OPINIÓN

Déjà Vú

Las matanzas presentes son una amenaza para la construcción de la paz mucho más seria que las discrepancias bizantinas sobre las gradaciones de la administración de justicia para las matanzas pretéritas.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
25 de febrero de 2017

Siguen las matanzas del paramilitarismo en las narices del gobierno y de la Fiscalía, los cuales aseguran que el paramilitarismo no existe. Se acumulan las denuncias. La organización no gubernamental Programa Somos Defensores, que desde hace 20 años publica cada año la lista de las víctimas, contó 80 asesinatos de dirigentes y activistas campesinos y sindicales y 42 atentadospara el año 2016, por encima de los 63 asesinatos y 35 atentados de 2015. También la progresión es perceptible mes por mes, a medida que se van asentando los resultados de la paz firmada con las Farc: la desmovilización y el desarme.

La Cumbre Agraria da la cifra de 94 para el año pasado, y Marcha Patriótica la eleva a 125, en tanto que Amnistía Internacional reduce a 75 los “asesinatos selectivos”. ¿Y quiénes son los blancos seleccionados? Líderes campesinos, reclamantes de tierras, defensores de derechos humanos, militantes de organizaciones de izquierda, en particular de Marcha Patriótica, la heredera de la Unión Patriótica minuciosamente exterminada (3.000 muertos) hace tres décadas. 

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¿Y quiénes son los seleccionadores? No se sabe. Las autoridades no tienen pistas porque, argumentan, “no existe sistematicidad” en los asesinatos, como explicó el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, que solo mencionó 58 casos: algo más de uno por semana. El fiscal Néstor Humberto Martínez corroboró lo dicho por el ministro ante la Comisión Segunda de la Cámara: “Por el momento no hay una sistematicidad en las afectaciones a la integridad de los líderes sociales” asesinados. “Esa es una visión que comparten el gobierno y la Fiscalía General de la Nación”. Entonces ¿no sirvieron de nada los costosos algoritmos (4.000 millones de pesos) que elaboró para la Fiscalía la investigadora Natalia Springer von Schwartzenberg, y que tenían por objeto “deducir patrones” en los asesinatos cometidos por el ELN, las Farc y las “bandas criminales”, o bacrim? Pues por lo visto no. 

Estamos tal como hace 30 años, cuando el entonces presidente Virgilio Barco achacaba la matanza de miembros de la Unión Patriótica a anónimas e inidentificables “fuerzas oscuras”. Se está repitiendo ante nuestros ojos lo que ya habíamos visto: lo “déjà vu”.

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La expresión francesa “déjà vu” (ya visto) designa según los diccionarios “una paramnesia del reconocimiento” que consiste en “la sensación de que un evento o experiencia que se vive en la actualidad se ha experimentado en el pasado”. ¿Y qué es “paramnesia”? Una “perturbación de la memoria que consiste en tener recuerdos falsos”. Pero no: no son paramnésicas las ONG que denuncian la repetición de la matazón de hace 30 años, ni la prensa que les hace insuficiente eco: lo que pasa es que “la visión que comparten el gobierno y la Fiscalía” es una visión de amnésicos. Amnesia: la incapacidad de recordar. Y aquí hay que traer a cuento la manoseada frase del filósofo Santayana. “Quienes no recuerdan el pasado están obligados a repetirlo”.

Que eso podía pasar era previsible, y fue previsto. Tanto, que el gobierno vio la necesidad de crear un ministerio específicamente dedicado a gerenciar los conflictos del posconflicto, y puso a su cargo a Rafael Pardo, tal vez la persona más íntimamente experimentada en el tema por haber sido consejero de paz del presidente Virgilio Barco y ministro de Defensa del presidente César Gaviria cuando se vieron las matanzas de hace tres décadas. Para él, más que para nadie, lo que estamos volviendo a ver ahora es “déjà vu”.

Y es lo más grave que está sucediendo hoy. Las matanzas presentes son una amenaza para la construcción de la paz mucho más seria que las discrepancias bizantinas sobre las gradaciones de la administración de justicia  para las matanzas pretéritas. Ignorarlas, como pretenden la Fiscalía y el gobierno, bajo el pretexto ridículo de que “no existe sistematicidad”, el mismo pretexto que ha sido usado de manera infame para disculpar o negar detenciones-desapariciones y “falsos positivos", no es solo ceguera: es también complicidad.

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NOTA que no tiene nada que ver con lo anterior (o a lo mejor sí). Al mirar con atención la foto del fiscal Néstor Humberto Martínez en la revista SEMANA del domingo pasado (página 19) se descubre que el diseño de la corbata representa montones de elefantes. 

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