Don Julio Mario

El libro de Reyes, riguroso, minucioso y, por supuesto, 'no autorizado' cuenta cómo, cuándo y gracias a quién se hizo su enorme fortuna

Antonio Caballero
20 de abril de 2003

Dejemos de lado por unos dias al presidente Bush y a sus secuaces, que ahora amenazan con despedazar a Siria por ver si allá sí encuentran las armas de "destrucción masiva" que usaron como casus belli contra Irak, y que no han encontrado en las ruinas humeantes de Irak, entre los cadáveres calcinados y los tesoros arqueológicos saqueados ( y que pronto veremos subastados -los tesoros, no los cadáveres- en Sotheby's y Christie's de Nueva York). Calculo que esas fieras, mientras digieren la presa, tardarán por lo menos una semana en lanzarse sobre la siguiente. Eso nos da un respiro para hablar de otros temas.

Porque supongo que si hasta ahora nadie ha dicho en público una sola palabra a propósito del magnífico libro de Gerardo Reyes sobre Julio Mario Santo Domingo se debe a eso ¿no? A que no ha habido tiempo, ni respiro. No creo que sea por temor a los malos humores del magnate. Colombia, decía Rubén Darío (y yo les creo a los poetas) "es una tierra de leones".

El libro de Reyes (Don Julio Mario, biografía no autorizada del hombre más poderoso de Colombia. Ediciones B. 39 mil pesos en las librerías) aparece en buen momento: cuando Santo Domingo está ejecutando una de sus piruetas financieras contra los colombianos, para su propio peculio, y con la colaboración del gobierno de turno. La pirueta de Avianca. Pues Santo Domingo es el mejor ejemplo -y el más grande- del funcionamiento del capitalismo de presa colombiano, que destruye y devora la riqueza sin crearla, y chupa lo que hay. A la manera de esos insectos dañinos que inyectan su ponzoña en presas más gordas que ellos -escarabajos, arañas, incluso pajaritos o pequeños roedores- a quienes el veneno licua por dentro para que los absorba el depredador, dejando por fuera el cascarón o el pellejo. Lo hemos visto en cien empresas succionadas y desecadas por el Grupo Santo Domingo. (El propio Grupo, como tal, ya no se llama así). Lo vimos en el periódico El Espectador, el diario más antiguo y prestigioso de Colombia, reducido a un esqueleto de semanario. Lo vemos ahora en Avianca, la empresa de aviación más antigua de América.

¿Avianca? No, por Dios. "Alianza Summa" se llama ahora esa empresa que fue de muchos colombianos y ahora es de uno solo. Alianza, como la del Arca que firmó Dios con Moisés para entregarle al fiado la Tierra Prometida; y Summa, como la Summa Theologica que escribió Santo Tomás para explicar por qué los Julio Marios de turno tenían todo el derecho a quedarse con todo en contra de la doctrina hasta entonces vigente de San Agustín y San Ambrosio, según la cual "el que es rico, o ha robado, o su padre ha robado". "Alianza Summa", con una mariposa en la cola: la suma, la alianza, la resta, la quiebra, de Avianca, de Sam y de Aces, que cuando no estaban summadas, ni endomingadas, ni chupadas, ni quebradas, eran unas aerolíneas que permitían viajar por Colombia y por el mundo a precios módicos, y ya no. ¿Han observado ustedes que desde que existe la "summa" esta comprar un billete aéreo cuesta mucho más en Colombia que en el resto del planeta? No hablo de vuelos charters ni de cosas así, sino de vuelos normales. Pongo el ejemplo de una ruta que uso a menudo yo mismo, que es la de Bogotá-Madrid. El billete Bogotá-Madrid-Bogotá cuesta casi el doble que el billete Madrid-Bogotá-Madrid. Porque en el mundo, pese a todo, las aerolíneas compiten entre sí. En Colombia, donde hay un monopolio de Julio Mario Santo Domingo, no.

Pero parece ser que está en la ruina, el pobre. Que tenemos que ayudarlo. Esta misma revista SEMANA decía hace un par de semanas, bajo una foto arrogante del magnate, que "en los dos últimos años, Julio Mario Santo Domingo le ha metido a Avianca cerca de 700 mil millones de pesos de su propio bolsillo".

El lector de pies de fotos se asombra y se enternece ante la generosidad del magnate. Pero a continuación recupera el sentido y se pregunta de dónde diablos habrán salido los 700 mil millones de pesos que estaban en el bolsillo del magnate. ¿De la propia Avianca, quizás? ¿O de la summa? ¿O de alguna tenebrosa resta?

Y es ahí donde vuelve a entrar en danza el libro de Gerardo Reyes, riguroso, minucioso, y, por supuesto, "no autorizado". Un libro que cuenta cómo, cuándo, gracias a quién, se hizo la monumental fortuna de Julio Mario Santo Domingo: con qué socios sin escrúpulos (y luego pisoteados); con qué presidentes de la República abiertos de piernas (y luego abandonados); con qué mujeres, con qué sirvientes, con qué abogados.

Lean el libro. Por añadidura, está muy bien escrito.

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