Secuestro
Se enciende el debate sobre el libro de Jorge Enrique Botero
La revelación de que Clara Rojas tuvo un hijo en la selva, se le ha devuelto al periodista Jorge Enrique Botero como un bumerán. Los familiares de los secuestrados están indignados.
Aunque en la última edición de la revista Semana (ver “Si mi hija tuvo un bebé, quiero tenerlo en mis brazos”) doña Clara de Rojas se muestra solidaria con su hija e insiste en que la devuelvan a la libertad con su nieto, para el hermano de Clara, Iván Rojas, la revelación de la historia es inadmisible.
“No estamos de acuerdo con que se saque la historia de mi hermana. Ella está en cautiverio y no puede decirnos si lo del bebé es cierto o no. El punto no es el niño, sino la dignidad de ella (...) todo se conoció a partir de comentarios y este es un tema demasiado serio como para sacar un libro así. O acaso, ¿alguien ha visto al niño? Además es el colmo que, en vísperas de sacar el libro, diga que los dividendos van a parar a Asfamipaz”, dijo Iván Rojas sobre el libro que será lanzado este martes y en el que –como lo ha reconocido después Jorge Enrique Botero- algunos elementos de la narración son producto de la ‘febril imaginación del periodista’.
La donación de las regalías mencionadas por Iván fue rechazada de inmediato por Asfamipaz, la organización que agrupa a los familiares de los soldados y policías secuestrados. Marleny Orjuela, líder de esta ONG, aseguró que de ninguna manera recibirá dinero producto del “tráfico de la dignidad humana”. Añadió que “no hemos acordado nada ni vamos a aceptar esos fondos (...) el periodista publicó algo que no conocíamos y eso nos indigna. Somos muchos los que sentimos un dolor inmenso y no es posible que sea más importante sacar un libro con una gran chiva, que pensar en qué hacer por Clara y todos los secuestrados”.
La noticia también cayó muy mal entre los demás familiares de los secuestrados políticos. Ángela Giraldo, hermana del ex diputado del Valle plagiado por las Farc, Francisco Giraldo, criticó la manera como se dio a conocer todo este drama. “La familia no había asimilado semejante noticia cuando ya la conoció todo el país. Es el colmo que en una situación de guerra como la nuestra no haya ni un mínimo de solidaridad, por parte del periodista, con el dolor de la familia Rojas”, dijo, con dolor.
Patricia Perdomo, hija de la ex congresista Consuelo González de Perdomo, también secuestrada por las Farc, manifestó la misma indignación: “Al país no le cambia la vida si se saben detalles macabros de cómo una guerrillera le hizo cesárea con un cuchillo a la pobre Clara. Eso no es humanitario, no es justo con su familia, no es justo con ella, ni con todos los secuestrados”, aseguró Patricia Perdomo,
Haciendo eco de estos sentimientos, la Fundación País Libre, ONG que trabaja por los secuestrados en Colombia, le envió una carta al periodista Botero, señalando que su historia no reconoce la trágica condición de las víctimas del secuestro y que tampoco resalta que historias como ésta debe ser observada bajo condiciones especiales.
Jaime Abello, director de la Fundación Nuevo Periodismo, recuerda que Botero se ganó el premio en la categoría de televisión por un documnetal valiente y valeroso, pero también cree que "esto que ha hecho de no hacer diferencia entre ficción y realidad no le sirve a la causa del buen periodismo. Jorge Enrique Botero y sus editores se equivocaron".
Sin embargo, varios periodistas han salido en defensa del periodista. Javier Darío Restrepo, autor de varios libros sobre ética periodística, cree que en este caso no se aplican las restricciones sobre el derecho a la intimidad. “La intimidad de un personaje público, o de una persona involucrada en un hecho público o en un hecho que afecta al público es mucho menor que el de una persona común y corriente”, dijo a Semana.com.
Explicó que dado que el secuestro de Clara e Ingrid y las demás personas en cautiverio ha sido un drama para todos los colombianos, lo que le ocurra a los secuestrados se convierte en una preocupación para todo el país. “El nacimiento de una nueva vida es tan público como lo fue la muerte del coronel Guevara. No hay nada más íntimo que la muerte y, sin embargo, fue noticia. Si Jorge Enrique hubiera estado allí y se hubiera enterado de la muerte de un secuestrado y no lo hubiera contado habría sido muy reprochable. ¿Por qué no lo va a ser si se entera de una vida?”, dice. Restrepo cree, incluso, que era su obligación como periodista contarlo. “Hay un interés de la nación porque hay un interés de todos los colombianos sobre el secuestro, porque estas personas tienen un sufrimiento que queremos que termine”.
En la misma dirección opina María Teresa Ronderos, columnista de Semana.com y profesora de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que hace dos años le dio el premio de mejor periodismo en televisión a Botero por su video sobre los policías secuestrados. Ella considera que el tema de la intimidad no pesa aquí porque se iba a conocer la noticia tarde o temprano, y en todo caso, ya existía un rumor al respecto. “Es preferible cuando la gente investiga y cuenta la historia con sensibilidad a seguir alimentado chismes maliciosos”, dice. “En todo caso hace reflexionar al país sobre la tragedia de la guerra”.
De qué se trata el libro
Como lo cuenta Marta Ruiz en su reseña (Ver Reseña Marta Ruiz), “es un libro que pone en voz de unos personajes de carne y hueso la historia de este país. Sobre todo, la historia que nadie en las grandes ciudades quiere oír. Que en esa Colombia de allá, el de la coca, el de la selva inhóspita, el de la guerra, tiene las claves que podrían explicar un conflicto tan prolongado como el nuestro. Si es que nos atrevemos a ver de manera desprejuiciada ese mundo.
Solangie es la protagonista del libro. Esta joven guerrillera fue quien asistió al parto de Clara Rojas, y ese fue el motivo por el que Jorge Enrique Botero se interesó en ella. Pero a lo largo del libro, Solangie es un personaje fascinante que nos lleva a lo profundo de la Colombia del sur. El país de los raspachines. Ese país que parecemos no entender”.
Sin embargo, el libro comete lo que muchos han visto como un gran pecado. Si bien Botero ha dicho que él verificó con ‘Raúl Reyes’, del secretariado de las Farc, la historia de que el niño de Clara existe, y lo mismo hizo Semana antes de publicar la reacción de la mamá, hay varios pasajes del libro que son inventados con base en el profundo conocimiento que tiene Jorge Enrique Botero de la guerrilla.
Por ejemplo, según Botero se lo aceptó a Semana, el supuesto papá del hijo de Clara en el libro es un personaje fabricado. Rigo, el guerrillero, nieto de viejos comunistas, e hijo de un comunista del barrio Policarpa Salavarrieta, de Bogotá, existe, pero no es el papá del niño. Botero no conocía la historia del verdadero progenitor y decidió utilizar la historia real de Rigo y ponerlo como papá del niño sin que en realidad lo sea. Es una recreación.
Lo mismo la escena del parto. Botero dijo a Semana que si bien es cierto que Clara dio a luz en unas condiciones muy difíciles, con cesárea, no existió el bombardeo que él narra y tampoco estaban en una trinchera. “Fue el resultado de la febril imaginación del narrador”.
Tampoco sucedió el episodio en el que la guerrilla supuestamente le da la opción a Clara de salir libre con su hijo. Ella en el libro dice que no, que no dejará sola a Ingrid. Botero le dijo a Semana que le había puesto ese testimonio para mostrar su lealtad a toda prueba con la candidata presidencial.
El problema de todo lo anterior es que como el libro es presentado como un testimonio periodístico y no como una novela, el lector piensa que todo es cierto. Al lector se le cuenta en la contracarátula que está escrito en un tono literario pero nunca que es ficción o que muestra elementos de la realidad con elementos de la ficción. En eso, coinciden todos los expertos de la ética, Jorge Enrique Botero y su editorial cometieron un grave error.
“Salvo que se le advierta muy claramente a los lectores que hay una combinación de realidad con ficción –que es lo que sucede en la novela histórica- hay un problema”, dice Javier Darío Restrepo. “Tratándose de un drama como este del secuestro, y de todo lo que rodea este nacimiento, debe ser contado con mucho rigor en materia de los hechos”.
Lo mismo piensa Ronderos. “Si algo distingue al periodismo de la ficción es que haya sucedido. Desde que te empieces a inventar cosas tan importantes como quién es el papá del niño, entramos en un terreno muy complicado de no saber qué pasa. El primer contrato de un periodista con el público es la transparencia”.
Para los familiares de los secuestrados, este lugar gris, entre la ficción y la realidad, complica aún más las cosas. Interpretando su sentimiento, Catalina Hyeck, autora de un libro sobre el intercambio humanitario y profesora de la Universidad Externado de Colombia, critica esta falta de claridad. “Si el libro fuera más concreto, si absolutamente todo lo que dice el periodista fuera cierto, si esta historia ayudara a humanizar y a comprender más el conflicto, sería justificable. Pero eso no es así”, dice
La defensa de la editorial
Alfonso Carvajal, editor del libro, defiende su decisión de presentar el libro como un testimonio periodístico, sin advertirle al lector que hay varios elementos ficticios. “Jorge Enrique es un periodista nato. Tiene todo el talento, la sagacidad y la malicia de un periodista. La mayoría de los hechos son reales y él corroboró fuentes para lanzar este libro, como la guerrillera que asistió el parto de Clara”, dijo a Semana.com.
Sobre cómo harán los lectores para saber qué es verdad y qué es inventado, dijo que lo importante es que se cuenta una verdad de la guerra que el país no conoce. “Está la realidad del país, que es interesante como tema de reflexión. Muestra la intransigencia del acuerdo humanitario, que utilice elementos de ficción para construir la historia, no lo vuelve una novela. Botero es un periodista independiente y no está amarrado a los mismos cánones de los periodistas que trabajan en los medios de comunicación”, dijo.
Botero no pudo hablar con Semana.com pero seguramente lo hará mañana. Sin embargo, vale la pena recordar una frase que él dijo cuando un periodista francés afirmó que Ingrid Betancur había tenido un hijo en la selva: “Eso hace parte de la febril imaginación de ese periodista. No entiendo cómo puede escribir sobre rumores”.
Aunque Raúl Reyes ha dicho muchas mentiras ‘mirando a los ojos’ a los colombianos, dado su acceso privilegiado a la guerrilla, lo más seguro es que sea verdad. El debate sobre que se haya presentado como periodismo un texto que mezcla elementos de ficción – un hecho que ha generado múltiples escándalos en Estados Unidos- queda abierto.
“Está muy mal hecho que el periodista especule sobre la realidad de Clara y su bebé sin su autorización, pero es peor que no se llame la atención de que esta mujer tiene derecho a ser mamá, y que su hijo tiene derecho a vivir en libertad. Ahora hay que presionar para que se acabe este acto tan brutal, el Gobierno y la guerrilla tienen que pensar que esta es una situación especial, y que la vida de esa mamá con su hijo cautivo no termina ahí. Ellos están en la selva y no son libres, esa debe ser la discusión”, dice Yolanda Puyana, profesora de la maestría en Género de la Universidad Nacional.
Voceros de la Casa de Nariño aseguraron que el Presidente de la República no va a hablar sobre el caso “porque siempre ha sido muy prudente con esos temas”. Tampoco se sabe si las Farc dirán algo esta semana. Por encima de los pronunciamientos, lo más importante es que Colombia reflexione sobre la gravedad de este caso: una mujer secuestrada desde hace cuatro años tuvo un hijo hace dos. Los dos están en un campamento en medio de la manigua. Quién sabe cuántas veces estuvieron en riesgo de morir. Nadie tiene certeza de cómo están de salud. Si están juntos o separados. Si son felices. Estas cosas deberían poner a pensar al país.