ENCUESTA

¿Qué está pasando con la popularidad de Santos?

A pesar de la Cumbre y del creciente prestigio internacional del presidente, cae su popularidad en el país. Gran encuesta de RCN Radio, RCN Televisión, La FM y SEMANA.

21 de abril de 2012

Se podría pensar que la semana de la Cumbre de la Américas podría haber sido la mejor de Juan Manuel Santos desde que llegó al poder. Además de la carátula de Time, se lució como anfitrión de 30 jefes de Estado y de la pesada empresarial del continente, en el evento diplomático más importante que ha tenido Colombia en toda su historia. Con televisión permanente durante esos días, Santos se proyectaba para los colombianos y para el mundo como un gran estadista y Colombia, como una nueva estrella de América Latina. A esto se sumaba que días antes se había tenido la liberación, sin contraprestación alguna, de los soldados y policías que habían permanecido más de diez años en manos de las Farc. Las estrellas parecían estar alineadas a su favor. Por todo esto, se anticipaba que la primera encuesta después de esa 'semana de glorias' dejaba al primer mandatario en un nivel de imagen favorable superior a los 70 puntos. No fue poca la sorpresa cuando el jueves de la semana pasada la encuesta de Colombia Opina de RCN Radio y Televisión, La FM y SEMANA, realizada por Ipsos-Napoleón Franco, no solo no demostró un aumento sino que evidenció una aceleración en el descenso de la popularidad del presidente, algo para muchos desconcertante. ¿Cuál puede ser la explicación de este fenómeno? Mientras los santistas se preocupaban y los uribistas se regocijaban, las especulaciones fueron varias. Se decía, por un lado, que Santos se había convertido en ídolo de una élite urbana de estratos 5 y 6 distante de los problemas de la mayoría de los colombianos de estratos bajos y rurales. También se dijo que ante la ferocidad del invierno era imposible que no hubiera un impacto en contra en el clima de opinión. Columnistas como Mauricio Vargas le adjudican el bajonazo a la poca ejecución del presupuesto, que en el fondo no es más que una acusación de eficiencia en la gestión.

Algo de cada una de estas versiones puede ser real. Pero lo que sorprende igualmente es que la encuesta Colombia Opina no solo revela la erosión del prestigio del presidente, sino un escepticismo general en el estado de ánimo del país que parecería no corresponder al momento histórico que está atravesando.

¿Cómo se explica la contradicción de una administración con uno de los más favorables cubrimientos de medios de años recientes que pierde puntos en los temas prioritarios de su agenda? ¿O la de un gobierno liderado por el exministro de Defensa más exitoso de los últimos tiempos que ve reducir el apoyo popular a su manejo de la seguridad nacional? ¿O la de una Casa de Nariño que en momentos de bonanza económica, caída del desempleo y entrada de empresas extranjeras es criticada en la aprobación de su política de inversión social? ¿O la de una política exterior aplaudida por fuera pero no puede impedir que disminuya el respaldo de los encuestados a la gestión de las relaciones internacionales?

La encuesta fue contratada a la firma Ipsos-Napoléon Franco y realizada en 13 ciudades grandes e intermedias, con un margen de error del 3,1 por ciento y con idéntica metodología a dos entregas anteriores en julio y noviembre de 2011. En su tercera versión, este estudio de la gran alianza de medios conformada por RCN Televisión, La FM, RCN Radio y SEMANA confirma que el 'campanazo' en el descenso de la imagen del gobierno es hoy una alarma.

En los nueve meses transcurridos desde julio del año pasado, la favorabilidad de Santos pasó de 71 por ciento a 58 por ciento, mientras que la satisfacción con su trabajo como presidente de la república bajó 16 puntos y se ubicó en un 52 por ciento. Si bien estas disminuciones podrían explicarse como el inevitable fin de la 'luna de miel' de todo gobierno, la tendencia a la baja y la magnitud de la caída deberían preocupar al círculo cerrado de la Casa de Nariño.

Por primera vez en sus 20 meses de administración, el porcentaje de colombianos que creen que Juan Manuel Santos ha incumplido sus promesas supera a quienes consideran que ha estado a la altura de las expectativas. Teniendo en cuenta que toda reelección es un plebiscito al gobernante de turno, esta es una de las tendencias que el Ejecutivo debe quebrar en los próximos meses para llegar con comodidad a 2014.

Lo más sorprendente de estos resultados es que no corresponden con los esfuerzos políticos y mediáticos que el gobierno ha desplegado desde el 7 de agosto de 2010. Santos ha sido exitoso en ensamblar una amplia coalición de gobierno con la participación de sus rivales y ha reducido la oposición a una mínima expresión. Al mismo tiempo, el Ejecutivo impulsó la aprobación legislativa de tres reformas constitucionales y unas 60 leyes importantes. Dentro de este paquete se incluye la histórica Ley de Víctimas y Restitución de Tierras que ha recibido el respaldo de líderes mundiales como el secretario de las Naciones Unidas Ban-Ki Moon y el presidente de Estados Unidos Barack Obama.

A lo anterior se añaden logros diplomáticos en el mejoramiento de las relaciones con Venezuela y Ecuador, el acercamiento a América Latina y la organización de la Cumbre de Cartagena. Un vistazo a los principales medios de comunicación del país revela la cobertura favorable que la Casa de Nariño ha disfrutado, con contadas excepciones. Y han sido incontables los elogios al cambio de estilo, personalidad y liderazgo presidencial que significó la llegada de Juan Manuel Santos a Palacio. El descenso tanto en la imagen del jefe de Estado como en los principales temas de su agenda confirma la brecha que existe entre las élites políticas y los colombianos de estratos medios y bajos sobre la figura del mandatario.

Si se tuviera que condensar esa distancia en un solo concepto sería el de las grandes expectativas. Es decir, el problema del gobierno nacional radica en que los colombianos perciben que se ha hecho muy poco.

En términos de orden público 2012 arrancó con un evidente deterioro por una ofensiva guerrillera, sostenida a pesar de los golpes propinados por las Fuerzas Armadas, y las acciones de las bandas criminales. Si bien los homicidios han mantenido su tendencia a la baja, la inseguridad ciudadana, reflejada en hurtos y zozobra en las urbes, es hoy el segundo problema que más afecta la vida de los colombianos después del desempleo. Con la salida del general Óscar Naranjo de la Policía, la estrategia de lucha contra la criminalidad pierde a un excelente y admirado oficial. Como presidente de la república, Santos ha sido incapaz de repetir su gran logro como ministro de Defensa: convertir la seguridad en un activo político.

En materia de inversión social el gobierno se ha 'rajado' consistentemente en los últimos años. No obstante, la aprobación de la Ley del Primer Empleo, la creación de una poderosa entidad de combate a la pobreza y la creación de la arquitectura para las víctimas y las tierras auguraba un repunte en esta difícil materia. El problema ha sido de ejecución. Los encargados de la restitución agraria han estado en el ojo del huracán por su lenta implementación mientras que desafíos como la reconstrucción tras la emergencia invernal están hoy atascados por los engranajes del aparato burocrático del Estado.

Si hay un sector donde las expectativas reinan es la economía. Los bajos niveles de apoyo al presidente Santos en los estratos populares reflejan que algo está pasando con los mecanismos de redistribución en tiempos de bonanza. Mientras los más pudientes de la sociedad respaldan mayoritariamente al Ejecutivo, las clases medias y los pobres registran índices similares de pesimismo frente a la actual situación económica, rechazo a la imagen del mandatario e insatisfacción frente a su gestión.

El gran interrogante ahora es si el bajonazo presidencial y el escepticismo nacional mantendrá su tendencia a la baja o habrá una rectificación en el rumbo. Porque si los resultados de la más reciente encuesta han sorprendido a la mayoría de los colombianos, mucho más sorprendidos deben estar los inquilinos de la Casa de Nariño.
 
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