CONFLICTO

Un secuestro que colmó la paciencia del Gobierno

¿Por qué el plagio a un alto militar, fuera de combate, llevó al presidente a suspender los diálogos con las FARC? Análisis de Semana.com

17 de noviembre de 2014
| Foto: SIG

El primer asunto sobre el que no debe haber discusión alguna es que jamás la responsabilidad es de las víctimas. Las FARC secuestraron a un general del Ejército que estaba fuera de combate en Chocó. Las FARC asesinaron a dos indígenas que protestaban porque les habían violado su territorio sagrado en Cauca. Las FARC son las autoras del plagio de dos soldados en Arauca. La culpa de estas acciones es de las FARC.

Para muchos sectores, esto que parece obvio, sin embargo, no es así. Son tantas las décadas de conflicto, que en el proceso para explicar lo inexplicable se termina por endilgar la autoría del horror a las propias víctimas. Desde la medianoche, cuando el presidente Juan Manuel Santos anunció la suspensión del ciclo de diálogos con la insurgencia que debía comenzar este martes en La Habana, hay voces que ponen un mayor acento en la imprudencia del oficial.

¿Por qué el brigadier general Rubén Darío Álzate, comandante de la Fuerza de Tarea Titán, se desplazaba sin escolta por una lancha por el río Atrato, en Chocó? ¿Por qué se metió a una zona infestada de guerrilla apenas en compañía del cabo primero Jorge Rodríguez y la abogada Gloria Urrego, coordinadora en este departamento de proyectos especiales del Ejército? Son preguntas válidas pero que no pueden hacer perder la perspectiva de que las FARC plagiaron a tres personas a pesar de su juramento, en abril del 2012, de no cometer más este delito.

Es cierto que el oficial cometió una imprudencia mayúscula, un asunto que -a propósito- se debe resolver con los códigos castrenses. Pero el acto del plagio es “inaceptable”, como dijo Santos.

De la misma manera que el asesinato de dos indígenas en Cauca. Rodrigo Londoño Echeverri, ‘Timochenko’, cree también en este caso que fue una “imprudencia” de los nativos. Para el número 1 de las FARC, “los guardias indígenas, envenenados por quizá qué razón, reclamaron y exigieron a los milicianos remover la valla”, que tenía una imagen de 'Alfonso Cano'. “Como estos no les hicieron caso, pasaron a agredirlos y a pretender quitarles su armamento y detenerlos. Los milicianos se retiraron del lugar y los guardias indígenas fueron tras ellos en la misma actitud” y “en medio de una lucha cuerpo a cuerpo, se producen los disparos que causan la muerte a dos de los guardias”.

No. La guerrilla no ha entendido que cada acción criminal mina gravemente la confianza del país en el proceso de paz. Si además este se alarga en el tiempo, se hace en la práctica inviable.

Este miércoles se cumplen dos años de la instalación formal de las conversaciones de paz en La Habana. En este tiempo se han visto avances reales. Se han firmado tres puntos de una agenda de seis. Este martes, los representantes de la guerrilla y del gobierno nacional iban a sentarse de nuevo para seguir discutiendo simultáneamente dos más. Son avances monumentales.

Pero también en este tiempo, las FARC han actuado con un cinismo insultante. Así, por ejemplo, menospreciaron al general de la Policía Luis Mendieta en su encuentro en La Habana. El oficial, que permaneció amarrado y encadenado durante 11 años en la profundidad de la selva, no recibió siquiera el reconocimiento de víctima. “Percibí que estaba escuchando a ‘Simón Trinidad’, a ‘Grannobles’ y al ‘Mono Jojoy’”, dijo al contar como le fue en lo que había podido ser un trascendental encuentro con 'Pablo Catatumbo', 'Iván Márquez' y compañía. No hubo un gesto de perdón, sino la acusación de que el único responsable de lo que le ocurrió fue él mismo.

En el caso de Clara Rojas, los improperios fueron humillantes. Tampoco la reconocieron como víctima sino que, además, afirmaron que ella “insistió tanto”, que “terminó quedándose” secuestrada en la selva. ¿Para qué? Para acompañar a Íngrid Betancourt, quien “también fue responsable de su secuestro”, según esta visión de las cosas. ¿Por qué? “Por imprudente”.

Todos estos casos y la decisión de Santos de suspender los diálogos deberían ser una oportunidad magnífica para que las FARC empezaran a asumir su responsabilidad en el horror que se ha vivido en Colombia. Seguramente si rectifican, los reconocen, piden perdón y sobre todo no vuelven a cometerlos, el proceso gana en confianza y es más fácil para las partes avanzar. Y de verdad, construir una paz duradera.

De lo contrario, el país seguirá atrapado en la violencia. Con acciones que sacuden día a día a los colombianos y en donde cada uno trata de salvarse y por eso termina por señalar a la víctima: “Algo hizo para que le pasara eso”. Y eso, en la práctica, provoca parálisis como en la que se está ahora.