OPINIÓN

Odio (4). Breves notas sobre el racismo

En Colombia la piel sospechosa es la de la pobreza. Quisiéramos arrancárnosla de un tirón. Cada uno sabe bien lo que significan la exclusión y la falta de oportunidades por esta causa.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
20 de noviembre de 2017

La obra del escritor James Baldwin está siendo revisitada luego del estreno de No soy tu negro, más que un documental un ensayo visual que se vale de las 30 páginas que él llevaba escritas al día de su muerte para su libro Remember this house, en el que pensaba contar la historia de USA a través del asesinato de tres de sus grandes amigos: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King. En este documental, Baldwin vuelve a la idea original de La próxima vez el fuego: la historia de América es la historia del racismo. 

James Baldwin fue uno de los intelectuales norteamericanos más importantes del siglo XX. Homosexual y negro, su novela El cuarto de Giovanni aparece en el puesto 39 del canon literario de EE. UU. Sin embargo, en mi concepto, su obra más importante es ese corto ensayo atrás mencionado publicado en 1964 y llamado La próxima vez el fuego, un texto crudísimo, de asombrosa lucidez y de total vigencia en este momento en que el odio hace de las suyas bajo la ira de Trump.
El racismo no va solo sobre un “asunto de negros”. Se apoya en la conservación del odio contra la raza como sustento de la política. O, mejor, de los políticos, pues son ellos quienes directamente se benefician de él sin importarles el daño que eso causa a la sociedad en general: nada hay más peligroso que alguien que no tiene nada que perder y son justo este tipo de personas las que el odio construye. Basta ver en The Wire el ejemplo de esos guetos que afectan por igual a toda la ciudad, lo que nos remite a la reseña que escribió sobre aquel ensayo el escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, donde se lee: “Piel negra y sospecha son una misma cosa. Sospecha por los delitos aún sin cometer. Sospecha de ruindad congénita. Sospecha de mediocridad flagrante”.

En Colombia la piel sospechosa es la de la pobreza. Quisiéramos arrancárnosla de un tirón. Cada uno sabe bien lo que significan la exclusión y la falta de oportunidades por esta causa. Como sucedió con los negros en The Wire, las Farc no nacieron porque sí. Fueron también fruto de la inequidad social. Luego en el monte ya no tenían nada que perder. No se trata de justificarlos, lo que es imposible, sino de entender que el conflicto terminó pero la guerra sigue igual porque el odio no está en el campo.

La guerrilla no ha puesto a los últimos presidentes del país, como se dice. Lo han hecho los mismos políticos de siempre que se han metamorfoseado de victimarios en “víctimas”. Ellos construyeron ese odio para soportarse en el poder y luego se han valido de él para lo mismo. “La guerra es una masacre -dijo Verlaine- entre gente que no se conoce para provecho de gente que sí se conoce pero no se masacra”. Así, los políticos ladronean y nosotros nos matamos. Somos el enemigo pero también la carne de cañón. Esto es lo peor: saber que el odio que respiramos no es propio; que no somos más que títeres de esos mismos que iniciaron la Violencia en los cuarenta. Han cambiado apenas unos pocos apellidos, no todos.

En No soy tu negro hay una escena de una vieja película en la que un hombre blanco y otro negro corren detrás de un tren para salvar sus vidas. El negro lo logra y mira al otro correr sin saber qué hacer. Cuando se proyectó en los años sesenta, los negros gritaban en la sala de cine: “No saltes, no saltes”. Al final el negro salta y se encadena al otro. Lo hace para tranquilizar a la gente blanca; para hacerles saber que no se les odia; para que crean que, a pesar de todos sus errores, no han hecho nada para ser odiados. El documental muestra luego imágenes recientes en las que los supremacistas blancos juzgan y hacen daño, pero no se arrepienten de ello porque no se cuestionan su propia maldad. Antes por el contrario: esperan ser aplaudidos por el resto de la sociedad, y hasta ser tomados por héroes precisamente por ese daño causado (escribo sobre Baldwin, pero pienso en Colombia, los paramilitares y el eterno retorno). ¡Líbranos del bien de tantos héroes, Señor!

Hasta hace unos años las campañas políticas se debatían entre la esperanza y el miedo. Con Trump y la posverdad se institucionalizó el odio como “argumento” de campaña. Él lo volvió a traer a la agenda política porque para la supremacía blanca -como escribió Baldwin-, “El racismo existe porque la sociedad lo necesita para sobrevivir”. ¿No es acaso lo mismo que sucede en Colombia con la guerra? Y no es que “estamos condenados a repetir la historia por desconocer el pasado”. Es que no hemos logrado superarlo y no podemos reconocer -ni utilizar- lo que no ha pasado.

@sanchezbaute

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