OPINIÓN
Desaparecer el pasado
Nada más peregrino y sin sentido que echar al suelo el edificio de la Caja Agraria en el centro de Barranquilla, que marcó un hito en la modernidad nacional. No es con grandes panorámicas y centros comerciales como se revive una zona urbana, sino rehabilitando el patrimonio arquitectónico y con ello, la identidad.
Un revisión a la historia de Barranquilla, tan joven y falta de referentes de su recorrido por la vida porque los han desaparecido, muestra un empeño permanente de los ciudadanos: tumbar para construir lo que está de moda, lo fugaz, que permita repetir una y otra vez ese proceso de despersonalización urbana. Y aún cuando ese patrimonio arquitectónico, por burla del destino, se convierte en histórico, arremeten contra él bajo las más peregrinas teorías y absurdas consideraciones.
Ese es el caso del viejo edificio de la Caja Agraria, en el Paseo Bolívar (corazón apaleado de la ciudad) designado Monumento Nacional por decreto 1802 del 19 de octubre de 1995 del Ministerio de Educación que, desde el presidente Uribe para abajo y con coro ciudadano pretenden tumbar para “abrir vista panorámica” a la nueva proyección del centro y las ampliaciones novedosas que se han proyectado para revivir el casco histórico. Nada más peregrino y sin sentido que echar al suelo una edificación importante que marcó un hito en la modernidad nacional, una estructura muy sólida que bien podría convertirse en una catedral del saber y la cultura para los habitantes de los barrios periféricos y los del sur-occidente tan huérfanos de infraestructura que les brinde la oportunidad de cultivar el espíritu y mejorar su conocimiento.
A la loquera presidencial, que en medio de una asamblea de tenderos lanzó el grito de batalla contra el edificio y tuvo que pararlo la Ministra del Cultura, decreto en mano (aunque ella también iba por la panorámica), se ha sumado un grupo de locales quienes tras el slogan “Por Amor a Barranquilla” convertido en asociación cívica recogieron firmas (18.337) para respaldar la acción popular con la cual esperan derogar ese decreto para darle paso a la demolición del edificio.
Se cumple así el eterno ciclo de tumba y construye que ha despersonalizado la fisonomía urbana, y que incide, y mucho, en la falta de identidad de los barranquilleros. Esa terrible constante de menosprecio por el amoblamiento urbano y el espacio público se refleja en la ausencia de cultura ciudadana.
Además, los representantes de la clase política baranquillera, en mayoría, han sido artífices del desmantelamiento arquitectónico de barrios con estilo propio o la creación de invasiones en zonas subnormales.
A esta funesta idea de “abrir la panorámica” del Paseo Bolívar se suma ahora el administrador del edificio que solicitó una inspección judicial porque “caen pedazos de concreto” de los sectores deteriorados de la edificación “que pueden acabar la vida” de algún transeúnte. Eso es cierto, pero de todos los edificios del centro histórico caen en forma permanente trozos de paredes, cornisas y techos por el absoluto abandono en que se le ha mantenido. De manera que la medida cautelar para que se coloquen mallas de protección o se hagan cercamientos o se construyan techos para la zona peatonal deberá extenderse a todo el sector, pero no puede significar un aporte más al sin sentido de tumbar ese edificio.
Allí debería ubicar la Alcaldía Distrital, previa reparación y adecuación, el Centro Cultural Antigua Caja Agraria, con biblioteca, sala de música, sala de videos, salón de conferencias e irradiar a través de ese proyecto cultural la construcción de respeto y valoración del centro histórico. El siguiente paso serán las inversiones en rehabilitar para vivienda tanto edificio bello, hoy nido de palomas y ratas, porque la recuperación de los centros urbanos pasa por el individuo, su vida cotidiana y su relación con el entorno.
No es con grandes panorámicas y centros comerciales como reviven una zona urbana ni tumbando sino rehabilitando, recuperando e inyectándole vida y calor humano de día y de noche.
losalcas@hotmail.com