OPINIÓN
El mejor colegio es un buen hogar
Cada vez que salen los resultados de las pruebas de Estado o de las internacionales como Pisa, la opinión pública rápidamente señala a los profesores como los principales culpables.
Cada vez que salen los resultados de las pruebas de Estado o de las internacionales como Pisa, la opinión pública rápidamente señala a los profesores como los principales culpables. Los resultados de nuestros alumnos dejan mucho que desear y aunque eso sea una mala noticia para la educación nacional, tiene un buen efecto en la agenda pública porque ponen el tema sobre la mesa. Pero hay que ir más allá de los resultados: las pruebas no tienen la verdad absoluta. Limitar la definición de calidad educativa a unos puntajes es una necedad. Estos datos no revelan el verdadero panorama sobre la educación colombiana, o de ningún país.
Calidad es más que notas, evaluación y ranking. Educación es más que las cuatro paredes del aula, más que los colegios, las materias, las horas de clase y los profesores. Los padres son los mayores responsables de la educación de sus hijos. Este es un fenómeno que ha sido ampliamente investigado: los entornos familiar y social en los que crecen los niños son factores fundamentales que inciden en la calidad de su educación.
De acuerdo con un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), encargada de las pruebas Pisa, los resultados académicos de los niños tienen más que ver con su situación socioeconómica que con lo que aprenden en la escuela. Por ejemplo, la brecha de los resultados entre los alumnos del nivel socioeconómico más bajo y los de nivel más alto alcanza más de 125 puntos.
Por otro lado, según un estudio del investigador Kenneth Komoski, los niños pasan sólo el 19 % de su tiempo al año en clases en el colegio. ¿Qué pasa con el 81 % restante? Con este sencillo cálculo, Komoski logró atraer la atención sobre el verdadero problema: los padres, amigos y comunidad interactúan más con los niños que sus propios maestros. Así, es importante fortalecer la educación a través de un vínculo de esta con la comunidad y la familia. De esta manera, afirma el investigador estadounidense, el aprendizaje será un proceso para toda la vida y tendremos mejores estudiantes.
Sí, mejores estudiantes, pero también mejores ciudadanos porque si algo se aprende en casa y en comunidad, son normas de convivencia. Ahora, ¿cómo podemos pedirle a un niño que crece en una zona de conflicto o que ve el maltrato de su padre hacia su madre que no tenga problemas de convivencia y comportamiento? Según un informe del 2014 de Memoria Histórica, entre los más de seis millones de víctimas de la violencia en Colombia, dos millones son menores de edad. Son niños que no pueden aspirar a una buena educación porque por lo general viven en zonas aisladas y sus estudios se interrumpen por ataques, tomas o porque deben abandonar el pueblo junto con sus familias.
La escuela se debe convertir en un territorio de paz, neutral, un lugar seguro para esta población vulnerable. Citando de nuevo el estudio de la OCDE, la educación puede mejorar la vida de la gente en áreas como salud, participación ciudadana, interés político y felicidad. “Las personas con un buen nivel educativo viven más, participan más activamente en la política y en la comunidad en la que viven, cometen menos delitos y dependen menos de la asistencia social”, afirma la investigación. Familia, sociedad y escuela deben unirse por este propósito.
En la misma línea de convivencia y valores, la educación en casa fortalece la autoestima de los niños. Un hogar en el que los menores se sienten amados refuerza su sentido de identidad y de motivación, dos factores fundamentales para aprender. Por ejemplo, uno de los estudios cualitativos de Pisa les preguntó a los estudiantes cómo creían que les iba a ir en la prueba de matemáticas. La mayoría de los niños contestaron que pensaban que iban a responder bien. Las niñas, por otra parte, contestaron en su mayoría que no sentían que sus puntajes iban a sobresalir. Los resultados prueban que ambos sexos tienen igual nivel de desempeño.
Es claro que no se puede culpar a los colegios por todo. Hay que comprometerse a forjar un tejido social que integre escuela, sociedad y familia. De la misma manera, hay que mirar los resultados de las pruebas como lo que son. Por ejemplo, no se puede medir calidad de las escuelas sólo por los resultados de Saber 11. Es una buena medida, sí, pero no lo es todo. Los padres también deben asumir la responsabilidad.
Hacemos un llamado a las empresas para que planteen jornadas flexibles que les permitan a los padres de familia ajustar sus horarios para pasar más tiempo con sus hijos. El teletrabajo puede ser una buena opción. Esto, al contrario de ser una pérdida para las compañías, es una inversión en presente y futuro. Por un lado, un trabajador que puede disfrutar de tiempo de calidad con los suyos es un empleado más feliz, más motivado y por lo tanto más productivo. De igual manera, si estos hombres y mujeres les dedican más tiempo a sus hijos, estos serán mejores estudiantes y en un mañana mejores profesionales, y mejores técnicos o tecnólogos para las empresas del futuro.
Postdata:
Todos comprometidos con el Día E
*Editora revista SEMANA @LinaZuluag y directora SEMANA Educación @SemanaEd.
Este editorial hace parte de la sexta edición de la revista digital SEMANA Educación. Para descargar la publicación siga estos pasos (Ver).