OPINIÓN

El helicóptero

La intención que tienen las mentiras de Uribe es la de impedir que cuaje el único propósito del gobierno de Santos que lo distingue del suyo, firmar acuerdos que pongan fin a la guerra.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
15 de agosto de 2015

Tras varios días de acusaciones y de refutaciones concluyó finalmente el senador Álvaro Uribe, en solemne lectura ante el Senado, que hay pruebas de que el helicóptero de la Policía y el avión de la FAC accidentados en estos días no se cayeron solos, como informó el gobierno, sino que fueron derribados por las Farc, como sospechó él desde el principio. Y aún desde antes: ya había denunciado otros derribos otras veces.

En cuanto a lo del helicóptero de Urabá, empezó por referirse a “un resumen de lo que ha dicho el representante de las comunidades indígenas”: el líder embera Darío Carupia, que a un periodista de la región le dijo que había oído tiros. Y completó la demostración leyendo el informe de un coronel retirado de la Policía, de quien no dio el nombre, que en diez puntos hace el análisis de la foto que muestra la humareda dejada en su caída por el aparato siniestrado: “La foto es clara –argumenta el anónimo informante–: el aparato cae lejos de la cima” del cerro. En el caso del avión, la fuente es un capitán de la FAC, Fernando Izquierdo, que cuenta que él voló en su avión ese mismo día y notó que hacía buen tiempo, y a continuación le informa al senador que a él le contaron que “las personas que estaban en el lugar han dicho que vieron una caída casi vertical”.

Eso es todo.

Sintiendo que no es mucho, el senador Uribe llama en su ayuda a uno de sus abogados defensores (casi tan numerosos como los 300 hombres armados de su esquema de seguridad), Jaime Lombana, para que agregue consideraciones jurídicas al alegato. Y escribe Lombana lo siguiente:

“La prueba de la relación causal, de un resultado antijurídico como lo es la muerte de nuestros policías en el helicóptero derribado, según la dogmática mayoritaria no debe ser una prueba científica sino probabilística. El hecho conocido es que el helicóptero se cayó en una zona con presencia de insurgencia y que la nave estaba en ejercicio de una actividad peligrosa. Afirmar que fue un accidente, contra los testimonios de los campesinos e indígenas de la zona, resulta infundado y probabilísticamente incorrecto. Ahora bien, echarle la culpa a una falla humana sin fundamento probatorio alguno, sí es indicio de irresponsabilidad y mala fe del gobierno”.

De poco sirve demostrar, así sea solo probabilísticamente, la responsabilidad de las Farc en el episodio, que para el senador Uribe está demostrada de antemano. Es necesario además demostrar la del gobierno. Y esa la deduce el senador de la propia intrínseca naturaleza maligna del presidente Juan Manuel Santos, su traidor sucesor. Así que se pregunta: “¿Cuál es la intención de las mentiras del gobierno?”. Y él mismo se responde:

–Exculpar a ‘la Far’.

Y, más sibilinamente:

–Adoctrinar en favor de la narcoguerrilla a las Fuerzas Armadas de Colombia, al mejor estilo del castrochavismo.

La intención que tienen las mentiras de Uribe, por su parte, es la de impedir que cuaje el único propósito del gobierno de Santos que lo distingue del suyo, que es el de firmar con las Farc (y con el ELN) unos acuerdos que pongan fin a la guerra. Uribe no puede permitir que eso suceda, pues se quedaría sin razón de existir. No solo se quedarían sin discurso los uribistas para las elecciones de octubre: se quedarían sin nada. Para uribistas, basta con los santistas. Que son, empezando por el propio Santos, uribistas reciclados. Más de la mitad de los gabinetes de Santos han estado compuestos de uribistas, la totalidad de las fuerzas parlamentarias que lo apoyan fueron uribistas hasta el último día: La U, que por algo se llama de ese modo, y no La S; la L de lambonería que llevan los liberales grabada al fuego en la frente; el CR de Cambio Radical que tiene forma de veleta. Para Uribe, basta con Santos. Son hermanos gemelos, gemelos casi idénticos, en lo político, en lo económico, en lo social: salvo en su visión de la paz, que aunque frustrada todavía es casi lo único bueno que se ha venido construyendo en los cinco años de gobiernos de Santos.

En cuanto a mentirosos, allá se la van los dos. No hace tanto que solían mentir al alimón.