JUDICIAL
La confesión del periodista que se autoamenazó
Yesid Toro, hasta hace poco cronista judicial de un diario regional, confesó ser el autor de la amenaza que el año pasado atormentó a siete periodistas del Valle. ¿Por qué lo hizo?
Ni las dos novelas de ficción que escribió o los cientos de crónicas judiciales que narró como reportero del periódico Q'hubo y el diario El País de Cali superan la cruda realidad por la que hoy atraviesa Yesid Toro.
Contrario a su estilo narrativo lleno de adjetivos y perífrasis que envuelven a los lectores de sus crónicas judiciales, esta vez Yesid escribió la nota más corta, cruda y concisa de su vida: la confesión de un delito.
La sorprendente misiva abre con la siguiente frase: “Profundamente avergonzado me dirijo a ustedes para confesarles que fui el autor del panfleto que contenía amenazas en su contra”.
Y a renglón seguido suelta otro baldado de agua fría, en el que intenta explicar las razones que lo llevaron a cometer semejante torpeza: “el cual escribí con el fin de obtener el pago de unos dineros que me adeudaba el Programa de Protección y la prórroga del esquema de seguridad el cual me había brindado el Estado”.
Así comienza la sorprendente confesión de Toro, que hizo llegar a este portal antes de enviarla a los siete periodistas que fueron víctimas de su amenaza. Cuatro de los cinco párrafos de la misiva los dedica a pedir perdón a sus colegas y las directivas del periódico Q'hubo y el diario El País de Cali, medio donde trabajó por varios años y fue galardonado por sus reportajes (Ver confesión).
Como se recordará, el 28 de septiembre del 2014 el país se escandalizó cuando se conoció un panfleto que amenazaba a ocho periodistas del Valle (incluido Yesid Toro). La amenaza, que supuestamente provenía de los Urabeños, se quejaba de la manera como esos comunicadores cubrían los hechos judiciales que se le atribuían a esa organización criminal.
El panfleto declaraba objetivos a los periodistas Gildardo Arango, Álvaro Miguel Mina, Henry Ramírez, Cristian Abadía, Darío Gómez, Óscar Gutiérrez, Julio César Bonilla y al propio Yesid Toro. Todos corresponsales de varios medios nacionales y locales en Cali y Buenaventura (Ver panfleto).
El tema causó tanto pánico, que algunos de esos comunicadores salieron de las ciudades donde laboraban. En su momento se dijo que la amenaza provenía de una mujer llamada Fanny Grueso Bonilla, alias 'Chily', que por esos días fue capturada en Chile y era señalada como dueña de las llamadas 'casas de pique' de Buenaventura, es decir, las viviendas donde descuartizaban gente en el puerto (Ver artículo).
“A mí esa confesión no me sorprende, cuando uno anda entre serpientes no le teme al piquete de un alacrán”, expresó el periodista radial Álvaro Miguel Mina, tras insistir que el daño moral ya está hecho. “Me tocó irme del país durante un mes y ese mismo año de la amenaza mataron a mi hijo y se murió mi mamá”, aseveró el Mina.
Precisamente esa carga moral es la que no aguantaba Yesid y, según explica, todo eso lo llevó a confesar su error este viernes. “Quería quitarme una carga de encima, un peso moral”, dijo a este portal.
Los detalles que Toro entrega de por qué cometió un error que él mismo califica de “estúpido” son igualmente sorprendentes, en especial porque se trata de un curtido comunicador con 38 años de edad que es padre de tres hijos de 2, 3 y 17 años.
Todo comenzó a principios del 2013, cuando Yesid de verdad fue amenazado por un delincuente caleño que le exigía las regalías de un libro que escribió y que llamó 'Complot para matar al diablo' (Ver artículo).
A raíz de esa amenaza, que sí fue cierta, a Yesid le asignaron un esquema de protección consistente en un escolta y un subsidio mensual de $1.180.000 para el alquiler de un vehículo en el que pudiera desplazarse tranquilamente.
Ese esquema de seguridad era por un año y vencía en octubre del 2014, un mes antes de que saliera el panfleto amenazante. Yesid asegura que para esa fecha estaba agobiado por las deudas, no sólo porque renunció a su trabajo como reportero en El País de Cali (para dedicarse a escribir otro libro), sino porque la Unidad Nacional de Protección le debía cinco meses del subsidio de transporte y el dueño del carro que alquilaba lo estaba acosando.
“De la manera más tonta creí que con ese panfleto podía extender la protección y acelerar el pago de los cinco meses que me adeudaban”, explicó.
Con su confesión Toro renunció al esquema de seguridad y aseguró que el lunes próximo se pondrá a órdenes de las autoridades para enfrentar las consecuencias de su error.
Por ahora su defensa la asumirá el abogado Élmer Montaña, quien lo acompañará a rendir un interrogatorio ante la Fiscalía donde entregará detalles de la manera como planeó y ejecutó la amenaza contra él y siete de sus colegas.
Lo paradójico de su caso es que hace poco culminó otro libro, donde cuenta la historia de su infancia en una región convulsionada por la violencia: el Magdalena Medio. ¿El título de su libro? 'Las aguas turbias'.