En menos de un mes el país ha recibido a media docena de personajes internacionales de primer nivel y, sin falta, todos han aprovechado los micrófonos para manifestar su apoyo al proceso de paz. Es el caso de Felipe González, expresidente del gobierno español; Tony Blair, ex primer ministro del Reino Unido; Aníbal Cavaco Silva, presidente de Portugal; Rajiv Shah, director de Usaid; Bill Clinton, expresidente de Estados Unidos, y el presidente de Alemania Joaquim Glauck.
Y hasta el viaje del presidente Juan Manuel a la canonización de la madre Laura, le sirvió para contar que el papa Francisco lo habría alentado al decirle: “Solamente los valientes insisten en ese tipo de objetivos, que pueden ser costosos, pero esos son los que valen la pena”. Estas declaraciones reflejan que, para este gobierno, la paz tiene también un frente internacional.
Y es que mientras mucho se discute sobre la precaria participación de la sociedad civil colombiana en las conversaciones de La Habana—incluso el ministro del Interior, Fernando Carrillo, afirmó que a la paz le faltaba pueblo— pocos han caído en cuenta de que existe un tinglado internacional en el que el presidente está aprovechando relaciones meticulosamente construidas a lo largo de varios años. No es por azar que amigos personales suyos, como González y Blair, coincidan en afirmar que desde hace años han conversado sobre este tema.
La intervención internacional de este proceso de paz es muy distinta a la que se dio en San Vicente d el Caguán. Entonces se optó por una participación masiva de los actores internacionales para acompañar, vigilar y presionar a las partes, desde los ‘países amigos’ hasta toda clase de visitantes que pasaron por Los Pozos. Existía una diplomacia para la paz encargada de invitar a numerosos actores, cuya idea parecía consistir en ‘entre más mejor’.
Este gobierno parece haber escogido una participación más calculada. Los socios estratégicos: dos países garantes— Noruega y Cuba— y dos países acompañantes— Chile y Venezuela. De resto, solo hay declaraciones de jefes de Estado o funcionarios de países clave, como Estados Unidos. La visita del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, a finales de mayo, no será seguramente una excepción a esta regla.
Apoyos clave que se han concentrado —¿por estrategia o por casualidad?— justo en las últimas semanas, cuando el gobierno ha hecho evidente su impaciencia con el ritmo de las conversaciones, como si quisiera que, desde el frente internacional, se ejerciera presión sobre las Farc para que de La Habana salga humo blanco.
Es lógico que el gobierno busque espacios para refrendar el proceso y afianzar su legitimidad internamente, donde subsisten dudas y escepticismo. Uno de estos espacios es la esfera internacional. Curiosamente, uno de los actores que ha tenido un papel menor en lo que pasa en Cuba, aunque ha sido fundamental en procesos de otros países como El Salvador, es Naciones Unidas.
Este gobierno no pidió revivir la figura de enviado especial del secretario general que existió después del Caguán y que fue una fuente de conflictos con el gobierno de Álvaro Uribe. Ahora, se optó por dar a la ONU, en alianza con la Universidad Nacional, el papel más modesto de servir de organizador y relator de los foros en los que se convoca a la sociedad civil para hacer propuestas a la mesa sobre los temas de la agenda, y es posible que su participación también sea limitada en el posconflicto.
Esta nueva diplomacia de la paz arroja un saldo positivo de declaraciones de alto nivel en favor del proceso, pero, hasta ahora, parece haber descuidado un actor fundamental del escenario internacional: las cortes. Sandra Borda, profesora de la Universidad de los Andes, reconoce que se está haciendo una tarea internacional, pero señala ese faltante.
“Este modelo es mucho más organizado. Sin embargo, tiene sus problemas. Por ejemplo, se olvidan de las cortes. Eso hay que mirarlo con un poco más de precaución. Hoy en día las cortes internacionales son mucho más poderosas mientras que las partes que firman los acuerdos son menos autónomas. Aquí la ayuda de la comunidad internacional será determinante”.
En su reciente visita al país, la Corte Penal Internacional ratificó que mantiene un ojo puesto en el caso colombiano, en especial sobre cómo la Justicia nacional está investigando los llamados ‘falsos positivos’. Por esto, y aunque el modelo de internacionalización de la paz escogido para La Habana ha resultado organizado y discreto, tal vez todavía tiene una pata coja.