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Vargas, Fajardo o De la Calle: ¿quién se queda con el centro?
Muchos colombianos desearían votar por una alternativa de centro, pero las candidaturas de derecha -Iván Duque- e izquierda -Gustavo Petro- salieron fortalecidas el 11 marzo tras las votaciones de las consultas interpartidistas. ¿Es posible aún una tercería?
La imagen resultó muy elocuente: el nuevo senador Antanas Mockus se arrodilló ante las cámaras de Caracol Televisión, el lunes en la mañana, en una entrevista sobre su contundente victoria del día anterior. Fiel a su estilo, el exalcalde utilizó el símbolo universalmente asociado con el ruego, para pedirles a los candidatos Sergio Fajardo y Humberto De La Calle que unan sus candidaturas a la Presidencia.
Mockus interpreta el clamor de millones de votantes que sienten que la campaña presidencial se está polarizando entre dos opciones radicales: la alianza de la derecha, liderada por los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana y en cabeza de la fórmula Iván Duque-Marta Lucía Ramírez, en una orilla, y la izquierda de Gustavo Petro, en la otra. Las consultas interpartidistas llevadas a cabo el día de las elecciones de Congreso concentraron la atención de los medios y fueron la noticia del día. Ambos ganadores –Duque y Petro– tuvieron votaciones muy altas y dejaron la sensación de que arrancaron la competencia por la Presidencia con una apreciable ventaja sobre los demás candidatos.
Por eso, desde el lunes mismo, comenzó una verdadera maratón de contactos para explorar alianzas entre las opciones que quedaron en el centro. Aunque el sistema electoral a dos vueltas tiene el objetivo de estimular coaliciones al final (cuando todos deben alinearse en torno a dos nombres) en esta ocasión el juego de las alianzas se adelantó. Ya desde el año pasado Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Enrique Robledo habían construido la suya. Y con las que echaron mano del instrumento de las consultas interpartidistas el 11-M, las de Duque y Petro, prácticamente sellaron el hecho de que quien vaya solo a la primera vuelta está prácticamente eliminado para la segunda.
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A eso se agrega que tres partidos aún no tienen candidato: La U, los conservadores y el Mira. En conjunto, esas colectividades reúnen un caudal electoral que se acerca a los 4 millones de votos. Para cualquiera de los aspirantes que no hicieron parte de las consultas del domingo pasado, el apoyo de alguna de estas fuerzas sería vital para asegurar su viabilidad.
El juego de las alianzas tiene sentido, además, porque la opción del centro es muy atractiva para millones de votantes, quizá la mayoría del país. Los colombianos, en general, se identifican con opciones moderadas y se definen como centristas. No es una coincidencia que la palabra ‘centro’ se utiliza en el nombre de partidos que en realidad están en alguna de las orillas ideológicas más marcadas. Es el caso del Centro Democrático, la fuerza que lidera el expresidente Álvaro Uribe, que participó abiertamente en la consulta interpartidista de la derecha. Pero el posicionamiento en el centro suele ser más estratégico para la mercadotecnia electoral.
La gran pregunta que queda de las elecciones del 11 de marzo es quién encabezará la cruzada por el centro para lograr atraer esa masa de votantes que no se identifica con proyectos definidos como de derecha o de izquierda. El domingo pasado 8 millones no participaron en las consultas, y no estuvieron ni con Duque ni con Petro, y esa cifra va a aumentar en las elecciones presidenciales si se reduce la abstención, cosa que normalmente ocurre. La paradoja es que en la actualidad ese espacio que suelen pelearse todos los candidatos no tiene una perspectiva cierta. Es un espacio vacío. La campaña presidencial se inicia con dos opciones claras en la derecha y en la izquierda y con un centro dividido y atomizado.
Un escenario así favorece a las candidaturas de Duque y de Petro. Y por eso en la última semana se multiplicaron los esfuerzos para construir lo que en la tradición electoral colombiana se llama una tercería: una coalición alejada de los extremos, conformada por votantes con vocación de centro y con fuerza en sectores moderados de la derecha y de la izquierda. Así llamaron a la alianza que apoyó la candidatura presidencial de Noemí Sanín en 1998, conformada por Antanas Mockus, Antonio Navarro y Carlos Lleras de la Fuente, que estuvo a punto de llegar a la segunda vuelta en medio de la polarización entre Horacio Serpa y Andrés Pastrana después del proceso 8.000.
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¿Se podría repetir esta fórmula? ¿Cuáles de los candidatos que no participaron en consultas interpartidistas –Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Germán Vargas– se podrían unir? ¿Hay voluntad política, tiempo y fórmulas jurídicas para hacerlo?
Intentos ha habido. La primera idea planteada fue mantener la Unidad Nacional: La U, el Partido Liberal y Cambio Radical. Estas colectividades no solo han votado conjuntamente las principales iniciativas gubernamentales en el Congreso, sino que constituyeron el núcleo de la campaña por el Sí en el plebiscito por la paz. Los tres vienen de la tradición liberal histórica y, en conjunto, eligieron 45 senadores el 11-M. Esta receta, de ser posible, garantizaría un paso a la segunda vuelta.
En la actualidad, sin embargo, las posibilidades de convergencia entre La U, liberales y Cambio Radical son prácticamente nulas y así quedó en claro después de los contactos y reuniones que intentaron en los últimos días. El Partido Liberal tiene candidato escogido en consulta interna (Humberto de la Calle) y sus relaciones con Germán Vargas y con Cambio Radical son muy malas.
De la Calle ha reiterado con vehemencia que no podría estar en un mismo equipo con Germán Vargas, sobre todo a raíz del alejamiento de este último de varios aspectos de los acuerdos de paz con las Farc. Y en el seno de La U existe una división entre un sector que se inclina por adherir a Vargas Lleras y otro, encabezado por los senadores Roy Barreras y Armando Benedetti, que se oponen a esa opción. Algo semejante ocurre con el Partido Conservador en el que también existen dos tendencias. Una se inclina hacia Iván Duque y su fórmula vicepresidencial, Marta Lucía Ramírez –candidata oficial del conservatismo en 2014– y otra prefiere a Germán Vargas. Tanto La U como los azules tuvieron que postergar su decisión oficial sobre a quién apoyarán en la elección presidencial. No tienen consenso. Pero bajo esas condiciones, la reconstrucción de la Unidad Nacional quedó totalmente descartada.
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Una segunda fórmula de alianzas sería entre Germán Vargas y los partidos de La U y el Conservador. En ambas colectividades hay grupos significativos que ven con buenos ojos esta alternativa. Para oxigenar esta posibilidad, Vargas cambió a su compañero de tiquete: reemplazó a Luis Felipe Henao, con quien se había inscrito, por Juan Carlos Pinzón, quien declinó su candidatura presentada por firmas. El exministro de Defensa tiene acogida tanto en La U como en las toldas azules. Del primero hizo parte cuando acompañó a Juan Manuel Santos en el gobierno, y hasta llegó a ser considerado como candidato a la Presidencia por ese partido. La escogencia de Vargas tiene como objetivo tender un puente con La U porque allí hay quienes lo consideran propias tropas, así haya otros que lo ven como un traidor por su salto triple de la embajada en Washington a la oposición al proceso de paz. Y con el conservatismo tiene lazos de familia y convergencia ideológica. Vargas Lleras llegó a ese nombre después de sondear otras figuras azules –David Barguil y Juan Carlos Echeverry– y con un beneplácito verbal del director de la colectividad, Hernán Andrade. Esta jugada habría sido más segura antes del 11-M, pues con la victoria amplia de Iván Duque muchos se quieren subir en ese tren porque parece ganador. El próximo miércoles la directiva partidista decidirá si se va con la coalición de derecha, o si avala a la pareja Vargas-Pinzón con una alianza política, ya que solo una convención, que no ha sido convocada, podría hacer la adhesión formal.
El tercer intento por unir esfuerzos se ha dado entre Sergio Fajardo y Humberto de la Calle. Algunos dirigentes de los partidos que apoyan a estos dos candidatos –los verdes y el Polo a Fajardo y los liberales a De la Calle–también han explorado la inclusión de Gustavo Petro. Además de Antanas Mockus, otros dirigentes como Claudia López, Iván Cepeda, Juan Fernando Cristo y Antonio Sanguino han estudiado caminos de unidad. Un grupo de congresistas verdes y del Polo les enviaron una carta pública a Fajardo, De la Calle y Petro para pedirles hacer un acercamiento. Y un conjunto de jóvenes que impulsaron los acuerdos de paz después de la derrota del Sí han hecho un pronunciamiento semejante en las redes, que ya supera las 35.000 firmas. La idea de vincular a Petro está descartada –a pesar de su selección de Ángela María Robledo, cercana a los verdes, como candidata a la Vicepresidencia– y por ahora la única posibilidad sería la de una aproximación entre Fajardo y De la Calle.
No será fácil. Ninguno de los dos, por obvias razones, está dispuesto a dejar su aspiración. En el caso del candidato liberal, hay dificultades legales y presupuestales para abandonar una candidatura que surgió de un mandato popular en una consulta interna financiada por el Estado. Estas se están tratando de subsanar con el hecho de que el texto de esa consulta incluyó un mandato para buscar coaliciones. En todo caso, los obstáculos son más políticos que formales. Antes del 11-M Fajardo había rechazado cualquier pacto con el Partido Liberal con el argumento de que iría en contravía de su proyecto electoral independiente. Su posición se ha flexibilizado, pues ya no está en la cesta de la popularidad de finales del año pasado cuando duplicaba al segundo en las encuestas.
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Pero aún no existen, siquiera, borradores sobre los mecanismos para decidir cuál de los dos –Fajardo o De la Calle– tendría que declinar su aspiración. Y el tiempo corre. Superado el 11-M, día señalado por la Registraduría para hacer las elecciones interpartidistas, solo quedarían dos caminos: un acuerdo o una encuesta. El primero es casi imposible y el segundo incierto, pero en los próximos días se intensificarán los esfuerzos para encontrar salidas y los actos públicos para presionarlas.
Más allá de la dificultad que tendría De la Calle, a estas alturas, para desmantelar una campaña en marcha, la situación crítica del Partido Liberal también es un obstáculo. El precandidato derrotado en la consulta interna, Juan Fernando Cristo, lidera una disidencia de ocho congresistas que pide un relevo en la jefatura que ejerce el expresidente César Gaviria. Este grupo apoya activamente a De la Calle y está de acuerdo con la eventual coalición con Fajardo, pero hay miembros de la bancada roja que se sienten atraídos por el nombre de Germán Vargas. Y en un momento interno crítico, no hay instancias claras para tomar una decisión tan compleja como la de aliarse con una fuerza externa.
El mapa de ruta para una tercería no es claro. Las coaliciones que construyeron con éxito Fajardo, Duque y Petro tuvieron origen en un momento político muy distinto al actual. Las elecciones estaban más lejanas y todavía no se habían creado hechos cumplidos como la consulta liberal. Las cartas solitarias de De la Calle y Vargas Lleras quedaron rezagadas por sus condiciones de desventaja. En ese panorama, muchos votantes que simpatizarían con una tercería o con una coalición de centro-derecha en el caso de Vargas o de centro-izquierda en el eventual matrimonio Fajardo-De la Calle no saben hacia dónde mirar. Por ahora, las recetas de unidad en el centro parecen poco posibles. Eso sí, falta mucha tela donde cortar y lo único claro en política es que nada es imposible. n