Curiosamente, después de diez días de conversaciones en Cuba, el comunicado conjunto que emitieron el gobierno y las Farc al término de su séptima ronda de conversaciones es casi idéntico al de la anterior. Y este no es el único indicio, en medio de la total reserva sobre la negociación, de que las partes siguen bailando al pausado ritmo del bolero, y no al del más movido –y necesario– del son cubano.
El comunicado del pasado jueves 20 dice que se continúa avanzando “en la construcción de acuerdos sobre los temas de acceso y uso de la tierra, tierras improductivas, formalización de la propiedad, frontera agrícola y protección de zonas de reserva”. Eso, exactamente, fue lo que informaron las partes el 1 de marzo: “Hemos avanzado en la construcción de un acuerdo en los siguientes temas: acceso y uso de la tierra; tierras improductivas; formalización de la propiedad; frontera agrícola y protección de zonas de reserva”.
Para quienes especulaban que se había puesto fin a los seis subpuntos del tema agrario, que se siga en el primero de ellos es un baldado de agua fría. Así haya grandes avances, los negociadores tienen pocos motivos para el regocijo y el gobierno no los suficientes argumentos para contrarrestar en la opinión pública el decaído optimismo sobre el proceso.
Así lo dejó ver la declaración del jefe negociador del equipo oficial, Humberto de la Calle: “Todavía hay pendientes varios desacuerdos”, dijo, señalando que aunque la construcción del acuerdo marcha normalmente, “quisiéramos avanzar más rápido”. Y precisó que si bien el gobierno quiere reforzar las zonas de reserva campesina (que se reu-nieron el fin de semana en San Vicente del Caguán), se niega a darles autonomía política e institucional, como piden las Farc. Estas siguen insistiendo, al menos en público, en temas como la desmilitarización del campo o la creación de un impuesto minero, que, según De la Calle, no están en la agenda.
El tiempo es un factor y si el ritmo no mejora, difícilmente lo hará el respaldo mayoritario de la opinión pública al proceso. Pero hay evidencias que invitan al optimismo.
El 13 de marzo Iván Márquez dijo por primera vez que las Farc “harán todo lo posible” para llegar a un acuerdo antes del final de 2013, dijo. “Estamos encontrando muchos entendimientos (con el gobierno) y esto nos permite ir construyendo más sólidos, digamos identidades, en cuanto a este tema agrario”. Y declaró a las Farc “anhelantes” de pasar al segundo punto de la agenda, la participación política.
Algunos calificarán esto como retórica, pero esa declaración es muy distinta a las críticas que las Farc hacían a la “paz exprés” cuando se les pedía acelerar el ritmo.
La Mesa pidió a la ONU y la Universidad Nacional convocar un segundo foro con la sociedad civil sobre participación política.Decisión preparatoria del segundo punto, que refleja que pueden tener razón quienes creen que el tema agrario estaría evacuado para abril o comienzos de mayo. Entre abril y junio las comisiones de paz del Congreso adelantarán una docena de mesas regionales sobre los derechos de las víctimas y la verdad, otro tema clave en la agenda. Se avecina la marcha por las víctimas el 9 de abril en la que participarán desde el presidente Santos hasta la Marcha Patriótia.
Estos eventos pueden generar mayor respaldo al proceso. Como lo puede hacer el notorio cambio de discurso en el gobierno: de las declaraciones encontradas de algunos ministros y la insistencia en que si el proceso no resulta el Estado se para de la mesa, el presidente pasó a una defensa más sistemática de la necesidad de la paz.
Cuatro o cinco meses puede parecer demasiado para el primero de los cinco puntos de la agenda. Pero, con el tema agrario, lo que se está negociando es el programa político que ha mantenido a las Farc alzadas en armas desde 1964. Superado este lo más probable es que la negociación adquiera otro ritmo. Quizá la próxima ronda, que se hará del 2 al 12 de abril, diga si del apacible bolero las partes pueden pasar, si no al ritmo del merengue, al menos al del son cubano.