OPINIÓN

El hacker y el destape de la Mano Negra

Cuando Vicky Dávila le pregunta si hay alguien en particular que quiera verlo muerto, responde que sí, y que “empieza por U”.

Jorge Gómez Pinilla, Jorge Gómez Pinilla
29 de agosto de 2014

La tormenta mediática y política que se desató con las explosivas confesiones del hacker Andrés Fernando Sepúlveda a la Revista SEMANA constituye quizá la más fuerte estocada que ha recibido la credibilidad de Álvaro Uribe y su proyecto político, engañosamente conocido como Centro Democrático. La diferencia con anteriores acusaciones o señalamientos era que provenían de opositores suyos o de paramilitares que se sintieron engañados, mientras que ahora salen de la boca de alguien que era “más uribista que Uribe”, pero un día descubre que lo quieren matar porque sabe demasiado.
 
En Colombia mucho se ha hablado de la Mano Negra como de una muy poderosa organización clandestina de extrema derecha que actúa coordinada en la realización de sus planes o atentados, y la noticia positiva es que nunca antes se había llegado tan cerca de los tentáculos que parecieran conducir no solo a su destape, sino a la posible judicialización de algunos de sus miembros.
 
La Mano Negra (si es que en efecto se trata de la Mano Negra) quiso actuar de modo rápido y ‘quirúrgico’ eliminando al hacker, pero la Fiscalía logró evitar los cuatro intentos que le hicieron de llegar a él, y fue entonces cuando comprendió quiénes son los que quieren matarlo y por qué su mejor seguro de vida era revelar lo que sabe, antes de que fuera demasiado tarde. Como le dijo Sepúlveda a La FM, “ellos sin quererlo me volvieron una pieza clave, porque soy de las pocas personas en este país que puede desvertebrar esa estructura criminal que existía”. Y cuando Vicky Dávila le pregunta si hay alguien en particular que quiera verlo muerto, responde que sí, y que “empieza por U”. Y cuando Juan Carlos Giraldo le inquiere si esa U es el apellido o el nombre”, así responde: “el apellido”. 
 
Sepúlveda ha anunciado que “hay pruebas de todo”, y eso haría pensar que el golpe podría ser demoledor. Pero en la misma medida el país debería prepararse para lo que podría ser una respuesta demoledora –un magnicidio, por ejemplo- que actúe como mecanismo distractor tanto de la gravedad de las acusaciones como de la ‘jerarquía’ de los implicados. 
 
Lo más llamativo de las coherentes confesiones del hacker es que develan un entramado de acciones y planes en el que habrían participado el procurador Alejandro Ordóñez, la contralora Sandra Morelli, el expresidente Uribe, Óscar Iván Zuluaga y su hijo David, el ‘director espiritual’ Luis Alfonso Hoyos, María Fernanda Cabal, José Obdulio Gaviria, los generales Javier Rey y Rito Alejo del Río, altos mandos militares “activos”, Jaime Restrepo (el mismo que retó a Iván Cepeda a batirse en duelo), la Dirección Nacional de Inteligencia… y faltan datos de otros municipios. ¿Y cuál era el propósito común que reunía a tan abigarrado ramillete de celebridades? Algo que Sepúlveda tuvo claro desde el principio, por las instrucciones que recibió: “No al proceso de paz”.
 
En este contexto no deja de ser llamativa la mención al general Rito Alejo del Río, a quien algún analista comparó con el perejil, porque está en todas las recetas. Es sorprendente que mientras paga condena por sus vínculos con el paramilitarismo de Urabá y se le relaciona con sonados casos como los asesinatos de Álvaro Gómez Hurtado o Jaime Garzón, reaparece a la cabeza de un grupo de oficiales del Ejército cuya consigna era “una respuesta a una posible firma del proceso de paz, y la respuesta era la creación de un grupo armado ilegal”.
 
El mismísimo presidente Juan Manuel Santos en más de una ocasión ha hablado de la Mano Negra, y tras el descubrimiento de la sala Andrómeda dijo que “fuerzas oscuras están detrás”, y lo que reveló el hacker les concede plena validez a las palabras del mandatario. Son precisamente fuerzas oscuras las que siempre han confluido en la conformación y accionar de los grupos paramilitares sembrados por toda la geografía nacional, y a ellas se refirió Carlos Castaño en su libro Mi confesión, donde habló de un Grupo de Notables que lo asesoraba y le daba instrucciones: “al grupo de los seis ubíquelo durante un espacio muy largo de la historia nacional, como hombres al nivel de la más alta sociedad colombiana”.
 
Castaño no reveló nombres, pero sí Diego Fernando Murillo, alias ‘Don Berna’: en versión libre ante fiscales de la Unidad Nacional de Justicia y Paz señaló a Pedro Juan Moreno Villa, exsecretario de Gobierno de Álvaro Uribe en la Gobernación de Antioquia, como uno de los integrantes del Grupo de Notables que asesoraba a Castaño, y quien tras distanciarse de su exjefe sacó la revista ‘La otra verdad’, hasta que un lamentable accidente en 2006 a bordo de un helicóptero le impidió revelar nuevas verdades. ¿Murió acaso porque ‘sabía demasiado’? Averígüelo Vargas…
 
Ya no está Moreno pero sigue vivo un personaje como el general Rito Alejo, a quien ahora vemos hablando de enfrentar la eventual firma del proceso de paz con un grupo armado ilegal, y lo que allí se aprecia es la recurrencia al mismo modus operandi que tan importantes frutos les ha arrojado a todos los que desde tiempo atrás vienen trabajando unidos –y coordinados- en el proyecto de “refundar la patria”. 
 
Es mucha la tela que aún falta por cortar, pero lo interesante de las declaraciones de Andrés Sepúlveda es que permiten distinguir con relativa nitidez las huellas que durante la pasada campaña electoral fueron dejando los dedos de esa Mano Negra puesta al servicio del proyecto de ultraderecha encarnado en la ‘majestad’ del expresidente Álvaro Uribe.
 
DE REMATE: ¿Seguirá ‘Pachito’ Santos empecinado en negar el espionaje que le montaron desde la campaña de Óscar Iván Zuluaga, a sabiendas de las pruebas que vienen en camino? ¿Será que se puede llegar más bajo en carencia de dignidad y amor propio?
 
En Twitter: @Jorgomezpinilla

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