OPINIÓN

La corrupción

Los corruptos de la izquierda se quedan con su coima cuando reparten la riqueza existente. Los corruptos de la derecha sacan la suya de concentrar aún más la riqueza existente.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
28 de noviembre de 2015

Dentro de la derechización general del mundo, la elección del ultraneoliberal Mauricio Macri a la Presidencia de Argentina es particularmente llamativa: es la primera vez desde hace casi un siglo que la derecha argentina llega al poder por elecciones libres, y no al amparo de un golpe militar.

O disfrazada de izquierda, como ha ocurrido en un par de episodios del peronismo endémico de ese país: el de Carlos Menem, en beneficio de la derecha neoliberal, y el de Isabelita de Perón (por herencia), en beneficio de la derecha fascista. A Isabelita los militares la apartaron por inepta. A Menem le impusieron lo que quisieron, empezando por los indultos del “punto final” para los crímenes de sus dictaduras. Macri es el primer derechista declarado que llega a la Presidencia por el voto popular. Aunque, la verdad, no es que hayan sido muy de izquierda los varios radicales que han sido elegidos –y derrocados– desde que lo fue Hipólito Yrigoyen en 1930.

Inesperada victoria contra el candidato peronista, en un país en el que hasta el papa es peronista. Y, por eso mismo, muy estrecha (51 por ciento contra 49), y con una abstención sin precedentes: casi del 30 por ciento en un país en el que el voto es obligatorio. Pero tanto la abstención como la victoria se explican en gran medida por el hastío de los argentinos con la desaforada corrupción del populismo kirchnerista que ha gobernado los últimos 12 años.

Es la corrupción de la izquierda en el poder. La misma que estamos viendo en los países latinoamericanos que todavía tienen gobiernos que se dicen de izquierda. En el Brasil de Dilma Rousseff, el Chile de Michelle Bachelet, la Nicaragua de Daniel Ortega, la Venezuela de Nicolás Maduro. La misma que aquí los electores bogotanos acaban de cobrarle a la izquierda distrital. Un cobro sin duda merecido. Pero que viene de olvidar que la derecha, cuando gobierna (y aun cuando no gobierna), es igualmente corrupta. Es ese hastío provocado por la corrupción de la derecha el que llevó al poder en el Brasil al Partido de los Trabajadores de Lula, y en Venezuela a los “socialistas del siglo XXI” de Hugo Chávez. Y hay una sutil diferencia entre la corrupción de los unos y la de los otros. Los corruptos de la izquierda se quedan con su coima cuando reparten la riqueza existente. Los corruptos de la derecha sacan la suya de concentrar aún más la riqueza existente. Por eso nunca se ha visto que en Venezuela salga el populacho a las calles a gritar “¡Ladrón o no ladrón, queremos a Carlos Andrés!”, ni en el Brasil “¡Ladrón o no ladrón, queremos a Collor de Melo!”, como sí gritaban los argentinos “¡Ladrón o no ladrón, queremos a Perón!”.

Con esto no quiero decir ni que todos los gobernantes de derecha en América Latina hayan sido corruptos, ni que lo hayan sido todos los de izquierda. Hay alguna excepción. Simón Bolívar, por ejemplo (y eso que era a la vez de izquierda y de derecha).

Dicho que la corrupción de izquierda de los gobiernos de los Kirchner es la que explica la derrota del candidato peronista, hay que añadir que eso no es garantía de la honradez de la derecha victoriosa. Pero sin prejuzgar sobre esta (aunque con Macri están volviendo los corruptos de la época menemista), hay que recordar también otra cosa: que, además de habitualmente tan corrupta como la izquierda, la derecha es de derecha. En el caso de Macri, en su modalidad neoliberal: la derecha moderna, que impera casi en el mundo entero, salvo en aquellos sitios en que todavía persiste la hirsuta derecha feudal o militar, como en el mundo islámico o en África. Y hay que ver los males que le ha traído al mundo entero esa derecha desde que hace 40 años se impuso en el mundo entero con las doctrinas de los ‘Chicago boys’ llevadas a la práctica por Reagan, Thatcher, Deng, Yeltsin, etcétera.

Hace poco hablé en esta columna de ese par de golondrinas socialistas de verano que son el candidato presidencial demócrata Bernie Sanders en los Estados Unidos y el nuevo líder laborista Jeremy Corbin en el Reino Unido. A ellos se suma ahora el socialista Antonio Costa, que acaba de empezar a gobernar en Portugal en alianza con el ‘Bloque de Izquierda’, los comunistas y los verdes. A ver qué pasa.

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