OPINIÓN

Dios los cría...

Vargas tuvo abierta una investigación por confabulación electoral con el paramilitar Martín Llanos. la archivó en 2013 el magistrado Bustos.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
21 de octubre de 2017

Álvaro Uribe Vélez y Germán Vargas Lleras comparten el gusto por el uso de la fuerza que hundió a Colombia en el tremedal del paramilitarismo a partir de los años ochenta, cuando Pablo Escobar y los hermanos Ochoa fundaron el tenebroso MAS, Muerte a Secuestradores. Por eso fue Vargas uno de los primeros dirigentes políticos de peso que respaldó en 2002 la candidatura presidencial del exgobernador Uribe, que había multiplicado las Convivir en Antioquia y prometía mano dura para acabar con las guerrillas en 18 meses.

Uribe era también entonces el candidato de los paramilitares, según vino a demostrarse cuando empezaron las investigaciones por parapolítica. No es raro, pues, que cuando rompieron su complicidad lo hicieran acusándose mutuamente de ser aliados de los paramilitares. Y no es raro tampoco que por esas investigaciones terminaran presos tantos políticos uribistas y tantos vargaslleristas. Como acaba de recordar en el debate parlamentario el senador Jorge Enrique Robledo, el partido de Vargas, Cambio Radical, tiene nada menos que 19 condenados por paramilitarismo: le pisa los talones al uribismo carcelario, que todavía tiene sub judice por parapolítica a uno de sus precandidatos presidenciales.

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El propio Vargas tuvo abierta una investigación sobre denuncias de confabulación electoral con el paramilitar Martín Llanos, jefe de los Buitragueños. Según la senadora Claudia López, escudriñadora de rarezas electorales, el entonces parlamentario tuvo “la votación más atípica” imaginable en Casanare, donde pasó de 39 votos (treinta y nueve) en l998 a 7.254 en 2002: precisamente cuando apoyaba la candidatura presidencial de Uribe. La diligencia contra Vargas fue archivada en 2013 por decisión del entonces presidente de la Sala Penal de la Corte Suprema Leonidas Bustos, hoy investigado a su vez por cobrar sobornos a cambio de archivar investigaciones a políticos. Una “absolución exprés”, la llamó el senador Robledo, señalando que el caso solo había durado abierto 10 meses.

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Pero le preguntan a Vargas en La W que cuales son las medidas que se le ocurriría tomar contra la corrupción, dada la turbia historia que en ese aspecto tiene su partido, Cambio Radical, ilustrada por el caso de los avales concedidos a criminales hoy convictos, como el exgobernador Kiko Gómez y la exalcaldesa Oneida Pinto. Y Vargas elude la respuesta alegando que ese no es problema suyo, sino de Cambio Radical, que tiene un director que se llama Jorge Enrique Vélez. Técnicamente hablando eso no es una mentira. Aunque sea universalmente reconocido como su jefe desde hace 15 años, Vargas no es el director de Cambio Radical. Y hace unos meses tomó incluso la precaución de rechazar el aval que el actual director Vélez le ofrecía en nombre de su partido: no quería cargar con esa mancha, como esos hijos de delincuentes que reniegan de su apellido para no tener que responder por él. Lo cual no hace honor a su franqueza, pero sí a su astucia.

Pero le queda pese a todo el temor de que lo puedan confundir con esa suciedad que creyó dejar atrás al buscar el respaldo de su candidatura por firmas y no por su desacreditado partido, como quien se cambia de ropa. Es quizá por eso que se preocupa de que la justicia especial para la paz, la JEP, pueda, como asegura virtuosamente indignado, “procesar a todo el sector productivo del país, a todos los contradictores políticos, a los partidos” (incluido, es de suponer, el que él mismo acaba de abandonar), “y en general a 48 millones de colombianos a los que nos cambiaron el juez natural”. El suyo era el magistrado Bustos, que ya lo absolvió. Pero el paramilitar Martín Llanos, preso desde 2012, reclama desde la cárcel que su proceso sea revisado ahora por la JEP.

Por eso ahora, después de haber sido durante 7 años ministro primero y luego vicepresidente de Juan Manuel Santos, vuelve a coincidir con Uribe en el rechazo a lo que el gobierno pactó en La Habana delante de sus narices sin que a él se le ocurriera protestar. Porque estaba ocupado apurando hasta el último minuto posible las ventajas electorales de controlar la tajada más jugosa del gobierno: las viviendas gratis y las megaconstrucciones de vías. Vuelve a coincidir con Uribe hasta el punto de que tampoco sería raro que este terminara apoyando su candidatura, como Vargas apoyó la suya hace 16 años. Ya Uribe lo ha insinuado a su manera sinuosa y sibilina y gramaticalmente desconcertante: “Cualquier reunión que fuera a sostener con el exvicepresidente doctor Germán Vargas o semejante, sería previamente informada a la ciudadanía”.

Como entonces. Solo falta Martín Llanos. 

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