ANÁLISIS
Un premio lleno de oxígeno
El Nobel de Paz no acabará con la polarización que hay en Colombia, pero sí le amplía el horizonte de posibilidades al presidente Juan Manuel Santos. Análisis de Semana.com.
Si lo que necesitaba el presidente Juan Manuel Santos era aire para seguir adelante con el proceso de paz, este le llega del Comité Noruego. El Premio Nobel de Paz se le otorga en el momento de mayor incertidumbre política que ha vivido el país, cuando una estrecha mayoría votó No en el plebiscito para refrendar los acuerdos con las FARC. Tal como lo dijeron los otorgantes, no sólo es un reconocimiento al esfuerzo que ha hecho por la paz, sino, sobre todo, un mensaje para que persista en esa búsqueda en medio de las dificultades actuales.
Santos merece el premio porque el de Colombia ha sido un proceso de paz que estaba, hasta el domingo pasado, considerado ejemplar en un mundo que se debate en los abismos de la guerra. No sólo es la única negociación exitosa reciente en todo el planeta, sino que, como lo dijo el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, en Cartagena el pasado 26 de septiembre, es un acuerdo cuidadoso, bien hecho, que pone a las víctimas en el centro de sus preocupaciones. Si los colombianos votaron No en la urnas y lo dejaron en vilo es más por el clima político del país que por los textos acordados mismos.
Ponerle fin a una guerra de medio siglo tiene un mérito indudable y el mundo lo ha reconocido con creces. Si algo ha tenido Santos, y en general el proceso de paz, es apoyo internacional. La pregunta es qué tanto puede el Nobel cambiar la difícil situación política del presidente. La respuesta es que muy probablemente sí.
El premio no va a romper la polarización, ni va a convencer a los adversarios del acuerdo de paz sobre las virtudes de este. Pero puede ayudar a ampliar la base política de respaldo al acuerdo. El margen del triunfo del No fue muy estrecho y los más de seis millones de votos por el SÍ siguen allí.
Las marchas de respaldo al acuerdo han sido masivas y permiten inferir que una ciudadanía que estaba lejos del tema y no había encontrado espacio para expresarse, ahora lo tiene. Es decir, el premio ayuda a romper la indiferencia hacia el proceso de paz. En últimas, le da Santos un espacio para ganar una mayor a adhesión a los acuerdos de paz, sin tener que ceder la esencia de ella a los líderes del No.
Hasta hoy el escenario se veía muy complicado pues el senador Álvaro Uribe, considerado jefe del No, ha señalado tantas objeciones al acuerdo, que hace prácticamente imposible una concertación. Excepto que las FARC dejen las armas, al expresidente prácticamente no le gusta nada de lo pactado.
Aunque el Nobel no va a cambiar para nada la posición de Uribe, sí puede inclinar a otros sectores del No hacia un mayor respaldo a la paz, tal como Santos la ha negociado. Es el caso de los empresarios que soterradamente apoyaron el No y a quienes el premio les puede llevar a reflexionar sobre la calidad del acuerdo.
También permite que una gran proporción del país que se abstuvo de votar se sensibilice ante la necesidad de darle un respaldo al proceso de paz en los meses que siguen, que son cruciales. El premio es algo muy simbólico y si algo le hacía falta a este proceso, eran símbolos. Y eso tiene algún impacto en la opinión pública. Pero lo más importante de todo es que con el premio a cuestas, Santos no puede dejar que el país vuelva a la guerra. Por el contrario, hoy está en la obligación de buscar una salida y, por qué no, hacer que el acuerdo salga fortalecido de esta crisis.