ van a abundar mientras los investigadores no logren hallar una explicación sólida sobre los móviles y los autores del asesinato de uno de los hombres más influyentes en el mundo del narcotráfico en los últimos tiempos.
Rafael Angel Uribe se había convertido en hombre de confianza del capo. Entraba y salía de la cárcel cuando quería y se movilizaba en sus instalaciones con entera libertad. Por eso no tuvo problemas para ingresar la pistola 9 milímetros.