ANÁLISIS

Gina Parody, la intransigente

Más allá del pulso con Fecode, la ministra Parody se juega su capital político. La mano dura es popular pero puede ser insostenible.

Rodrigo Pardo García-Peña
28 de abril de 2015

Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, aparece en actitud desafiante con la boca abierta –vociferante– y en sudadera tricolor. En la mano derecha lleva una foto de la ministra de Educación, Gina Parody, y con la izquierda la señala mientras grita: “Esta sí está peor que yoooo”. Se trata de una de los innumerables memes que han convertido a la ministra Parody en la gran protagonista del momento y en el centro de atención de las redes. Más allá de la gravedad y la importancia del paro de educadores y de su imprevisible final, el pulso de estos días es la apuesta política más importante para el futuro de Gina Parody. La ministra está en su momento decisivo. Y, según los memes, en su punto más difícil.

Se sabe que la exrepresentante a la Cámara, excandidata a la alcaldía de Bogotá, exdirectora del Sena y actual ministra de Educación tiene una vocación política de largo alcance. Su pilera natural y su inagotable capacidad de trabajo jamás pasarían inadvertidas ni, tampoco, sus aspiraciones de llegar muy arriba en el sector público. Quienes la conocen aseguran que no da un paso improvisado y que, por el contrario, actúa con fe ciega en los estrategas, las encuestas y los focus groups.

En el manejo del paro de Fecode la ministra Parody ha dejado ver la esencia de su ADN político. Ni su lenguaje ni sus formas han sido los tradicionales de un funcionario que se enfrenta a un sindicato que, para protestar, suspende un servicio esencial. No es ortodoxa ni previsible y, en esta coyuntura, ha sido elocuente y frecuente en los medios. Ha dejado saber que no negociará hasta que se levante el paro y ha expuesto ante los medios argumentos que normalmente se reservan para la mesa de negociación. Y ha asumido una posición dura con ropaje blando: no habrá negociación –dice– hasta que Fecode levante el paro porque –agrega– lo que importa son los niños y ellos deben estar en sus salones de clase.

Gina Parody pertenece a un gobierno que no es de mano dura. A Juan Manuel Santos le cuestionan que quiere quedar bien con todo el mundo. Lo critican, sobre todo, los simpatizantes de su antecesor, Álvaro Uribe, que sí era de corazón firme. La ministra de educación ha sido intransigente en un gobierno conciliador.

Y ha recibido críticas: a pesar de que la intransigencia –sobre todo si se ejerce en favor de los niños– suele ser una carta valiosa en el juego político, le dicen que se ha quedado sin salida porque, al negarse a hablar mientras haya paro, le entregó a Fecode el control de la situación. Por eso este martes Parody abrió una puerta cuando les dijo a los maestros sindicalizados que si levantan la protesta durante cinco días, se podría regresar a la mesa. La primera reacción del sindicato, en boca de Tarcisio Mora, su vicepresidente, fue negativa.

Pero falta ver cuál será el resultado final. Es muy poco probable que Luis Grubert Ibarra y demás directivos de Fecode levanten el paro antes del viernes, cuando se celebra el día mundial de los trabajadores, pero tampoco pueden quedarse en esa situación de manera indefinida. En el debate público Parody le va ganando a Grubert con la revelación de que ya había aceptado, antes del paro, un incremento del 10 % en los salarios de los maestros, sustentado en una reforma constitucional. Fecode sabe que la economía se está desacelerando y que la situación fiscal, con la caída de los ingresos del petróleo, no está boyante. Su petición de sustituir a Gina por el presidente Santos como interlocutor en la negociación no tiene ningún futuro.

¿Ganará o perderá Parody el pulso con los trabajadores de la educación? Todo depende, por supuesto, del resultado. Si se acaba el paro sin concesiones exageradas, alcanzaría una victoria como la de Ronald Reagan en el paro de los controladores aéreos en Estados Unidos. O como Margaret Thatcher en múltiples batallas comandadas como la 'dama de hierro'. Pero si se dilata el acuerdo o tiene que echarse para atrás, pagaría un precio en su ascendente carrera.

Parody no está sola. La apoya el presidente Santos no sólo por química personal, sino porque la apuesta por la educación es uno de sus tres huevitos –con la paz y la equidad–. La acompaña el ministro del trabajo, Luis Eduardo Garzón, que se las sabe todas en materia sindical. Y José Noé Ríos, el gran negociador. Y su colega de Hacienda, Mauricio Cárdenas, el que conoce el saldo de la chequera y, por consiguiente, el margen de maniobra para hacer concesiones. ¿Encontrarán Gina Parody y su equipo argumentos para hacer un giro en U que no quede como otra decepcionante 'patrasiada'? ¿Dará Fecode su brazo a torcer? ¿Logrará el procurador, que se reunió con Fecode, un acercamiento entre las dos partes?

Lo cierto es que, al final, a la ministra Parody se le evaluará por su capacidad de haber superado la situación, sin entregar mucho y sin demasiados días sin clases para los niños. La mano dura puede ser taquillera en el corto plazo, pero no necesariamente es sostenible a la larga. De hecho, se puede volver costosa.