OPINIÓN ONLINE
12 hilos para la cita del 23 de marzo
De un idílico acuerdo de paz puede salir un terrible y díscolo Frankenstein.
«Mi trabajo no es el llevarlos hasta la cima, sino el de bajarlos hasta un lugar seguro antes de que mueran», advierte Rob Hall -el protagonista de la película ‘Everest’ (2015)- al grupo de alpinistas que se alistan para el ascenso. Ocho de ellos morirán. La película dirigida por Baltazar Kurmakur recrea la tragedia sucedida en el Himalaya el 10 de mayo de 1996. En la sala de cine el espectador puede llegar a sentir el mortal frío.
Santos y ‘Timochenko’ han salvado difíciles escollos y llegaron hasta el «Campamento Base» con todo el equipamiento. Hasta ahora lo han hecho bien. Han acordado alcanzar la cima el 23 de marzo de 2016. No pongo en duda la determinación de estos dos hombres para conseguirlo. Pongo en duda la fecha. No es razonable. Faltan cuerdas, botellas de oxígeno y un poco de buen tiempo para que puedan alcanzar la cima, plantar el banderín blanco, hacerse una selfie para el recuerdo y volver sanos y salvos.
Santos tuvo la ocasión de romper las conversaciones de paz luego del ataque de las FARC en Buenos Aires, Cauca, en abril de 2015. Tenía justificaciones para hacerlo. No lo hizo y pagó el precio en la mediocre política local. Siguió a pesar de que su imagen se descolgaba en las encuestas. Hay que reconocérselo: actuó con visión de estadista.
‘Timochenko’, por su parte, tuvo la ocasión de enrocarse y negarse a reescribir el acuerdo sobre victimas signado por los plenipotenciarios el 23 de septiembre de 2015. No lo hizo a pesar de que era un acuerdo sellado. Timochenko ordenó a sus hombres y asesores jurídicos que volvieran a la mesa y reescribieran el relato sobre las víctimas. Con este gesto el líder rebelde pareciera indicar que no hay vuelta atrás.
El plan es que Santos y ‘Timochenko’ alcancen la cima y no mueran en el descenso. Los temas finales de un proceso de paz hay que precisarlos en detalles a riesgo de que los acuerdos conseguidos hasta hoy se vuelvan un fraude y todo termine en un descalabro. Enumero algunos de los asuntos que deben tomarse en serio:
1. La separación de fuerzas y el cese bilateral al fuego y hostilidades entre un ejército regular (FF.MM.) y un subejército irregular (FARC), amén de la dejación de armas son operaciones complejas que requieren de un componente externo robusto. Un mandato del Consejo de Seguridad sería mucho más eficaz que el aparato débil y burocrático de Naciones Unidas. Esto trae controversia -lo sé- pero este es un asunto que tiene que ver con apoyo económico y político potente y fuerza inmediata desplegada en el terreno.
2. Los acuerdos tienen que tomar cuerpo a través de reformas constitucionales y nuevas leyes. Traducido en lenguaje colombiano esto significa que lo pactado debe pasar por dos aros: el Congreso y la Corte Constitucional. ¿Cuánto tiempo llevará esto? ¿Años? Tenemos un Congreso plagado de saltimbanquis y una Corte de magistrados que querrán aprovechar el momento para lucirse con “fallos trascendentales”. La idea de una Constituyente propuesta por las FARC, compartida por el expresidente Uribe y apoyada por el 44% de los colombianos -según las últimas encuestas- es lo más racional.
3. Las experiencias colombianas en materia de implementación de acuerdos de paz son irrelevantes. Eso lo saben los guerrilleros del M-19, EPL, CRS, Quintín Lame y PRT que terminaron -como proyecto político autónomo- disueltos y borrados de la vida política del país. Eso lo saben los paramilitares que fueron extraditados a los Estados Unidos y los que se quedaron en las cárceles y los miles que volvieron al ají y siguen dando la lata.
4. Colombia tiene una larga experiencia en asuntos de reinserción de ex combatientes. Reinserción diseñada como estrategia de guerra. Debilitar al «enemigo». Convertir a los reinsertados en instrumentos contra sus ex compañeros. Válida en tiempos de guerra. En tiempos de paz se debe diseñar otro plan que busque no cooptar a los ex guerrilleros sino la de permitir que defiendan sus ideas en teatros no violentos.
5. El éxito o fracaso de la transición de las FARC está en su núcleo duro: los mandos medios. Me refiero a los cuadros que llevan veinte o más años en sus filas. Son varios cientos. ¿Cómo transformar sus vidas? «Es como comenzar una nueva vida», dice un experimentado guerrillero al periódico «The Guardian». Hay que respetarles su honor y empotrarlos en algún tipo de fuerza rural útil. Son hombres y mujeres que conocen y saben cómo resolver los problemas en los territorios de la Colombia insondable. Un núcleo duro con el que se puede hacer Estado y políticas de Estado. Un núcleo duro con el que se puede destruir un Estado y sus políticas de Estado.
6. No hay ninguna transición exitosa en América Latina. Es el turno para Colombia. Es difícil implementar unos acuerdos -aún con el consenso de la mayoría- si no hay una estrategia de Estado a largo plazo. Si las economías sucias y las alianzas opacas no son atacadas de raíz, el país puede estar a las puertas de un naufragio sociopolítico. Es irónico, pero hay que expresarlo: de un idílico acuerdo de paz puede salir un terrible y díscolo Frankenstein.
7. El vicepresidente Germán Vargas Lleras viene tejiendo una telaraña de cara a su aspiración presidencial en 2018. Tiene aliados en las regiones que representan lo más anacrónico y bajo de la política del país. Vargas Lleras guarda silencio sobre el proceso de paz quizá con la intención de ningunear en el futuro a los posibles acuerdos. Es un proyecto de país anticuado, sin ilusiones.
8. Guatemala, 1996. Los militares y empresarios ningunearon a los guerrilleros de la URNG e hicieron campaña por el «NO» durante el referéndum de ratificación de los acuerdos y consiguieron que la implementación de los mismos quedara al garete. Estas fuerzas cortoplacistas dejaron al país a la deriva y se dedicaron a saquear las arcas del Estado. Veinte años después la telaraña se cayó y Guatemala fue intervenida por la justicia externa y hace pocos meses fueron enviados a prisión los militares, políticos y empresarios que se enriquecieron mediante alianzas podridas. Esto puede pasar en Colombia.
9. El ELN sigue a la espera. Puede que esté esperando lo qué va a pasar con las FARC. Una espera que afectará a los acuerdos con las FARC en el ámbito territorial, lugar en donde las cosas pueden terminar mal, condenadamente mal. Sólo hay que revisar la historia reciente para presagiar lo que puede pasar. La espera también afectará al propio ELN porque a mediano plazo quedaría en una situación en la que se vería forzado a elegir entre dos opciones malas: negociar por lo bajo o quedarse con el anhelo de fundar un ejército del tamaño del que dejó ‘Tirofijo’.
10. Son las paradojas. Los Estados Unidos, con su peso global y su peso en Colombia, serán determinantes para el éxito del proceso de paz. Es la única nación que puede contener y disuadir a sectores fácticos del país que se muestran renuentes a reconocer los acuerdos de paz. Esto pasó en El Salvador. De un papel protagónico en la guerra civil, los Estados Unidos, pasaron a jugar un rol decisivo para la firma y posterior cumplimiento de los acuerdos entre el gobierno y el FMLN.
11. Las FARC deben aprender de las experiencias ruinosas del M-19 y el EPL. Puede que ahora mismo no estén listas para saltar al empobrecido escenario político colombiano. Pero lo estarán. Eso lleva paciencia. Entre sus filas tienen un capital humano con valores aceptables y una base social en el mundo rural que bien llevado puede traer réditos políticos. El FMLN esperó con paciencia hasta llegar.
12. Porque no pensar en un gobierno de transición para el 2018. Una especie de tándem entre las fuerzas políticas del establecimiento comprometidas con la implementación de los acuerdos y la izquierda en todo su espectro. Un gabinete compartido. Los acuerdos de La Habana y los que salgan con el ELN constituirían un programa aceptable que podría sentar los cimientos para la transformación democrática del país y resolver algunas de las cuentas pendientes con los marginados. Cada país tiene un momento apropiado para hacer su transición necesaria. Creo que a Colombia le está llegando ese momento. Es el último tren y viene gente atrás retirando los rieles.
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