PORTADA
Final de infarto en las presidenciales
Los colombianos llegan a la primera vuelta con un empate técnico entre Santos y Zuluaga. Gran Encuesta de RCN Radio, RCN Televisión, La FM y SEMANA.
A una semana de las elecciones presidenciales, el panorama de la carrera por la Casa de Nariño pasó de apretado a un empate técnico donde cada voto marcará la diferencia. El repunte de Óscar Iván Zuluaga, que arrancó después de los comicios del pasado 9 de marzo, se aceleró en esta última medición y lo llevó a encabezar por primera vez en seis meses la contienda presidencial. El candidato uribista lidera el lote con el 29,5 % de la intención de voto, seguido muy de cerca de Juan Manuel Santos, con el 28,5 %.
Estos resultados ratifican no sólo que habrá una segunda vuelta programada para el 15 de junio, sino que la protagonizarán el presidente-candidato y Zuluaga. Sin mayores posibilidades de amenazar este escenario están Clara López, con el 10,1 %; Marta Lucía Ramírez, con el 9,7 % y Enrique Peñalosa, con el 9,4 %. Estos bajos niveles de apoyo de las candidaturas de la izquierda, los conservadores y los verdes prácticamente entierran la posibilidad de que una tercería sorprenda en las urnas el próximo 25 de mayo.
Si bien el 12,8 % de los encuestados que optan por el voto en blanco sigue siendo históricamente alto, ya no constituyen el fenómeno que marcó los primeros meses de la campaña presidencial. De hecho, su declive en los últimos meses junto a la reducción de los indecisos contribuyó a polarizar la contienda en dos grandes bloques: el de los reeleccionistas de Santos y los opositores, liderados por el expresidente Álvaro Uribe.
Empatar es ganar un poco
La razón por la cual una campaña reeleccionista tradicionalmente aburrida se convirtió en una final de infarto es sólo una: el crecimiento veloz de Óscar Iván Zuluaga. A principios de año el presidente Santos triplicaba la intención de voto del candidato del Centro Democrático: 25 % frente a 8 %. La única amenaza a la reelección era un bloque enigmático de indecisos y voto en blanco tan grande que podría inclinar la balanza hacia los otros cuatro contendores. En esos momentos, la apuesta de Zuluaga era más vista como un apéndice del expresidente Uribe que una aspiración con méritos propios.
Varios puntos de quiebre propulsaron el despegue de la carta uribista. En materia electoral el arranque lo dieron los resultados de las elecciones al Congreso del pasado 9 de marzo. Aunque no se convirtieron en la primera fuerza política del país, las listas del Centro Democrático, encabezadas por el propio Uribe, ganaron una bancada de 20 escaños en el Senado y fueron las más votadas en una docena de departamentos, incluida Bogotá, la plaza más populosa. En la siguiente ronda de encuestas, Zuluaga casi duplicó su intención de voto, mientras que el respaldo a Santos se estancaba.
Ese fervor por el uribismo tras los comicios parlamentarios se sintonizó con un cambio en la estrategia mediática de la campaña del Centro Democrático. De la mano del estratega brasileño Duda Mendonça la imagen de Óscar Iván Zuluaga cambió para concentrarse en la primera letra de su apellido: la Z. Si bien el expresidente Uribe seguía haciendo presencia en los discursos y la publicidad de la campaña, el énfasis pasó tanto a la figura del candidato como a su hoja de vida.
La estrategia de los uribistas era simple: transformar el bajo conocimiento que los votantes tenían de Zuluaga de una falencia a un activo. Por esa razón, los mensajes de la campaña se concentraron en contar aspectos familiares, académicos y profesionales del aspirante del Centro Democrático. Las encuestas ratifican que el bombardeo publicitario funcionó: mientras en febrero el 61 % de los colombianos ignoraban quién era Óscar Iván Zuluaga, ese porcentaje ha caído al 33 % en esta última medición. El candidato uribista lidera hoy la carrera presidencial a pesar de que un tercio de los electores no sabe quién es.
El fin de la tercería
Otro resultado de la encuesta es el desplome de Enrique Peñalosa. Tras su victoria en la consulta verde del 9 de marzo, el candidato de la Alianza Verde tuvo el espacio para consolidar una alternativa al pulso entre santismo y uribismo. De hecho, esa fue la estrategia planteada por el exalcalde bogotano, que se centró en la crítica a la politiquería tradicional y en la apuesta por dejar atrás los 12 años de los gobiernos de Uribe y Santos.
No obstante, la “revolución ciudadana contra la mermelada” de los verdes no cuajó en las encuestas. Peñalosa fue el único de los cinco candidatos que cayó en esta última medición: pasó del 11 % en abril pasado al 9,4 %. Ni siquiera la guerra sucia que envolvió las campañas de Santos y Zuluaga en las últimas dos semanas empujó a los votantes a los brazos peñalosistas. Todo lo contrario: los graves escándalos se sincronizan con la polarización de la carrera presidencial en los bloques santista y uribista.
Otra apuesta alternativa que quedó en la mitad del camino fue la de Clara López, del Polo Democrático. A pesar de una subida de 4 puntos porcentuales en esta última medición, su apoyo del 10,1 % no le alcanza para convertirse en seria amenaza a la presencia de Santos y Zuluaga en la segunda vuelta. La izquierda polista fue incapaz de traducir el descontento social y las crecientes protestas sociales en respaldo electoral a su candidata. Al final, dentro de las dos oposiciones al gobierno de Santos, los votantes están prefiriendo la uribista de derecha, en sintonía con los resultados de los comicios parlamentarios del 9 de marzo.
Problemas de crecimiento
La situación para el presidente-candidato es exactamente la opuesta. Con niveles de conocimiento del 90 %o, la opinión de los colombianos sobre Santos no sólo ya existe, sino que es desfavorable. En los últimos cuatro meses de campaña la imagen positiva del primer mandatario ha caído del 52 % al 38 %. Esos índices a la baja impidieron que la intención de voto por la reelección creciera y el apoyo se estancó cerca del 24 %. Así, la reelección, que en muchas democracias es una campaña sin mayores emociones que beneficia al presidente en ejercicio, se convirtió en el tramo final en una contienda de pronóstico reservado.
No obstante, la reciente polarización de la campaña también favoreció a Santos, ya que le permitió crecer y romper la idea del estancamiento. En un mes pasó del 23 % al 28,5 %, aunque perdió la cabeza de la encuesta. Si bien la medición registra un empate técnico entre el presidente y Zuluaga, el primer lugar del uribismo genera un efecto simbólico importante para la última semana antes de la primera vuelta.
La segunda vuelta no trae tantas noticias negativas para Santos. El dinámico repunte de Zuluaga para la primera vuelta no se traduce en una barrida en los escenarios de segunda vuelta. De hecho, el presidente les gana a López, Ramírez y Peñalosa y empata con 32 puntos al candidato uribista. Esto significa que el 20 %o del voto en blanco y el 8 % de indecisos serán fundamentales para inclinar la balanza hacia uno u otro aspirante.
Las tres semanas que separan la primera de la segunda vuelta serán el momento de las alianzas. En el 2010 el entonces candidato Santos las aprovechó para sembrar los cimientos de su futura Unidad Nacional. La paz se podría convertir en el eje programático sobre el cual el presidente podría romper ese empate de segunda vuelta. Un porcentaje importante de votantes del Polo y de los verdes podría inclinarse hacia Juan Manuel Santos para impedir el regreso del uribismo al poder y garantizar la continuidad del proceso de paz con la guerrilla. Del otro lado, los electores conservadores de Marta Lucía Ramírez podrían reactivar sus querencias uribistas y respaldar a Zuluaga el 15 de junio.
Alianzas como la acordada con el alcalde Petro, la entrada del expresidente Gaviria como jefe de debate santista y los avances en el proceso de paz reportados desde La Habana ayudarían al primer mandatario a atraer otro bloque de voto en blanco e indecisos. Tanto la reelección de Santos como la victoria de Zuluaga dependen hoy de qué tan receptivo sea este 28 % de indecisos y los votantes verdes, conservadores y polistas del esfuerzo de paz de la Casa de Nariño.