Política exterior
Visita inoportuna
El presidente Álvaro Uribe regresa a Washington en un nuevo intento por persuadir a los demócratas. Un viaje repleto de riesgos.
Hay tres reglas de oro en el arte de la negociación: primero, nunca demostrar demasiado interés y afán; segundo, nunca destapar todas las cartas, y tercero, siempre procurar manejar los tiempos a su favor. Lo emplean los buenos jugadores de póker y lo aplican todos los días los políticos y, en particular, los diplomáticos. Lo sabe hasta el cliente que regatea un descuento con un vendedor. Durante su larga y exitosa carrera política y su vida paralela de finquero, el presidente Álvaro Uribe ha demostrado ser un alumno aventajado en este campo.
Por eso sorprende que frente al difícil ambiente político actual en Washington, el Presidente parece empeñado en violar esas normas sanctas de la negociación. A primera vista, su viaje los próximos miércoles y jueves a la capital norteamericana parece lógico. Fue anunciado hace un mes por él mismo en Washington. Dijo en ese entonces que le había faltado tiempo para hablar con todos los congresistas y que no querría quedarles mal. El mismo gobierno la describe como una continuación de su anterior visita. Es también cierto que hay hechos nuevos: los demócratas de la Cámara y la administración del presidente George Bush acordaron unos cambios a los tratados de libre de comercio, pero estos aún no han sido detallados. Como aplicarán al TLC con Colombia, un empujoncito de Uribe podría acelerar el proceso, como ha ocurrido innumerables veces en el país. Pero, como el mismo mandatario lo corroboró el mes pasado, las cosas en el Washington de 2007 son a otro precio. Genialidades que generan aplausos en las tribunas locales tienen otra lectura en la capital norteamericana, y en especial dentro de los demócratas.
Su discurso ya no cala, le dijo a SEMANA un asesor de un senador influyente e interesado en Colombia desde hace muchos años. En la historia reciente de Estados Unidos, pocos recuerdan un peor trato de un jefe de Estado aliado como el que vivió en carne propia Uribe en mayo. Lo maltrataron hasta los mismísimos líderes del Senado y la Cámara. Con su arribo esta semana, el Presidente corre el riesgo de que le apliquen el dicho popular: al que no quiere caldo, se le dan dos tazas.
También ha causado algo de curiosidad que viaje apenas un mes después. Un asesor de un congresista demócrata se mostró sorprendido cuando se enteró del nuevo viaje. “¿Viene otra vez?, preguntó incrédulo. ¿Para qué? Nada cambia en un mes. Lo que se necesita son acciones, no más palabras”.
No es el único que considera inoportuna esta gira. Un conocedor de la política gringa, simpatizante de Uribe, le dijo a SEMANA que estas constantes peregrinaciones a Washington son riesgosas porque dejan la sensación de un gobierno desesperado y en pánico; no es precisamente la posición ideal para persuadir a sus contradictores.
Uno de los llamados ases bajo la manga de Uribe también puede causar un efecto contrario. En esta ocasión, el Presidente estará acompañado por la recién nombrada ministra de Cultura y por el viceministro de Protección Social, ambos afrocolombianos. Se busca con ellos ganarse al llamado black caucus de congresistas. Es una táctica tan poco sutil, que hasta en Washington la verán por lo que es, le comentó a SEMANA un analista de la región.
Tampoco ayudan las repetidas promesas de Uribe de hacer lo que sea para sacar adelante un TLC. Esta voluntad podría ser interpretada como una señal de debilidad y una oportunidad para pedir más por parte de los demócratas, en especial los congresistas Charles Rangel y Sander Levin y el senador Patrick Leahy. Con esos tres ya se había reunido en mayo. Y ellos o sus asesores también acaban de hacerlo con el vicepresidente, Francisco Santos, y el director del DAS, Andrés Peñate. Obviamente, en cada reunión salen nuevos compromisos y exigencias.
En Washington hay un consenso de que en el corto plazo no habrá TLC con Colombia. El mismo Vicepresidente lo aceptó públicamente. A pesar de las críticas y unos posibles condicionamientos, nadie duda que el Plan Colombia será aprobado. Hay respaldo mayoritario a una prórroga de las preferencias andinas, fundamentales para varios sectores exportadores colombianos. Todo ello ocurrirá con o sin un cara a cara entre los congresistas y el Presidente. Entonces, ¿para qué va?