Nación

¿Comienza el destape de la Farc-política?

La captura de Horacio Duque Giraldo por supuestos vínculos con las Farc y nexos con el narcotráfico revive la discusión sobre la pérdida de ideología de la guerrilla y su proceder a través de los mismos repudiables métodos usados por los paramilitares.

Élber Gutiérrez Roa
28 de febrero de 2007
Horacio Duque, en el momento de su captura en Armenia.

Horacio Duque Giraldo era hasta hace unos meses unos de los académicos más respetados del país. Se codeaba con lo más refinado de la intelectualidad en el Eje Cafetero y hasta alcanzó lugares de renombre como asesor político en Bogotá. Estuvo directamente involucrado en varios de los más importantes proceso políticos de los años noventa, desde el de la Asamblea Constituyente hasta el de la creación del Estatuto de los partidos políticos.

Pero su historia –según las autoridades- tenía una doble cara. La Fiscalía asegura que tras el prestante analista se encuentra el enlace de Raúl Reyes, segundo al mando en las Farc para el tráfico de droga hacia Europa y Estados Unidos. Por esa razón Duque Giraldo fue detenido en la mañana del miércoles en Armenia, muy cerca de su casa. Los cargos: concierto para delinquir y narcotráfico. Según el general Jaime Erazo Marzola, quien estaba al mando del operativo de la Octava Brigada y la Fiscalía, Duque sería el líder de una organización delictiva encargada de sacar la droga que controlan las Farc en el sur del país.

La captura del dirigente tiene implicaciones políticas que van más allá de la mera reseña judicial. Ocurre en un país polarizado por el escándalo de la infiltración paramilitar en la política y en pleno desarrollo de la estrategia gubernamental de mover el retrovisor hacia los nexos entre la guerrilla y dirigentes de varias regiones.

Apenas 24 horas atrás el ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, se las arregló para señalar al senador Mauricio Jaramillo por la supuesta vinculación de su hermano, el ex gobernador Guillermo Alfonso Jaramillo, en un proceso por nexos con las Farc. Para los uribistas, ese hecho era la demostración de que el presidente Álvaro Uribe tenía razón al señalar la existencia de nexos Farc-políticos. Pero el Fiscal Mario Iguarán se encargó de quitarle piso a sus acusaciones. Según Iguarán, no hay investigación contra el dirigente tolimense y mucho menos orden de captura. Para la oposición resultó más que sospechosa la coincidencia entre los señalamientos de Uribe, la divulgación de la noticia sobre el supuesto proceso contra el ex gobernador y el uso que de ella hizo el ministro Arias. Por eso volvieron a atacar al gobierno pidiéndole que demuestre quienes son los que tienen relaciones con la guerrilla. Para infortunio suyo el ejemplo apareció.

Duque Giraldo no es un político de primera línea, pero trabajó como asesor de Horacio Serpa mientras este fue ministro. Sus tesis sobre política fueron incluso citadas por la Corte Constitucional en 1994 cuando revisó la exequibilidad del estatuto de los Partidos Políticos. También aparecen en publicaciones sobre descentralización y política auspiciadas por la Universidad Pedagógica y la ESAP. En sus columnas de opinión fustigó al gobierno con calificativos cargados de contenido ideológico. En ellas denunció el “baboso y lambón unanimismo que se respira frente al señor Uribe”. Muchas de ellas fueron publicadas con crédito en la página web de las Farc. Paradójicamente la última de ellas fue “cae otro capo uribista” en relación con la captura de Jorge Noguera.

Su línea política fue la del centro izquierda y por eso se ubicó en el llamado sector de la socialdemocracia liberal. Desde allí fue uno de los gestores de la Constituyente del Partido celebrada el 2002. Para la Fiscalía, durante esa época cometió también delitos relacionados con el narcotráfico.

Desde el momento de su captura Serpa reconoció que lo conocía como un académico y que incluso lo recibió un día antes para hablar de política. Duque, por su parte, se declaró un periodista independiente y gritó ante las cámaras de televisión que “fui asesor del doctor Serpa durante su campaña presidencial”.

Pese a que el dirigente liberal aclaró que su relación con Duque nunca fue más allá de los conceptos sobre la vida nacional una vez más aparece como el gran damnificado con la noticia. Serpa es un hombre que despierta pasiones políticas y que, así como genera simpatías, también produce rechazo en algunos sectores, que aprovecharán para martillar sobre el tema. Curiosamente acaba de salir de un entuerto similar tras la resurrección del proceso 8.000.

Aunque es bueno que la justicia actúe en el combate a la delincuencia en todos los sectores, lo ocurrido con el caso Duque no debe desviar la atención sobre la investigación por la ‘parapolítica’. Tiene que servir como punto de inicio para esclarecer sin pasiones lo ocurrido en cuanto a la ‘Farc-política’ y, al igual que en el primer caso, sancionar a los culpables y resarcir el buen nombre de quienes injustamente sean procesados como consecuencia de la inevitable cacería de brujas creada por las emociones del momento.

Tampoco debería ser usado por los políticos vinculados con el escándalo de la ‘parapolítica’ para excusar su comportamiento con el argumento de que otros hacen lo mismo con las Farc. Quienes saben del tema sostienen que parte de esa premisa es cierta: En algunas zonas del país los políticos han terminado haciendo alianzas con la guerrilla para mantenerse en el poder. Pero eso no es excusa para nadie. Sea con quien sea la asociación para delinquir deben pagar ante la justicia pues no es cierto que el mal comportamiento de otros les dé derecho a violar la ley.