OPINIÓN

Diez razones

Cuando volví a encontrar mi norte, rescaté por lo menos diez razones que me mueven a apoyar este proceso de paz.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
25 de mayo de 2013

A veces, cuando se abre un proceso de paz, los periodistas somos proclives a perdernos en la espesura de los hechos y nos quedamos enredados en temas técnicos que nos impiden ver la profundidad del bosque. Eso me pasó la semana pasada en La Habana. 

Llegué para medir la temperatura de las conversaciones y terminé atrapada en temas técnicos que por poco me hacen perder la esencia de lo que realmente está en juego. Cuando volví a encontrar mi norte, rescaté por lo menos diez razones que me mueven a apoyar este proceso de paz.  Las comparto con ustedes. 

Razón# 1: La más importante: Porque 50 años de guerra son más que suficientes y no me resigno a que ese sea el país que les vaya a tocar a mis hijas.  

Razón #2: Porque el campo colombiano dejaría su atraso histórico y se podría reincorporar a la modernidad. De esa forma se acabaría ese abismo que hay entre esa Colombia rural, sometida a los poderes ilegales, al olvido del Estado y a la guerra, y la Colombia urbana, sin duda más moderna, en la que se han ido afincando procesos más institucionales y democráticos. 

Razón#3: No menos importante que las otras: porque ya es hora de que los colombianos volvamos a la normalidad. Hemos ido incorporando a nuestro diario vivir los operativos militares, la militarización de las calles, los ataques constantes de la guerrilla, las bombas, los secuestros, los asesinatos, como si fueran hechos normales. Pero no lo son. Vivir de esa manera no es normal en ningún país del mundo. Los colombianos también tenemos derecho a ser normales y a conocer los placeres de una sociedad en paz.  

Razón#4: Porque si nos volvemos normales, podríamos insertarnos en el mundo de verdad para que se nos mirara por fin de otra manera. Dejaríamos de ser los parias que somos y podríamos viajar por el mundo sin tener que pedir visa, como hacen todos los ciudadanos en este planeta Tierra. Y lo mejor: no habría que invertir tanta plata en la imagen de Colombia para intentar convencer a los de afuera de quiénes somos realmente. 

Razón#5: Porque si se acaba el conflicto armado, por fin la izquierda puede llegar a ser tan relevante como ya lo es en otros países de este continente. Con las Farc en armas, esa realidad era un imposible. 

Razón#6: Porque es hora de que la política recupere su dignidad perdida y el liderazgo de nuestros dirigentes políticos se afiance en valores democráticos, para evitar que vuelvan a edificar poderes con un pie en la legalidad y el otro en la ilegalidad. Si se le va a exigir a las Farc que abandonen la combinación de las formas de lucha, lo mismo se le debe exigir a los partidos tradicionales que guardan todavía relaciones con los paramilitares. 

Razón#7: Porque saldríamos de una vez de los cultivos ilícitos y los campesinos podrían volver a cultivar la tierra de manera lícita, y se admitiría finalmente que la guerra contra las drogas hay que replantearla. Y porque no habría más mutilados por las minas antipersonal.

Razón#8: Porque sería la oportunidad para que los colombianos nos volvamos dueños de nuestro país y se lo rapemos a los violentos y podamos pasear por sus montañas, sus mares y sus ríos. Hay varias generaciones de colombianos que han crecido sin poder conocer su país debido al conflicto armado y que se han acostumbrado a vivir dentro de esas fronteras irreales. 

Razón#9: Porque quisiera que los colombianos nos enorgulleciéramos no de tener el Ejército más grande de América Latina, sino por tener el mejor sistema de salud o el mejor sistema de educación de América latina. 

Razón#10:  Porque esa es la única forma de darle la cara a todas las víctimas de este conflicto: a las víctimas de la guerrilla, de los paramilitares, de los agentes del Estado. Y de que se nos cuente la verdad que se nos debe, necesaria para que las heridas puedan sanar.

Puede que esté pensando con el deseo. Y ahora que lo pienso mejor, si lo que se podría firmar en La Habana alcanza para devolvernos la normalidad, me doy por muy bien servida. 

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