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¿Qué pasa en Medellín?

El crimen de un fiscal y un capitán del Ejército muestra que a pesar de los golpes, quedan peligrosos retoños de la mafia en la capital antioqueña.

26 de julio de 2008

En Medellín han sido derrotadas dos generaciones de narcotraficantes. La del cartel de Pablo Escobar, cuyos miembros terminaron muertos o detenidos, y la de los paramilitares que fueron extraditados como 'Don Berna', o los que están negociando directamente con la justicia de Estados Unidos como 'Don Mario' y 'Rogelio'. Pero una tercera generación ya está preparada para seguir la saga del crimen organizado. Se trata de una mezcla perversa de paramilitares que nunca se desmovilizaron o que volvieron a sus viejas andanzas, de narcos que siempre han estado en la sombra, de bandoleros de barrio cuyo poder está creciendo y, lo que es peor y más preocupante, de sectores corruptos de la fuerza pública y la Fiscalía.

El campanazo sobre la dimensión del problema sonó el pasado 17 de julio, cuando en el barrio San Javier, de la comuna 13, fueron acribillados el capitán del Gaula del Ejército Gerardo Ramírez Blanco, el fiscal 250 Javier Lozada Guzmán, el abogado Miguel López y el conductor José Oyola. Sobrevivió, con heridas graves, el subteniente retirado del Ejército John Edison Giraldo Hincapié. Las autoridades de la ciudad no tienen duda de que el episodio fue un ajuste de cuentas entre grupos del crimen organizado, que podría ser apenas la punta del iceberg de la infiltración de la mafia en los organismos de seguridad de Medellín y el área metropolitana.

Ni los militares ni el fiscal estaban en misión oficial esa noche. El lugar donde se encontraban era una supuesta ONG fundada por el subteniente retirado, cuya hoja de vida deja mucho que desear. En junio del año pasado, Giraldo Hincapié había sido capturado con las manos en la masa en un secuestro que él dirigía y en el que participaron varios soldados. Nadie se explica cómo es que logró eludir la justicia, pues en su caso se vencieron los términos para ser acusado por la Fiscalía y recuperó la libertad, mientras el resto de la banda está siendo juzgado por este delito.

Existen fuertes sospechas de que el subteniente tenía protección de militares y fiscales. En junio, en dos ocasiones, la Policía había sido alertada sobre la presencia de personas sospechosas en la comuna 13. Resultó ser, en ambos casos, un grupo al mando de Giraldo Hincapié, quien siempre se identificó con un carné como oficial activo del Ejército y dijo pertenecer a la regional de inteligencia de la Cuarta Brigada (Rime). Él y sus acompañantes portaban subametralladoras MP5, de uso privativo de las fuerzas militares, y estaban, según testigos, en compañía de personas que se identificaron como del CTI de la Fiscalía. Nadie ha podido explicar por qué la noche de ese jueves, el capitán del Gaula y el fiscal Lozano estaban reunidos con este delincuente y su abogado.

Lo que sí se sabe es que por lo menos un alto oficial de inteligencia militar de la Cuarta Brigada está en la mira de los organismos antidroga de Estados Unidos y que por esta razón le fue negada la visa para ingresar a ese país en una misión oficial.

Este año Medellín ha vivido un reacomodo de las mafias. Los herederos de la Oficina de Envigado -Yiyo, Douglas y Valenciano- siguen usufructuando las rentas de los juegos de azar, 'vacunando' el transporte público y sirviendo como sicarios para todo tipo de ajustes de cuentas. Muchos de ellos amparados por la impunidad que les brindan sus nexos con agentes corruptos de los organismos de seguridad. Muy a pesar de que la Policía ha dado una dura batalla contra la Oficina de Envigado, con la captura de importantes cabezas de esa banda como Alirio, el 'Cebollero', o el jefe de los 'Triana', también subsisten oficiales que por un puñado de dólares los dejan seguir actuando. Y en el caso de la Fiscalía, de cuya infiltración por parte de la Oficina de Envigado se tuvo noticia desde hace más de 15 años, aún no se ha investigado y descubierto la red que existe al servicio de la mafia y que le garantiza su actuación impune.

El riesgo es que si no se descubren estas redes corruptas, la ciudad quizá tendrá que ver de nuevo cómo se convierten en grandes capos los que ahora son considerados apenas criminales de barrio.