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Timochenko en Bogotá, ¿irá también a Oslo?

Como una de los partes del acuerdo, el máximo jefe de las FARC podría ser invitado a la ceremonia del Premio Nobel de Paz. Aún no está confirmado.

23 de noviembre de 2016
| Foto: Archivo SEMANA

Las FARC han recorrido un largo camino desde la época en que su jefatura hablaba “desde las montañas de Colombia” y la ceremonia en la que este jueves, el máximo jefe de esa guerrilla, Rodrigo Londoño, Timochenko, firmará el nuevo acuerdo de paz con el Gobierno, pero en esta ocasión desde el Teatro Colón, en el corazón de Bogotá. Hace apenas unos años era impensable, y muchos ya se preguntan si ese trayecto incluso podría llevarlo hasta la ceremonia de entrega del premio Nobel de Paz al presidente Juan Manuel Santos, el 10 de diciembre en el ayuntamiento de Oslo, Noruega.  

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Después de todo, desde el momento en que pisó tierra bogotana este lunes, luego de haber abordado un vuelo fletado por el Comité Internacional de la Cruz Roja desde La Habana, Londoño se convirtió en el primer jefe máximo de las FARC que llegó a la capital protegido por el Estado. 

Su presencia en la capital es de un enorme simbolismo, pues el líder de la guerrilla que le hacía la guerra al Estado termina aceptando la protección del mismo, subraya Jorge Restrepo, director del CERAC. La salida de la clandestinidad y la reafirmación de que se acabó el conflicto armado interno estarán implícitas durante la firma, un evento con una gran responsabilidad en términos políticos para las FARC, pues cada gesto y cada palabra serán objeto de escrutinio.

Es la primera vez en la historia de la guerrilla que el Secretariado en pleno llega a Bogotá para refrendar con su presencia que el camino recorrido es irreversible. El hecho es histórico si se tiene en cuenta que, por ejemplo, Tirofijo aseguró varias veces que la ciudad más grande que conoció en su vida revolucionaria fue Neiva.

Como una primera señal de lo que será su paso a la vida política legal, apunta por su parte el senador del Polo Democrático Iván Cepeda, facilitador del proceso, debería ser la invitación al máximo jefe, el mismo que rubricará su firma en el nuevo acuerdo, a la ceremonia del Nobel de Paz. Pero ¿qué tan viable es?

La Casa de Nariño no ha revelado muchos detalles de lo que será la ceremonia en Oslo. Se sabe, eso sí, que en esta ocasión al presidente no lo acompañará una gran comitiva. Por ahora en Palacio se habla de un grupo de 30 personas. El presidente ha decidido que quienes lo acompañen a recibir el premio sean miembros de su familia y personas que hayan sido clave en la negociación con las FARC. Muchos creen que allí pueden estar los negociadores del Gobierno, pero no se sabe si también estarán miembros de la guerrilla. El Gobierno ha sido muy reservado con esa información.

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Son tan pocos los invitados, que incluso se ha hablado que hay familiares del presidente que no podrán llevar a sus esposas y que no más del 10 % de los invitados serán amigos del primer mandatario.

El reconocimiento a ambas partes

El debate de si Timochenko debe ir al Nobel tiene complejidades. Por un lado, hasta antes del batatazo del No en el plebiscito, las apuestas apuntaban a que el Nobel sería otorgado a los artífices de la paz en Colombia, Santos y Rodrigo Londoño. Es decir, un reconocimiento a las dos partes de la negociación, como ha ocurrido varias veces cuando se entregó a un proceso en concreto: el de Sudáfrica, Oriente Medio e Irlanda del Norte. Hasta el admirado Nelson Mandela compartió su Nobel con su contraparte, Frederik de Klerk.

Mucho se especuló sobre las razones para que Londoño no fuera incluido en el anuncio, cinco días después del plebiscito, y no pocos señalaron que, de carambola, el No fue el responsable de que sólo se premiara a Santos para apuntalar al tambaleante esfuerzo de paz. Tras la noticia del Nobel, en su primera reacción en Twitter, el jefe de las FARC se limitó a decir que el "único premio" que anhelaba era el de la paz con justicia social y sin paramilitarismo para Colombia. Dos horas después felicitó en otro mensaje “al presidente Juan Manuel Santos, a garantes Cuba y Noruega, acompañantes Venezuela y Chile, sin los cuales sería imposible la Paz". En cualquier caso, en más de una ocasión se ha reconocido a dos partes en una negociación concreta.

En 1993, el comité premió a Mandela y de Klerk, arquitectos del final pacífico del apartheid, el sistema de segregación que discriminaba a la mayoría negra en beneficio de la minoría blanca.

Al año siguiente, el Nobel fue para tres protagonistas del proceso de paz entre Israel y Palestina: Shimon Peres, fallecido este año y para la época ministro de relaciones exteriores israelí; el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, asesinado en 1995, y el presidente palestino Yaser Arafat, muerto en el 2004, es decir, la otra parte.

El referente más cercano data de 1998. Ese Nobel fue entregado conjuntamente a John Hume y David Trimble por sus esfuerzos para una solución pacífica en Irlanda del Norte, el conocido acuerdo de Viernes Santo firmado por las principales fuerzas políticas. Trimble era el líder del partido protestante y Hume el del partido católico, aunque ese premio dejó por fuera al líder del Sinn Fein, Gerry Adams, el bando más vinculado al ejército republicano irlandés, el IRA.

La gran diferencia es que en esos casos, el propio Nobel fue otorgado a los dos actores que firmaban la paz. Ningún bando invitó al otro, el comité los incluyó, a diferencia de lo pactado en La Habana.

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Además, el contexto internacional era distinto, no habían ocurrido los atentados del 11 de septiembre del 2001 ni se había lanzado la guerra contra el terrorismo. No se puede olvidar que las FARC aún figuran en algunas listas internacionales como un grupo terrorista, e incluso sectores republicanos cercanos al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, han pedido que no sean retiradas.

“El Nobel se otorga regularmente a las dos partes cuando hay un proceso, pero este año lo recibió el presidente Santos. Sí valdría la pena que quienes también han sido artífices de ese acuerdo de paz estuvieran en ese acto”, opina el senador Cepeda, si bien deja claro que esa decisión es potestad de quienes hacen la invitación. Recuerda que si todo sigue como va, para el 10 de diciembre las FARC serán una organización que habrá firmado un acuerdo de paz refrendado.

Pero el Nobel de este año no se lo otorgaron a los dos bandos, discrepa Restrepo, del CERAC, “se lo entregaron a un jefe de Estado que logró llegar a un acuerdo con una guerrilla para terminar una guerra, ahí no debe haber confusión alguna”.

Santos, por su parte, lo recibió en su momento a nombre de las millones de víctimas, y sólo después se refirió a "los negociadores de ambas partes, y a tantas otras personas e instituciones que nos han apoyado en este proceso”. Desde entonces, incluso ha reconocido varias veces los aportes de los promotores del No, y ha sostenido que el nuevo acuerdo es un mejor acuerdo gracias a ellos. Los mismos que todavía están inconformes, y a los que podría indignar aún más la presencia de Timochenko en Oslo cuando el acuerdo aún tiene pendiente su implementación en un clima polarizado.

El costeño y el cachaco

El único antecedente de un colombiano recibiendo un premio Nobel es el de Gabriel García Márquez cuando obtuvo el de literatura en 1982. Y aunque esa ceremonia pueda entregar pistas, las diferencias también abundan, empezando porque la de Gabo fue en Estocolmo, en Suecia, mientras el de Paz es el único Nobel que se entrega en Noruega.

Desde el primer momento, Gabo expresó su deseo de celebrar su premio con cumbias y vallenatos. Mientras el hijo del telegrafista de Aracataca armó una emotiva fiesta folclórica que calentó aquel invierno sueco, es improbable que el ‘cachaco’ Santos, el más ‘británico’ de los presidentes colombianos, le imprima ese sabor tropical a su velada noruega. O que se atreva a romper el protocolo del frac, como lo hizo el escritor con su ‘liqui liqui’ blanco. Además, el delicado momento político, con los del No en pie de lucha, exige más sobriedad.

Entre los invitados de Gabo hubo amigos y personajes de la cultura como Álvaro Mutis, Gonzalo Mallarino, Alfonso Fuenmayor y Álvaro Castaño Castillo. La fiesta, coinciden las crónicas, comenzó desde el mismo vuelo de Avianca que llevó a una delegación de 60 músicos y bailarines, entre ellos los hermanos Emilianito y Poncho Zuleta, el maestro Rafael Escalona, Totó la Momposina y Leonor González Mina, la negra grande de Colombia. Después del acto, y de aquella presentación en el Palacio del Ayuntamiento, se realizó el elegante banquete en el que se sentaron más de 200 personas.

Si la reciente visita de Estado a Londres es un indicador, Santos estará mucho más apegado al protocolo. Se especula que entre los invitados estará el círculo más cercano al presidente, además de los más involucrados en las negociaciones.

A la ceremonia asistirán los miembros de la familia real y representantes del gobierno noruego, diplomáticos y 30 invitados especiales. Se pronunciarán dos discursos, el del presidente del Comité Noruego del Nobel y el del propio Santos, en el que dará su mensaje de paz al mundo, y recibirá un diploma y una medalla. Colombia estará doblemente representada, pues el oro extraído de minas del país será usado por segundo año consecutivo para elaborar la medalla. También, pero al margen de la ceremonia, Santos recibirá los ocho millones de coronas suecas que prometió donar a las víctimas.

E incluso habrá una tercera representación del país. Mientras Gabo tuvo su presentación folclórica, Santos tendrá a Juanes, que será uno de los invitados al concierto anual del 11 de diciembre en el Telenor Arena, donde compartirá escenario con Sting, Halsey, Highasakite e Icona Pop, con Conan O‘Brien como anfitrión. El artista antioqueño ya participó en los conciertos del 2005 y el 2007, cuando ganaron el Nobel Mohamed El Baradei y Al Gore.

Ni el oro colombiano ni las canciones de Juanes provocarán tantas pasiones como Timochenko si es que el jefe máximo de las FARC termina invitado a Oslo a celebrar el acuerdo de paz que se alista a firmar en el Teatro Colón.