OPINIÓN
El centro histórico de Valledupar en riesgo
Las autoridades que velan por la conservación de los bienes culturales actúan como zorros administrando gallineros.
Cuando en 1531 el maestre de campo español Esteban Martin vio por primera vez el Valle de Upar quedó deslumbrado por su belleza y fertilidad “hemos llegado a un hermoso valle todo poblado de conucos y sementeras” dice en su famosa Relación de una lengua dada a conocer en 1534.
El territorio del Valle de Upar es mucho más extenso que el de la ciudad de los Santos Reyes que hoy se conoce como Valledupar y su mención en las fuentes históricas es anterior a la de este asentamiento que los españoles erigieron en 1550. No olvidemos que en el centro histórico de Valledupar se encuentra uno de los sitios sagrados de la llamada línea negra de gran importancia espiritual para todos los Pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.
En el siglo pasado unos alcaldes honestos y campechanos gobernaron la ciudad con buen sentido, austeridad y visión de futuro expandiendo con equidad los servicios públicos y haciendo de Valledupar un modelo de desarrollo urbano que servía de referente a las demás ciudades de la región Caribe.
La reciente crisis de su elite política y social parece haber conducido a sus autoridades a perder la brújula que los orientaba. Y hoy, por omisión y acción, la administración local está afectando los diversos bienes de valor patrimonial del municipio. El antiguo Teatro Cesar, está en total estado de ruina. El Balcón de Jaime Molina se está cayendo. En el pueblo de Badillo, el corregimiento de la famosa custodia, se construyó sin licencia alguna una casa cural de dos pisos que afecta la vista de la capilla colonial que es monumento nacional y para adornarla mejor le construyeron al lado dos gigantescas antenas de comunicación.
Y es que se está imponiendo una nueva estrategia para eludir las normas de protección a los bienes inmuebles en Valledupar y en otras ciudades del país a través de la reducción espacial de los centros históricos. Algunos gobiernos locales dividen estas áreas llamando a una parte el núcleo fundacional y al resto se le denomina simplemente área de influencia reduciendo o eliminando la protección sobre estas y así numerosos inmuebles con valor patrimonial son entregados a ávidos intereses económicos y políticos.
Si a algún ambicioso empresario de Cartagena se le ocurriese la insensata idea de construir una estación de gasolina en la Plaza de la Aduana se produciría un levantamiento ciudadano. En Valledupar no. En su centro histórico, muy cerca de donde funciona la Academia de Historia y reposa el Archivo Histórico del Cesar, funciona una gasolinera.
Esto crea una notoria situación de riesgo para los ciudadanos y para el material documental. La estación no será relocalizada como se esperaría sino que se convertirá en una megabomba con lavadero de autos incluido, ¿Que hacen las autoridades encargadas de velar por la conservación de estos bienes? Actúan como zorros administrando gallineros.
De manera insólita el 24 de Abril de 2009 el Ministerio de Cultura emitió una resolución mediante la cual otorga un permiso de ampliación para la mencionada Estación de Combustible. Además de ir contra el sentido común y la voluntad ciudadana esta medida es claramente violatoria de varias disposiciones sobre la responsabilidad de la administración pública en la protección y correcto funcionamiento de los espacios y edificios en donde funcionen los archivos históricos entre ellas la Ley 594 de 2000,
Un grupo de valientes valduparenses con gran conciencia cívica se prepara para movilizarse social y jurídicamente en defensa del patrimonio de la ciudad. Consideran urgente que la Administración municipal revise el POT y cuente con el Plan Especial de Manejo y Protección -PEMP, para su Centro Histórico, así como la declaratoria de aquellas edificaciones y objetos que son reconocidos por la comunidad como bienes de interés cultural.
Ellos se encuentran organizados en la Fundación Aviva, Amigos del Viejo Valledupar. Merecen todo el apoyo. Valledupar esa histórica ciudad, en donde el visitante siente que es posible ser feliz, es mucho más que el frívolo y desgastado estereotipo de parrandas y Old Parr que se ha difundido acerca de ella. Hagamos que siga siendo digna de las centenarias palabras de Esteba Martin.
wilderguerra@gmail.com