El comprador de esta obra de arte religioso fue un jeque árabe, que muchos piensan que en realidad obró como agente del príncipe de la corona saudí, el controvertido Mohammed Bin Salman. Pero es paradójico que alguien pague tan escandalosa suma de dinero por una representación artística de quien alguna vez dijera a un adinerado: "ves, vende tus posesiones, repártelas a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos". Esto, particularmente en épocas decembrinas, hace relevante preguntarnos: ¿qué hubiera podido hacerse por los pobres del mundo con $450 millones de dólares?
"The Life You Can Save" es una ONG creada hace unos años por el famoso profesor de bioética de la Universidad de Princeton, Peter Singer, quien dio origen a esta columna. Dicha fundación diseñó un indicador que calcula el impacto de las donaciones a organizaciones de caridad que tengan probada efectividad en la lucha contra la pobreza a nivel mundial. Los resultados de ese indicador muestran que con $450 millones de dólares se hubiera podido recobrar la vista de nueve millones de personas con ceguera curable, u ofrecerles a 13 millones de familias las herramientas y técnicas para producir un 50% más en sus siembras de alimentos. De igual manera, con $450 millones de dólares se hubieran podido comprar 180 millones de mosquiteros, suficientes para proteger a 271 millones de personas de los efectos de la malaria.
En gracia de discusión, cuando una persona decide comprar el "Salvator Mundi" en vez de devolverle la vista a nueve millones de personas, ¿qué podemos intuir de sus valores? Obvio, que ayudar a los demás no es parte de sus prioridades. Independientemente del placer que representa contemplar una obra de arte de tal magnitud, quizás más de uno pensaríamos que dicho placer no rebasa la satisfacción de devolverle la vista a una persona, y ni qué decir si es a millones de seres humanos.
Para bien o para mal, damos mayor peso a nuestro interés propio, el de nuestra familia o amigos, que el que le damos a los intereses o las carencias de los demás. Entre más distantes estén y más diferentes sean de nosotros --en palabras del profesor Singer-- mayor la tasa de descuento que aplicamos en la práctica a una eventual ayuda.
En el año 2006, el legendario inversionista Warren Buffet donó la mayor parte de su fortuna --alrededor de 30 billones de dólares-- a las obras de caridad de la "Fundación Bill & Melinda Gates", con lo cual prácticamente duplicó los recursos de dicha fundación. Once años después, con ocasión de los programas de la fundación para la disminución de la mortalidad infantil, las vidas de 122 millones de niños han sido salvadas. De igual manera, se comprometieron $750 millones de dólares para crear la Alianza Global por las Vacunas y la Inmunización, una alianza público - privada con gobiernos y agencias de Naciones Unidas para aumentar la tasa de vacunación en los países más pobres y fomentar el desarrollo de nuevas vacunas. Hoy, el 86% de los niños del mundo reciben vacunas, la tasa más alta de la historia.
Cada dólar invertido en inmunización en la infancia produce $44 dólares en beneficios económicos, incluyendo lo que se deja de generar cuando los padres no pueden trabajar por la enfermedad de un niño. Por lo anterior, la inversión hecha por Warren Buffet podría ser tal vez la mejor que haya hecho en su vida.
Qué lo haría a usted más feliz: ¿poseer una maravillosa pieza de arte del siglo XVI de impecable calidad y significancia histórica, o saber que usted ha salvado la vida y mantenido saludables a millones de niños en el mundo? Dejémosle la respuesta al sentido común, porque si fuera por la sentencia bíblica de Lucas de que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios, el millonario comprador ya sabrá a qué atenerse.
*Rector Universidad Autónoma del Caribe