ANÁLISIS

Proceso de paz: ¡El tiempo apremia!

Con Pastrana, Uribe, Ordóñez, los juristas y los cristianos en diferentes mesas resulta muy difícil lograr un consenso entre los promotores del No. Santos les ha pedido no exigir imposibles ni dilatar. ¿Hay salida?

10 de octubre de 2016
| Foto: Semana

Después del bálsamo de la noticia del Nobel de Paz y del anuncio del comienzo de los diálogos con el ELN, en el Gobierno comienza a crecer la preocupación por los tiempos de las negociaciones con los promotores del No.

En la mañana del lunes, el expresidente Pastrana, después de salir de un desayuno con el Consejo Gremial, anunció sus propuestas para llegar a un consenso.

El tono de la discusión parecía estar bien hasta que pocas horas después, el expresidente envió una sentida carta a Juan Manuel Santos que dejó ver que lo que viene no será fácil.

"Los diversos sectores del No (coincidimos en que) la respuesta de los funcionarios del Gobierno a nuestro ramo de olivo es cada días más beligerante y diametralmente opuesta a lo expresado por usted en privado", señala en la carta.

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Como uno de los principales promotores del No, Pastrana lleva toda la semana en diferentes reuniones para llegar a puntos comunes con el fin de lograr cambios a los Acuerdos de la Habana. “Hoy sabemos que es lo que piensan las FARC, pero las FARC también saben qué es lo que pensamos nosotros”, dijo en ese desayuno.

El expresidente no tiene mucha razón en esa afirmación. Con tantas mesas de discusión que se han abierto, casi nadie sabe cuáles son los puntos necesarios para poder avanzar en el diálogo.

El presidente del Consejo Gremial, Santiago Montenegro, fue el primero en decir en voz alta lo que muchos han expresado en privado. “Nos preocupa que el No tenga distintos voceros”, afirmó. Y agregó que lo ideal sería un acuerdo entre todos los grupos para no abrir varias mesas paralelas.

Desde el Palacio de Nariño, el presidente Juan Manuel Santos dijo por la tarde lo mismo: “Ayúdenos a avanzar con sentido y urgencia, es decir, no dilatar”, aseguró. "El mayor enemigo que tenemos ahora es el tiempo", continuó el primer mandatario. Al final, les recomendó a los negociadores del No algo que seguramente lo atormenta desde hace una semana: que no pidan cosas imposibles.

El problema de la negociación con los voceros del No es que a diferencia de los diálogos de La Habana, donde había una mesa con dos partes definidas, en este nuevo “proceso de paz” existen múltiples mesas que no tienen necesariamente los mismos intereses.

Esas mesas paralelas se pueden convertir en el verdadero escollo, pues no alcanzaría el tiempo para lograr consensos con cada uno de ellos. En resumen, el problema es que todos no se pueden meter en el mismo saco. El grupo más grande se siente representado por el uribismo, que en la mañana del domingo ya lanzó sus ocho principales propuestas.

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Algunas de esas ideas son posibles y no se alejan de lo que está en el acuerdo de paz, como que el Gobierno tenga la facultad de fumigar los cultivos o que se tenga en cuenta la buena fe de los propietarios de tierras, entre otros puntos.

Sin embargo, hay otras que son muy complejas, por no decir inviables. Uribe propone tumbar el Tribunal de Paz y considera que puede ser mejor crear en la Corte Suprema una Sala de Justicia Transicional o aplicar la ley de Justicia y Paz. Ambas echarían al traste las negociaciones, pues el punto de justicia fue uno de los que más se tardó en concretar y se sabe que la guerrilla no piensa ceder al respecto.  

Pero los uribistas no son los únicos. Las iglesias también han hecho una fuerte oposición al acuerdo, pues están en contra de que se vulneren los valores de la familia por la supuesta imposición de la “ideología de género”. El próximo miércoles los pastores que apoyaron el No tendrán una reunión y el jueves se encontrarán con el presidente Juan Manuel Santos.

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También está el grupo independiente ‘Mejor no’, liderado por el exalcalde de Bogotá Jaime Castro, que tiene serios reparos jurídicos a los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC.

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Con tantos sectores con ganas de aportar o cambiar cosas en el acuerdo de paz firmado entre el Gobierno y las FARC, será difícil salir rápidamente del limbo jurídico en el que está el país. Y es que mientras más tiempo pase, más complicado será encontrar una salida para salvar el acuerdo.

Por ahora no se ve probable que exista un consenso entre todas esas partes en la mesa. Por lo tanto, cada vez toma más fuerza la idea de que el Gobierno recoja todas las ideas y haga de manera unilateral una propuesta para ajustar los acuerdos con la guerrilla.

Santos tiene razón en que en este momento su peor enemigo es el tiempo. El presidente advirtió la semana pasada que el país atraviesa por una "zona gris", un limbo "riesgoso y peligroso" que implica actuar con prontitud. Esto lo dijo después de que anunció que el cese al fuego iría hasta el próximo 31 de octubre. Esa no fue una decisión arbitraria. Santos sabe que si no se define un camino pronto para la implementación del acuerdo de paz, la tregua no es sostenible.

Primero, porque la misión de verificación del cese al fuego bilateral de la ONU no puede estar para siempre y menos si no hay un rumbo definido. Por eso, mientras se llega a un nuevo acuerdo, el jefe de esa misión, Jean Arnault, pidió este lunes al Consejo de Seguridad de la ONU la aprobación para continuar la verificación durante un tiempo más. Además de esto, las Fuerzas Militares no pueden estar sin un horizonte establecido y sin saber cómo operar.

Y esto no es todo. Socios como la Unión Europea, Suiza, Suecia, Alemania, Canadá, Estados Unidos, España, Reino Unido, Irlanda, Italia, Países Bajos, Portugal y Noruega, que ya habían manifestado su apoyo bilateral y algunas inversiones al posconflicto, tampoco podrán mantenerse en el compromiso si la implementación de los acuerdos no va para ningún lado.

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Por eso, el pedido del presidente de no “dilatar” tiene mucho sentido, pero es poco realista. Mientras existan tantos voceros del No, será muy difícil ganarle la guerra a su peor enemigo ahora: el tiempo.