NACIÓN

Seis semanas de entrenamiento para eliminar minas antipersona con las FARC

En Tolemaida los militares acordados para el "desminado humanitario" reciben capacitación basada en una formación teórica y práctica.

26 de junio de 2015
El desminado humanitario puede llevar años y habitualmente se hace en periodos de postconflicto. | Foto: Archivo SEMANA

Durante seis intensas semanas los aspirantes a desminar Colombia mediante el plan acordado entre el Gobierno y las FARC cumplen en una base militar un concienzudo entrenamiento que incluye a partes iguales teoría y práctica para afrontar una vida marcada por la tensión.

El "desminado humanitario", que ya comenzó a través de un proyecto piloto en el municipio de Briceño, en el departamento de Antioquia, exige aumentar el número de efectivos dedicados a esa tarea y para ello la Base de Tolemaida lleva cuatro meses a pleno rendimiento.

La instalación militar, la más importante de Colombia, está en una sofocante región del departamento del Tolima y allí se han graduado en ese tiempo unos 900 profesionales que ahora se repartirán por el país para tratar de ubicar las indeterminadas minas sembradas durante décadas por las FARC.

Su principal tarea será realizar "estudios no técnicos", es decir, acercarse a las comunidades y preguntar a los vecinos si han oído alguna explosión o si han notado indicios que alerten de la presencia de artefactos, como animales muertos.

Así se delimitan las zonas consideradas potencialmente peligrosas que luego se analizarán en detalle; sin embargo, su formación en este vasto complejo, en el que al mismo tiempo se prepara a los soldados para ir a combate, es completa y se desarrolla bajo techo y a campo abierto.

"En esas seis semanas la formación es mitad teórica y mitad práctica. La parte teórica es el conocimiento del Estándar Internacional de Acción contra Minas y el procedimiento operacional, que es el estándar nacional. La parte práctica son estudios técnicos y el despeje de zonas", detalla a EFE el capitán Luis Fernando Serna.

Serna es comandante del grupo antiexplosivos en Tolemaida, donde entrena a los jóvenes que se apuntan a tan peligrosa misión, en la que a veces cuentan con experiencia previa como desminadores militares, que en Colombia ascienden a casi 9.000 efectivos.

¿La diferencia? El desminado militar limpia sólo la zona por donde pasa la tropa, se hace en medio de una operación y con la tensión de que la guerrilla puede aparecer en cualquier momento. Hay que ser rápido y certero.

El desminado humanitario, al contrario, puede llevar años y habitualmente se hace en períodos de posconflicto, salvo en Colombia, donde mientras en varias zonas la contienda se desarrolla, en otros lugares se trabaja al detalle.

Al ser tareas diferentes, la formación para cada una cambia, indica Serna, aunque en todos los casos los muchachos estudian la composición de los explosivos y los elementos que dan la pista sobre su ubicación, como terreno removido o cables semiocultos.

En cualquier caso, el tiempo de entrenamiento se ha reducido considerablemente. El desminador Luis Fernando Roa Urrego, curtido en numerosos terrenos de Colombia, cuenta que hace una década tardó cuatro años en formarse.

"Llevo diez años trabajando. He dedicado mucho tiempo y me ha dado duro. Me gustaría que todo el mundo nos admirara porque vieran este trabajo tan duro que es ser desminador y enfrentarse día tras día a un campo minado", afirma emocionado.

En su "especializada" formación, Roa fue capacitado por expertos de Brasil, Trinidad y Tobago y Nicaragua, que le enseñaron a adaptarse a un terreno versátil en el que las minas cambian con el tiempo.

También fue ampliando conocimientos en comunicaciones, demoliciones y aprendió a "abrir brecha", para que sus compañeros pasaran, con el desminado militar.

Hoy, tras innumerables jornadas de tensión en condiciones adversas, Roa se pone el traje con la facilidad de la costumbre y muestra en Tolemaida sus conocimientos, que exigen nervios de acero para dominar la tensión diaria que supone este trabajo que, por lo demás, le llena de satisfacción.

"Es un trabajo muy bonito; un trabajo al que toca dedicar mucho tiempo, mucha humanidad como persona. La gente es muy agradable porque sabe que lo que se despejan son campos minados, escuelas, sitios por donde no puede pasar... y la verdad, la gente retorna a sus tierras muy agradecidos con el trabajo humanitario", asegura.