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POLÍTICA

Las extrañas reconciliaciones del No

Después de años enfrentados, Juan Manuel Santos volvió a estrechar la mano de Álvaro Uribe, y Andrés Pastrana invitó a Ernesto Samper a tomarse un café. La incertidumbre del plebiscito hizo milagros políticos.

5 de octubre de 2016

El pasado domingo, cuando la Registraduría despachó los resultados del plebiscito, la victoria del No trajo una sensación de catástrofe e incertidumbre en buena parte del país, a tal punto que muchos medios internacionales titularon que Colombia había decidido continuar por el camino de la guerra.

Pero tras la resaca electoral, el No abrió un escenario por el que pocos apostaban. Y varios sectores políticos en el país coinciden en advertir que en las urnas, a diferencia de cómo nos ven en el mundo, los electores sí se manifestaron en favor de la paz.

Tanto así, que políticos de diferentes orillas comparten la tesis de que el escenario hoy habría sido aún más catastrófico si el 51 % de los votos hubiera sido por el Sí en el plebiscito. Álvaro Uribe, por ejemplo, dice que se habría impuesto el acuerdo de La Habana en la Constitución sin la posibilidad de incluir a quienes tienen reparos. Jorge Robledo, del Polo, sostiene que la paz política que hoy se reclama habría sido imposible si los acuerdos se hubieran refrendado con el estrechísimo margen con el que se impuso el No.

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El plebiscito, según Robledo, abrió la necesidad de que los políticos tradicionales se reconciliaran. La paz pasa más por Bogotá que por La Habana, insiste. Y recuerda que los principales acuerdos de paz en el país han estado antecedidos de Acuerdos Nacionales, buenos o malos pero necesarios. El plebiscito de 1957 fue el pacto que dio vida al Frente Nacional, y la Constitución de 1991 trajo la paz con el M-19 y otros grupos alzados en armas.

Ahora que el presidente Juan Manuel Santos lidera el llamado Diálogo Nacional por la Paz, fórmula para salvar el acuerdo con las FARC, el país empieza a sorprenderse con los primeros pasos de la reconciliación de los más enconados contradictores políticos.

Quizás el primer y mayor efecto de la victoria del No fue precisamente la jornada que se vivió este jueves en la Casa de Nariño. El presidente Juan Manuel Santos y el expresidente Álvaro Uribe, antiguos aliados y hoy férreos rivales, llevaban por lo menos seis años sin hablar. Seis años en los que se cruzaban declaraciones que los alejaban cada vez más. Pero tuvo que ser el plebiscito el que precipitara, de una vez por todas, un encuentro directo. Atrás insultos y adjetivos, por lo menos se dieron la mano y hablaron más de dos horas.

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¿Reconciliación? Tal vez sea pronto para afirmarlo, pero que Uribe haya reconocido en Santos voluntad de diálogo, cuando siempre la puso en duda, puede ser un paso positivo. Sin embargo, muchas veces las declaraciones de los políticos se quedan en eso, en saludos a la galería.

Juan Manuel Santos fue ministro de Hacienda del gobierno de Andrés Pastrana. Y cuando llegó a la Presidencia parecía que sus relaciones eran sólidas. Buena parte del primer gabinete de Santos tenía ADN pastranista. Pero todo cambio con la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya que le quitó mar territorial a Colombia en el archipiélago de San Andrés. Una bomba que le estalló a Santos, aunque parte de la estrategia de defensa había caído en los hombros de Pastrana y de Uribe.

Fue el momento de quiebre en las relaciones de Santos y Pastrana. El conservador no volvió por la Casa de Nariño, ni siquiera a la Comisión asesora de Relaciones Exteriores, donde tiene asiento por su condición de expresidente. En el 2014 se fue a la orilla de Uribe, para oponerse a la reelección de quien había sido su designado presidencial. Este año hizo lo mismo para decirle No al plebiscito.

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Hacía tiempo que Pastrana y Santos no se tomaban un tinto, y el conservador se veía más feliz que Uribe en su regreso a la Casa de Nariño. “El No ha unido al país”, fue una de sus frases. Pudo sonar contradictoria para muchos, pero le dio impulso incluso hasta para proponer otra histórica reconciliación: invitó a un tinto en su oficina a los expresidentes César Gaviria y Ernesto Samper.

Sí, Ernesto Samper, así parezca extraño. Desde 1994, Samper y Pastrana han vivido en conflicto por culpa de la campaña presidencial de aquel año. Pastrana fue quien acusó públicamente a Samper de haber recibido dineros del narcotráfico. Desde entonces no pueden verse ni en pintura.

Tanto que cuando Pastrana era embajador en Estados Unidos del gobierno Uribe, renunció cuando le ofrecieron a Samper, su némesis, la embajada de Colombia en París. El exmandatario conservador insistió en que tenía “impedimentos morales” para trabajar en el mismo equipo con el liberal, así fuera con el Océano Atlántico de por medio. De ese tamaño ha sido su enfrentamiento.

A Gaviria, Pastrana lo señaló recientemente de ser el “eslabón perdido del proceso 8000”, el mismo día en que presentó el libro de sus memorias. Desde entonces se han enfrentado tanto en la campaña de la reelección de Santos como en la del plebiscito. Pastrana señala a Gaviria como la persona que le envió el presidente para insultarlo. Por eso el tinto que Pastrana les ofrece a los expresidentes liberales en su oficina podría ser tan histórico e inédito como el encuentro de Santos y Uribe.

Parece que tres días después del plebiscito la resaca se comienza a desvanecer. Al menos impuso la necesidad para que antes que sellar la paz con las FARC, las castas políticas tradicionales se reconcilien. Como decía el propio Pastrana a la salida de la casa de Nariño, “el No se convirtió en Sí”.