OPINIÓN

El galimatías de Uribe

Nadie en ninguna parte del mundo ha negociado la paz para salir de la mesa hacia la cárcel. Eso es una treta para garantizar que el conflicto siga su curso.

6 de agosto de 2016

Leí con insistencia el discurso en el que Uribe fijó la posición del Centro Democrático sobre el plebiscito por la paz, lejos de sus correligionarios católicos y al lado de la cuestionada Iglesia Carismática Internacional. Nunca le había visto al exmandatario un texto tan confuso, tan oscuro, tan embrollado, tan saturado de frases impropias, de proposiciones contradictorias, de actitudes a contrapelo de su propia historia.

Califica una y otra vez de ilegítimo el plebiscito, pero llama a participar en la campaña y a votar el día de su realización. Le dice ‘No‘ a los acuerdos de paz entre el gobierno y las Farc y a renglón seguido le dice ‘Sí‘ a la paz. Señala tajantemente que los líderes de las Farc tienen que ir a la cárcel y no pueden participar en política, y afirma, sin asomo de duda, que el triunfo del ‘No‘ permitirá renegociar los acuerdos y seguir adelante con el proceso de paz. Ataca la justicia transicional para las Farc, pero a la vez propone justicia especial y perdón judicial para los militares y policías presos por delitos en relación con el conflicto armado.

Este discurso no tiene ni pies ni cabeza. Era más entendible la estrategia de resistencia civil que lanzó hace cuatro meses con bombos y platillos. En ella llamaba a colocarse por fuera de la refrendación, a tomarse las calles, a recoger millones y millones de firmas como alternativa a la votación en el plebiscito, prefiguraba la abstención, aspiraba a deslegitimar la paz por la vía de una rebeldía masiva de la población.

En su delirio afirmaba que la Mesa de La Habana se vendría al suelo en medio de la movilización ciudadana. En la rueda de prensa de la Iglesia Carismática Internacional no menciona una sola vez esta idea fallida. Del estruendoso fracaso de esa estrategia surgió la extraña posición de ahora.

No tiene lógica alguna que, de triunfar el ‘No‘, las guerrillas vayan a aceptar el tipo de negociación que Uribe les ofreció a lo largo de sus dos gobiernos. Ya eso está ensayado y no funcionó. Las Farc nunca acudieron a la mesa que les proponía un mandatario obsesionado con la rendición de las insurgencias.

Con el ELN ocurrió que Uribe negoció dos años en La Habana, en la misma Habana que ahora repudia. Se llegó a un “acuerdo base” que se vino al suelo cuando Luis Carlos Restrepo, alto comisionado de paz, le pidió a esa guerrilla, en una reunión en Caracas, que se concentrara y que sus miembros se identificaran para proceder a definir los términos de la justicia y la reinserción que tendrían.

Nadie en ninguna parte del mundo ha negociado la paz para salir de la mesa hacia la cárcel, ninguna fuerza guerrillera ha puesto la firma en un acuerdo que le niega su elegibilidad. Eso no existe. Eso es un engaño. Eso es una treta para garantizar que el conflicto armado y la violencia sigan su curso.

Y la tapa del embrollo llega con la oferta a los militares. Les dice que cambien la justicia transicional, que es una puerta segura hacia la libertad y hacia la terminación definitiva del conflicto, por un perdón judicial incierto, por un perdón judicial que Uribe no pudo darles cuando tenía las riendas del poder. Ni bobos que fueran.

Ahora bien, que la propuesta sea tan confusa, tan contradictoria, tan engañosa, tan difícil de convertir en un eslogan, no significa que no pueda ganar, no significa que esté condenada a perder. Los casos de votaciones extrañas, de votaciones que nadie esperaba, abundan en estos días en países con una mayor cultura política que la nuestra, con una tradición democrática más profunda y larga que la nuestra. El No puede ganar si la coalición por el ‘Sí‘ a la paz se confía, o se descuida, o simplemente se deja arrinconar por los mensajes de un señor alucinado con los fuegos fatuos de la guerra y el poder.

En Estados Unidos un estrambótico Donald Trump consiguió 14 millones de votos entre los republicanos y ganó la nominación presidencial atacando a los negros, a los latinos, a los musulmanes, a las mujeres, a los homosexuales y a los héroes de guerra, tomando distancia de los tradicionales jefes del partido, insultando a periodistas, proponiendo un nuevo y feroz nacionalismo en un momento de auge de la globalización.

En España el gobernante Partido Popular y su líder Mariano Rajoy contra todos los pronósticos aventajaron a los demás partidos, y están en la posibilidad de continuar en el poder en medio de una impresionante ola de corrupción del régimen, de la persistencia de la crisis económica y del fastidio de los electores jóvenes que votaron otras opciones.

En el Reino Unido los electores sorprendieron, ¡y de que modo!, al primer ministro David Cameron, jefe de los conservadores, que había convocado un referendo para dirimir una disputa al interior de su partido en torno a la permanencia o la salida de la Unión Europea. Llovieron los votos por la salida contra el sentido común, contra Camerón y contra los laboristas.

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