CONTROVERSIA

Así fue la 'cumbre' Trump, Uribe y Pastrana

SEMANA revela los detalles desconocidos de la polémica reunión en Mar-a-Lago, el paraíso del presidente de Estados Unidos en Palm Beach. Encuentro se convirtió en una obsesión nacional.

22 de abril de 2017

Sobre la reunión de los expresidentes colombianos con Donald Trump subsiste solo un misterio: quién la organizó. Por alguna razón, ni Álvaro Uribe ni Andrés Pastrana les han aclarado a sus allegados quién fue el intermediario. Se sabe que desde hacía meses se había planeado el encuentro y se especula que el hombre clave fue el excandidato a la Presidencia de Estados Unidos y hoy senador republicano Marco Rubio. Sin embargo, nadie lo confirma.

Lo que es un hecho es que por tener Uribe y Pastrana un enemigo en común, Juan Manuel Santos, los dos han dejado a un lado sus antiguas diferencias. Sin embargo, no tanto como para viajar juntos, como dos niños de colegio, a buscar una entrevista con el presidente de Estados Unidos. Ese show ya lo hicieron Uribe y Santos con el papa Francisco y a ninguno de los dos les sirvió. Por eso llamó la atención que los dos expresidentes se hubieran convertido en los nuevos mejores amigos para esa aventura.

El paraíso de Donald Trump en Palm Beach se llama Mar-a-Lago. Todos los que quieren tropezar con el mandatario norteamericano en la taberna pagan por estar ahí, pues Trump ha ido dos veces al mes desde que fue elegido. El presidente se pasea informalmente por el restaurante, saludando a todo el mundo, y casi todos los días que va juega golf. Como Uribe y Pastrana no practican ese deporte, hay que asumir que su visita a ese club solo tenía un propósito: conocer al presidente norteamericano.

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El encuentro fue informal, pero estaba planeado. En una mesa del restaurante se encontraban Trump con su secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y sus respectivas esposas. En una mesa cercana estaban sentados Uribe, Pastrana y el misterioso anfitrión, cuyo nombre no ha sido revelado. Trump fue a saludarlos y habló con ellos durante unos minutos. La conversación fue social, aunque las palabras “Colombia” y “Venezuela” fueron mencionadas. Después dijo que quería presentarles al secretario del Tesoro y a las dos esposas, y los llevó a su mesa. Ahí hablaron otros cinco minutos, intercambiaron saludos protocolarios y ahí terminó el asunto.

La reunión que se había convertido en una obsesión nacional no fue ni siquiera registrada en la página web de la Casa Blanca, donde aparecen todas las actividades del presidente de Estados Unidos. En la rueda de prensa que diariamente tiene que dar Sean Spicer, el secretario de Prensa de la Casa Blanca, algún periodista le preguntó si era verdad que Trump se había reunido con los exmandatarios colombianos, pues tenía entendido que en Colombia ese rumor se había convertido en un grueso debate político. Spicer manifestó no tener conocimiento al respecto.

Poco tiempo después salió el comunicado de la Casa Blanca diciendo en pocas líneas que había tenido lugar una “breve reunión” sin mencionar el contenido de la misma. Sin embargo, un día después Sarah Huckabee Sanders, vocera de la Casa Blanca, minimizó aún más la reunión diciendo que los expresidentes estaban con un miembro del club y que no hubo nada más allá que un ‘quick hello’. El bajonazo de “breve reunión” a ‘quick hello’ puede haber sido el producto de la indignación que le produjo al presidente Santos ese episodio. Recibir a la oposición antes que al jefe de Estado es un inaceptable desaire diplomático. No es imposible que la embajada colombiana en Washington le hubiera dejado saber a la Secretaría de Estado norteamericana el disgusto del gobierno colombiano para que la vocera de la Casa Blanca le bajara el nivel al controvertido encuentro.

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Álvaro Uribe, quien trina sobre lo divino y lo humano, no se pronunció. Andrés Pastrana, por el contrario, trinó: “Gracias a @POTUS @realDonaldTrump por la cordial y muy franca conversación sobre problemas y perspectivas de Colombia y la región”. Esa interpretación le disgustó bastante al jefe del Centro Democrático, quien en privado recalcó que no había sido más que una reunión social.

Las especulaciones en Colombia sobre la reunión fueron más dignas de una república bananera que de un país serio. Los miembros del Centro Democrático inflaron su importancia como si se tratara de un punto de quiebre en las relaciones entre los dos países. Los funcionarios del gobierno la minimizaron aun más que la Casa Blanca y algunos la dramatizaron como si fuera una traición a la patria.

Las dos versiones son sesgadas. El encuentro fue simplemente una conversación informal, de breves minutos, sin mayores consecuencias diplomáticas. A Trump Colombia le interesa muy poco, pues de por sí es bastante ignorante en materia de geopolítica y los países a los que les dedica tiempo son los que tienen potenciales conflictos con Estados Unidos y cuyas relaciones se han tensionado en las últimas semanas: Rusia, Siria, Corea del Norte, Irán, etcétera. El proceso de paz colombiano es un tema hoy lejano en la agenda y de poca prioridad para Trump, pero para el Departamento de Estado el aumento del área de coca cultivada no es un asunto trivial. De ahí que su disponibilidad para escuchar a la oposición colombiana habría obedecido más a presiones burocráticas de sus subalternos o de un senador amigo que a un interés personal.

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El nuevo gobierno norteamericano, con el eslogan de ‘America First’, está reduciendo el papel de Estados Unidos como policía y benefactor del resto del mundo. Eso se ha traducido en recortes presupuestales a la ayuda internacional en muchos países, probablemente incluyendo Colombia.

La conversación de Uribe y Pastrana con Trump no los hace responsables de esa decisión, pero definitivamente no ayuda. Lo que no deja de llamar la atención es que el presidente Trump hubiera aceptado reunirse con la oposición, así fueran breves minutos, antes que con el presidente de la república, con quien tiene planeada una reunión, esa sí de verdad, en mayo. Pero por más insignificante que haya sido el contenido del encuentro social de Mar-a-Lago, el presidente Santos lo ha considerado uno de los mayores insultos de los que ha sido objeto durante su gobierno.