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Carta a Timochenko

Quienes están de plácemes con sus declaraciones son los uribistas, los que se burlaron cuando ustedes anunciaron su intención de abandonar la lucha armada.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
21 de septiembre de 2013

No sé si usted ha calibrado muy bien el impacto que en el país han causado el tono y el contenido de sus últimas cartas, en las que amenaza con echar por la borda la confidencialidad de las negociaciones de paz en La Habana. El efecto tal vez más demoledor ha sido en el terreno que menos se ha avanzado: en el de la credibilidad que tiene este proceso ante la opinión pública colombiana, la cual, se lo aseguro, está cada vez menos interesada en lo que suceda en La Habana.

Como lo muestran casi todas las encuestas, del escepticismo se ha pasado al desinterés y no porque se haya abandonado el sueño de un país en paz, en las encuestas los colombianos que ansían el fin del conflicto siguen siendo una abrumadora mayoría, sino porque son cada vez menos los que creen en su voluntad de paz.

A esta percepción no solo han contribuido sus últimas declaraciones sino el poco esfuerzo que hasta ahora han hecho por darles la cara a las víctimas, como nos lo prometieron. Créame: comparto su planteamiento cuando ustedes insisten en decir que son víctimas del conflicto y que sus muertos también tienen que ser resarcidos si queremos construir una sociedad en paz. Pero también es cierto que la guerra, que todo lo degrada, los convirtió a ustedes en temibles victimarios. 

La forma en que asesinaron a Guillermo Gaviria y a Gilberto Echeverri, a los diputados de Valle, para no hablar de los muertos de la bomba en el Nogal, acto terrorista que ustedes todavía niegan, no fueron perpetrados propiamente por víctimas. Y para serle sincera, somos muchos los colombianos que aspirábamos a  que a estas alturas su promesa de darles la cara a las víctimas se hubiera convertido en algo más contundente que una  declaración sacada con pinzas. 

También nos están debiendo la verdad sobre su relación con el narcotráfico, que también nos prometieron. No creo, como sostiene el uribismo que ustedes sean unas organizaciones narcotraficantes. Y comparto su tesis de que el Estado y la política siguen permeadas por el narcotráfico, sin que eso haya planteado un problema ético, ni mucho menos. 

Sin embargo, también es cierto que el narcotráfico los permeó a ustedes también y que su relación con ese flagelo es una verdad que se la deben al país si quieren hacer política sin armas. Ustedes han utilizado el narcotráfico para financiar su lucha armada y esa cercanía con la mafia los está atando más tarde que temprano a un destino cada vez menos revolucionario. No dar este debate de frente a la sociedad que como ustedes dicen tiene rabo de paja, no lo entiende nadie. 

Quienes sí están de plácemes con sus declaraciones amenazantes son los integrantes de la derecha uribista. Es decir, los que nunca les creyeron y que se burlaron cuando ustedes anunciaron su intención de abandonar la lucha armada. Sus explosivas declaraciones les están dando la razón. O por lo menos los llenan de argumentos para reafirmarse en su tesis de que las Farc no tienen voluntad de paz y de que la única concesión posible es su rendición por efecto de la guerra. 

Probablemente a usted no le importe que sus declaraciones y dilaciones terminen dándole municiones al uribismo, que las utilizará en la campaña electoral para convencer al país de que lo que nos conviene es la guerra y no la paz. Pero para los que soñamos con un país en paz, que estamos hastiados de los atropellos cometidos por paramilitares, por la fuerza pública y por la guerrilla, estos juegos de guerra sí nos afectan. 

Finalmente: no sé si ustedes se han equivocado en leer el momento por el que atraviesa el país. Lo digo porque la acidez de sus declaraciones coincide con nuevos hechos: la caída de Santos en las encuestas; la explosión de la protesta social que se tomó las calles y el inicio de una campaña electoral signada por la ilegitimidad de instituciones como el Congreso, anegado en sus relaciones con las mafias del narcoparamilitarismo. 

Si creen que estos indicadores sugieren que hay un ambiente prerrevolucionario que podría favorecerlos, se equivocan. Las protestas que se están haciendo en las calles no van solo contra el statu quo de las cosas, sino contra todos los agentes ilegales que han afectado los derechos de los indignados, incluidas las Farc. 

Y si piensan que los campesinos que salieron a protestar lo hicieron pensando que ustedes puedan llegar a representar sus batallas, se equivocan porque allá tampoco los quieren. Los estudiantes de la Mane también tienen muy claro que su pelea es por la educación y su protesta está muy lejos de estar inspirada por ustedes. 

Si ustedes creen que se van a  apoderar de esa protesta, es que no conocen a los colombianos que están peleando por sus derechos en la calle. 

Ojalá que esta misiva sirva para un intercambio epistolar productivo y no para incentivar la cizaña. Los que todavía creemos en que este proceso es la puerta para la construcción de una Colombia más incluyente, no nos rendimos tan pronto. 

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