JUDICIAL

El narco escándalo de las modelos

Esta es la historia de uno de los hombres más poderosos de la temida Oficina de Envigado que terminó integrado al mundo de la escena y el ‘jet set’ nacional.

10 de febrero de 2018

“Les puedo pedir un favor. ¿No será que podemos repetir la grabación en la que ustedes entran y me arrestan? Es que mire cómo me veo y yo no puedo aparecer así”. No lo dijo un actor para corregir una escena. Aunque parezca inverosímil, con estas palabras se dirigió a un grupo especial de la Dijín nada menos que Sebastián Murillo, uno de los hombres más importantes de la Oficina de Envigado, la temida organización sicarial y de narcos.

“Hermano, al menos déjeme bañar y arreglar un poquito para la foto de la reseña judicial. A mí me conoce mucha gente y no puedo aparecer desarreglado”, insistió el hombre ya con las esposas puestas.

La exótica solicitud no sorprendió del todo a los curtidos investigadores del grupo especial de la Dijín, quienes junto con la DEA y la Fiscalía llevaban varios años tras Murillo. “Sabíamos que se movía en el mundo de la farándula. Con actores y cantantes muy importantes. Frente a ellos siempre se presentó como un exitoso empresario y con la imagen de un hombre refinado, de buen gusto y buen vestir. Para él su imagen era muy importante”, contó a SEMANA uno de los investigadores.

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Esa escena ocurrió a las 6:30 de la mañana del miércoles 7 de febrero, cuando un grupo de uniformados allanó el lujoso apartamento en donde estaba Murillo en el sector de El Poblado en Medellín. Esa operación coordinada le dio un duro golpe a la cúpula de la Oficina de Envigado, pues terminó con la captura de otras seis personas en Medellín y Cartagena.

En el mundo de la mafia Murillo tiene los alias de Lindo y Lindolfo. Al preguntarle a qué se dedicaba, el hombre no supo qué responder. A su lado, una mujer no quería decir su nombre a las autoridades. “Ya contésteles. A usted solo le interesa su carrera”, le gritó Murillo.

Finalmente, ella se identificó como Vaneza Peláez, una reconocida presentadora de un programa de televisión. Aunque afirmó estar separada de Murillo hace algunos meses, la mujer se encontraba en una de las habitaciones del apartamento. Ellos se casaron en 2012.

Cuando se conoció el arresto de Murillo, se desató un pánico colectivo en la farándula. No era para menos. Su matrimonio le abrió a Murillo las puertas del jet set, un mundo en el que se movía cómodamente. Ofrecía frecuentes fiestas en su lujosa finca en Santa Fe de Antioquia a donde acudían reconocidos actores y cantantes.

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En ese lugar, Murillo, su familia y amigos disfrutaban de una docena de caballos ponis, de exóticas guacamayas y flamingos por los que pagó 30 millones de pesos cada uno. Uno de sus mejores amigos, el conocido cantante Pipe Bueno. A su vez, una de las mejores amigas de su exesposa, Daniela Ospina, estuvo casada con James Rodríguez. Ellas dos tenían intereses comunes en una compañía de ropa. Las autoridades indagan si Peláez aportó dinero proveniente de Murillo, caso en el cual podría ser objeto de extinción de dominio. Igualmente, las autoridades están seguras de que la exesposa del capitán de la Selección Colombia no tiene relación con el caso ni estaba al tanto de las actividades ilegales de Murillo.

No pocos famosos que estuvieron en fiestas y paseos con Murillo también invirtieron en sus negocios. Lo mismo ocurrió con empresarios y ganaderos paisas, y todos ellos ahora están con los pelos de punta. Y tienen razón para ello. En los dos años que duró la investigación, la Fiscalía y la DEA recolectaron centenares de horas de conversaciones interceptadas legalmente entre Murillo y todo su círculo. También hay decenas de fotografías de los seguimientos que agentes encubiertos realizaron durante más de 24 meses, las cuales hacen parte del proceso.

El cobrador de la mafia

Más allá de codearse con el jet set criollo, Murillo tiene una importancia indiscutible en el mundo del crimen. “Esta organización criminal prestaba sus servicios a otras bandas para cobrar deudas superiores a los 1.000 millones de pesos y obligaba a sus víctimas a firmarles el traspaso de sus bienes”, dijo el director de la Policía, general Jorge Nieto.

“Esta investigación de dos años deja un resultado muy importante en contra de la Oficina (...) Utilizaban una fachada de empresarios, pero estaban dedicados al tráfico de estupefacientes, las extorsiones y el cobro de deudas”, afirmó el director de la Dijín, general Jorge Vargas.

De solo 32 años, Murillo estuvo en el mundo de la mafia casi toda su vida. Su padre, Rodrigo Murillo, conocido con el alias de Jimmy, alcanzó a ser el quinto en la línea de mando del cartel de Medellín en los años ochenta. En esa época lo detuvieron en Estados Unidos y tras pagar una breve condena regresó a Colombia donde Pablo Escobar ordenó asesinarlo.

Sebastián Murillo entró en el radar de las autoridades antinarcóticos hace cuatro años cuando el entonces hombre fuerte de la Oficina, alias Freddy Colas, lo nombró como su reemplazo mientras esperaba su extradición.

Si bien siempre hay un capo visible, esa estructura funciona bajo las órdenes de una especie de junta directiva que toma las decisiones criminales de manera colegiada. Sebastián Murillo, que hacía parte de las ‘ligas inferiores’ del crimen, entró a formar parte de esa cúpula en 2015.

Concretamente, la investigación de las autoridades apunta a que Murillo ordenaba a su ejército de sicarios realizar cobros de la mafia. Operaban en forma eficiente y macabra. Si alguien debía dinero de drogas a una organización o un narco y no pagaba, acudía a Murillo, siempre que la deuda superara los 1.000 millones de pesos. Él enviaba a sus matones a cobrar el dinero en efectivo o, en la mayoría de casos, les quitaban las propiedades y bienes. Murillo, a su vez, tenía una red de testaferros para traspasarlos y, posteriormente, venderlos o entregarlos a cambio de una multimillonaria comisión, en promedio del 30 por ciento. En el allanamiento a su apartamento en El Poblado, las autoridades encontraron varias escrituras y un listado de personas para efectuar los sangrientos cobros.

La captura de Murillo destapará un escándalo similar al que en su momento ocurrió con el arresto del narco Camilo Torres, alias Fritanga. En julio de 2012, SEMANA reveló las fotos de su fastuosa fiesta en la que estaban varios reconocidos actores amigos del capo, quienes obviamente afirmaron que apenas lo conocían. Eso mismo ocurrirá con los actores amigos de Murillo, quienes desde su captura comenzaron a borrar las fotos que tenían con él en redes sociales.