Dentro de los muchos listados que se hacen en el mundo cada año para escoger las mejores ciudades para vivir, hacer negocios, trabajar o con la mejor calidad de vida, las europeas, las asiáticas y las estadounidenses siempre están en los primeros lugares. Difícilmente una latinoamericana se logra colar y las colombianas nunca aparecen en primera fila, salvo que se trate de algo negativo.
Por eso, la designación de Medellín como la ciudad más innovadora del planeta, por encima de Nueva York, que es la capital del mundo, o de la moderna Tel Aviv, causó sorpresa y felicidad no solo entre los paisas, sino en todo el país, que sintió como propio este triunfo. El hecho de que The Wall Street Journal, el periódico económico más prestigioso del mundo; el Citibank, un experto en hacer toda clase de listados; y el Urban Land Institute, que desde 1936 ha trabajado por mejorar las políticas urbanas, le hayan dado este reconocimiento a la capital antioqueña no deja de llamar la atención, pues logró imponerse, primero, sobre 200 ciudades de los cinco continentes, y después sobre las 25 semifinalistas entre las que sobresalían Toronto, Berlín, Hong Kong, San Francisco, Londres, entre otras.
Con este premio no es que se ponga a Medellín en la misma categoría de las urbes que están desarrollando lo último en tecnología en Estados Unidos, Corea, Japón o China. Medellín no es Silicon Valley. Este es un reconocimiento a una ciudad que ha logrado crear en una década fórmulas innovadoras y creativas para enfrentar y resolver los problemas de sus habitantes, los mismos a que a diario aquejan a millones de personas en el planeta. Para los organizadores, el hecho de que la capital antioqueña haya sido capaz de construir, no un metro, sino un sistema de transporte eficiente y digno que a diario moviliza a más de 500.000 personas de todos los rincones de la ciudad, es admirable. Innovar es usar un teleférico –que por lo general se instala para acceder a sitios turísticos, o unas escaleras eléctricas de centro comercial de lujo– para mejorar la movilidad y calidad de vida, especialmente de los más pobres.
También lo es la forma como la ciudad logró disminuir las tasas de criminalidad con políticas locales y con el uso de tecnología e innovación, uno de los flagelos de muchas ciudades. Pero también lo es invertir recursos públicos en construir bibliotecas, colegios y parques en las comunas, en hacer una fuerte intervención para renovar zonas deprimidas e integrarlas a la ciudad. Y también lo es, según los organizadores del premio, que estuvieron de visita en Medellín en diciembre, que una ciudad tenga su propia empresa de servicios públicos de nivel mundial, sin presencia de grandes multinacionales, y que reinvierta parte de sus utilidades en obras y programas sociales.
En el ámbito nacional lo importante de esta distinción es que da luces a otras ciudades que, como Bogotá, parecen haber perdido el rumbo, o a muchas otras que no lo han podido encontrar. Y, además, es un buen ejemplo de cómo el sector público, las universidades y la empresa privada pueden trabajar juntos por un mismo objetivo para lograr grandes cosas. Sin embargo, aunque parece simple, la fórmula Medellín no es tan sencilla de explicar y para escribir un recetario se requiere mirar el ciclo virtuoso que comenzó Sergio Fajardo en 2004.
Todos conocen la forma como el narcotráfico y la violencia de los años ochenta y noventa pusieron al descubierto que detrás de esa Medellín pujante, empresarial e innovadora se escondía otra ciudad: la de miles de personas que crecieron en la miseria, sin oportunidades y de espaldas al Estado. Este triste capítulo la convirtió en una de las capitales más violentas del mundo, con tasas de homicidios de 375 muertos por 100.000 habitantes, y en la que las personas salían a la calle con la incertidumbre de que posiblemente no volverían vivos a sus casas.
De la guerra contra Pablo Escobar y las oficinas de sicariato se aprendió –con experiencias como la Consejería para Medellín que se creó en 1990– que con llenar los barrios y calles de Policía y Ejército, sin resolver los problemas de la gente y sin darles oportunidades de vida, no se podía ganar la guerra. Esto llevó a varios alcaldes a realizar millonarias inversiones en programas sociales y en obras de infraestructura en las comunas, que sin embargo, no lograron romper los círculos de violencia y pobreza.
La gran transformación empezó en 2004, cuando fue elegido alcalde de la ciudad Sergio Fajardo. ¿Qué fue lo que hizo? Tratar de cambiar la sociedad y transformar la capital antioqueña a partir de la educación, de la renovación urbana, del emprendimiento y la cultura. Obras públicas como bibliotecas, parques, colegios y programas sociales en las zonas más pobres, en compañía de programas sociales y culturales, llevaron al Estado barrio adentro. “Con esta política se logró cambiar una marca de ciudad que estaba asociada con el narcotráfico por la de la innovación, que significa que sabemos resolver problemas, nos atrevemos a cambiar y que somos capaces de unirnos como sociedad”, dijo Fajardo después de conocer el premio.
La tripleta ganadora
Además de unir a empresarios, universidades, líderes y habitantes para construir una mejor ciudad, el otro secreto del éxito ha estado en la continuidad de las políticas y en un objetivo común en las administraciones de los dos alcaldes siguientes. Los burgomaestres Alonso Salazar y Aníbal Gaviria han seguido adelante con los programas sociales, con la inclusión social, con el combate a las organizaciones delictivas, eso sí, cada uno con sus énfasis e innovaciones. El mismo Gaviria reconoce que la receta del éxito está en varios buenos gobiernos sucesivos y sintonizados. Es lo mismo que pasó en Bogotá en los tiempos de Peñalosa y Mockus.
El empresario y líder antioqueño Nicanor Restrepo Santamaría reconoce que si algo se demostró en las alcaldías de Fajardo, Salazar y Gaviria es que si “todos empujamos para el mismo lado se pueden lograr grandes cosas”.
Para Juan Esteban Betancur, director de Proantioquia, este logro es el resultado de la alianza público privada en la que han participado empresarios de todos los sectores, universidades, fundaciones y ONG que han acompañado, pero también vigilado, los programas de las administraciones públicas en beneficio de la comunidad. Un ejemplo de ello es la enorme cantidad de empresarios voluntarios que participan en actividades de educación en las comunas de Medellín o los que acompañan los planes de negocios de muchachos que están en la universidad.
David Bojanini, presidente del Grupo Sura, coincide en que el proceso de transformación que ha vivido la ciudad ha sido posible gracias no solo a la capacidad innovadora sino a la visión clara y transparente de la gestión pública. Sin embargo, reconoce que este premio significa sobre todo un gran reto para utilizar esa fortaleza creativa en la solución de los problemas que aún persisten.
Entre las responsables del éxito están, tal y como lo reconoce el premio, están las Empresas Públicas de Medellín (EPM), que en cierta medida se beneficiaron de la experiencia del Grupo Empresarial Antioqueño. Como se recuerda, a comienzos de los años setenta varias compañías insignes paisas empezaron a ser compradas o tomadas por empresarios de otras regiones. Para defenderse, los paisas se unieron e hicieron un cruce de acciones entre ellos, que se conoce como el enroque, y se quedaron con el control absoluto de empresas como Suramericana, Noel o la Compañía Nacional de Chocolates. Y estas fueron el caballito de batalla que les permitió convertirse en lo que es hoy: uno de los grupos empresariales más sólidos de Colombia y de la región. Ni las multimillonarias ofertas de gigantes mundiales les han hecho doblegar su principio de ser una empresa nacional.
Esa filosofía terminó siendo reproducida en cierta medida en EPM. Frente al dilema que se les impuso a las empresas públicas en los años setenta y ochenta en América Latina de ser vendidas y privatizadas para poder prestar servicios públicos eficientes y llegar a altas coberturas, la dirigencia antioqueña y sus habitantes optaron por no venderla, ‘blindarla’ frente a la corrupción y la politiquería y manejarla con la eficiencia de una privada. Si hay una empresa más querida y con más socios que Ecopetrol, es EPM, que está en el corazón de los paisas. Solo el año pasado, EPM le entregó a la ciudad 900.000 millones de pesos.
Pero EPM también ha sido el motor del conocimiento y la innovación. Uno de los nuevos símbolos de Medellín es el metrocable, y si se quiere, su semilla germinó allí. Para la construcción de la hidroeléctrica de Guadalupe, la empresa tuvo que tender –hace 48 años y por lo escarpado de la geografía– un teleférico para movilizar a los empleados entre Gómez Plata y El Salto. Al terminar la obra y frente a las necesidades de cientos de campesinos, la empresa les permitió movilizarse. Hoy los campesinos mueven todo tipo de carga y mercancía. Por 20 viajes pagan 100 pesos.
Ese modelo se replicó en la ciudad, pero a gran escala. Y como los paisas son negociantes, con su éxito crearon una empresa que asesora a otras ciudades para el diseño, la construcción, el mantenimiento y el manejo de emergencias de este medio de transporte. Entre sus clientes están urbes como Río de Janeiro, Cali o Bogotá, que tiene desde 1955 el teleférico turístico a Monserrate, pero donde –a diferencia de Medellín– a ningún alcalde se le ocurrió adaptar un sistema similar en los barrios de ladera.
El metro es otro de los grandes orgullos paisas. Los ciudadanos tienen un gran espíritu de pertenencia y –a diferencia de lo que ocurre con los metros de las grandes metrópolis, como el de Nueva York, que son sucios y descuidados– el de Medellín parece una taza de plata. Ramiro Márquez, el gerente del Metro de Medellín, dice: “Nuestra filosofía no es solo mover gente de un lugar a otro. Es agregar valor con cultura, con lectura, con arte y con respeto por los demás”.
Nadie discute que Medellín tiene méritos para haber sido destacada como la ciudad más innovadora y el listado ejemplar podría seguir. Pero los retos en el futuro no son menores. Y así lo reconoció el propio alcalde Aníbal Gaviria cuando dio a conocer la noticia. “Este reconocimiento no tendría sentido si no se avanza en una Medellín más segura y más equitativa. El resultado final debe ser ese”, dijo. De hecho, mientras en la Alcaldía de Medellín se anunciaba el triunfo en el concurso del Citigroup, en un auditorio cercano el representante de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia, Todd Howland, presentaba su informe anual. Al evaluar la situación de Medellín fue enfático al calificarla como una de las ciudades más inequitativas del mundo.
El arzobispo de Medellín, Ricardo Tobón, también llamó la atención sobre otra realidad de Medellín. “Últimamente, se ha publicitado mucho que Medellín es la más educada, que es una ciudad incluyente, que es un modelo de urbe innovadora. Todo eso debe ser cierto, cuando lo repiten tanto, pero sabemos y constatamos cada día que nuestra región es la más violenta del país, que pasan los años y no logramos aprender una convivencia pacífica y que en nuestros barrios nos estamos matando”.
Sin dudas, el premio es una demostración de que en Medellín las cosas se están haciendo bien y es un gran reconocimiento para una sociedad que ha tenido que pagar un alto precio. Pero como dice el propio Aníbal Gaviria, la guerra aún no se ha ganado.
La fórmula ganadora
Detrás del gran salto que dio Medellín en una década están la continuidad en las políticas de tres alcaldes, las alianzas entre los sectores público y privado, los proyectos de inclusión social en las zonas más deprimidas y el gran impulso a la educación.
Un plan claro
Desde 2004 el alcalde Sergio Fajardo comenzó su programa Medellín la más educada, que generó una transformación de la ciudad y unió a los paisas en un objetivo común. El secreto del éxito ha estado en la continuidad e innovación de estas políticas por parte de Alonso Salazar y Aníbal Gaviria.
Metrocable
- El primero se construyó en la comuna nororiental, una de las más golpeadas por la violencia en los años ochenta.
- El segundo sirve a la comuna 13.
- Alrededor se ha creado un equipamiento urbano que ha transformado los barrios más pobres de Medellín.
Escaleras eléctricas
- Sirven a San Javier, una de las zonas marginales de Medellín. Uno de sus barrios es Las Independencias, a donde pobladores de otros municipios construyeron sus casas sin planeación urbanística.
- Alrededor de 12.000 personas instaladas en aquellas empinadas montañas evitan usar un sendero de 350 escalones, equivalentes a un edificio de diez pisos.
- El Municipio invirtió 10.000 millones de pesos para cambiar completamente la cara de este deprimido sector. Las escaleras son un referente de la zona.
Metro
- La columna vertebral de la movilidad son las dos líneas de metro, que movilizan 500.000 pasajeros al día.
- Es amigable con el ambiente y los pasajeros. Evita emisiones por 175.000 toneladas de CO2.
- El respeto por el pasajero y su limpieza son modelo en el mundo.
Sistema Integrado de Transporte
- Metro.
- Metrocable.
- Metroplús.
- Buses.
- Bicicletas públicas (105 bicicletas públicas en la zona urbana y 40 en la zona rural).
- Tranvía (en construcción).
- Metrorriel (en diseño).
Empresas Públicas de Medellín
- Prestan servicios domiciliarios con la calidad, eficiencia y cobertura de las mejores ciudades del mundo.
- Entregan gran parte de sus utilidades a la Alcaldía, que las reinvierte en obras y planes sociales. El año pasado ascendieron a 900.000 millones de pesos y este año llegarán al billón.
- Por ejemplo EPM creó, con la Alcaldía, un fondo de becas para que los mejores estudiantes de estratos 1, 2 y 3 puedan estudiar en universidades públicas y privadas. Este año beneficiarán a 25.000 personas.
Renovación urbana
Colegios, parques y bibliotecas, especialmente en las zonas de bajos estratos. Se destacan el Parque Biblioteca España y el Parque Explora.
Una dura competencia
¿Qué tienen en común Nueva York, Tel Aviv y Medellín? Aparte de que las tres resultaron finalistas en el concurso de la ciudad más innovadora, comparten un pasado marcado por la violencia y el terrorismo. Nueva York quedó marcada por los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas, los cuales dejaron más de 3.000 muertos. Tel Aviv, la capital de Israel, también ha sufrido ataques terroristas por el conflicto que vive en el Medio Oriente. Medellín vivió una época oscura a comienzos de la década de los noventa por los atentados del narcotraficante Pablo Escobar.
Pero estas ciudades tienen mucho más cosas positivas para mostrar. Nueva York ha desarrollado proyectos para construir escuelas amigables con el medio ambiente, con el fin de ahorrar energía y agua. Gracias a los programas de conservación, el consumo del líquido se encuentra en su nivel más bajo en 50 años. La ciudad, a pesar de ser una de las más pobladas de Estados Unidos, tiene el 20 por ciento de su superficie con espacios verdes. Además, sigue en la lucha para combatir la contaminación. Cerca del 25 por ciento de sus más de 13.000 taxis son vehículos híbridos o de diésel limpio. La flota de transporte público es considerada la menos contaminante de Estados Unidos. Nueva York es una de las ciudades más cosmopolitas del planeta con una gran oferta cultural.
Tel Aviv, por su parte, con una población cercana a los 450.000 habitantes, se destaca por sus sistemas de tren ligero. La ciudad es una de las más innovadoras gracias a las investigaciones de su prestigiosa universidad pública. Actualmente CA Technologies adelanta la construcción de un gran centro de innovación. Llamada la Ciudad Blanca, esta capital se caracteriza por tener una de las arquitecturas más modernas, con cerca de 4.000 edificios que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.