José Jaime Uscátegui, de 31 años, creció en guarniciones militares al lado de su papá, un alto militar del Ejército que él consideraba un héroe que luchaba contra los enemigos del Estado.
Mientras tanto, José Antequera, de 28, crecía en medio de fervorosos ideales revolucionarios. Su padre era un destacadísimo líder de la Unión Patriótica que luchaba, dentro del Estado, contra los males que se habían enquistado en él.
Pero un día de 1989, a José Antequera, padre, lo acribillaron en un aeropuerto de Bogotá, y al hijo le tocó ver, en su niñez, cómo la intolerancia política diezmaba a los suyos, a la gente de la izquierda. Quizá por eso creció con el compromiso de enaltecer la memoria de los que, como su padre, lucharon por una Colombia más justa.
En 1999 la vida de José Jaime también dio un vuelco cuando su padre, el general Uscátegui, fue primero acusado y luego condenado por no haber evitado una de las masacres más atroces del país, la de Mapiripán, en Meta. Desde entonces se ha dedicado a tratar de demostrar que el general es inocente y que los militares que planearon la masacre –los que enviaron aviones cargados de paramilitares desde Urabá– están cubiertos por un denso manto de impunidad.
Los dos José están en orillas ideológicas opuestas. Uscátegui, desde el Partido Conservador, invoca las palabras de Álvaro Gómez y critica al régimen que los hizo víctimas a ambos. Su principal reivindicación es la justicia.
Antequera, desde una militancia en la izquierda democrática, agita la bandera de un proceso de verdad, que revele el entramado nefasto de la violencia política aupada por el régimen. Cree que esa es la base de la reconciliación.
La semana pasada Uscátegui le escribió a Antequera una carta en la que le propone un Gran acuerdo generacional contra la violencia política: “Nuestros padres fueron víctimas del régimen… unámonos y saquemos la violencia de la política”
(Aquí el texto).
Antequera le respondió que a pesar de las diferencias que hay entre ambos, cree que ese pacto es posible sobre la base de que se conozca la verdad
(aquí la respuesta). Quiere que hagan una carta conjunta al presidente Santos para que sostenga las conversaciones de La Habana, y propone que la firmen los hijos y las hijas de los militares, pero también los de los guerrilleros. Y muchos otros de su generación que ven posible el final de este desangre. Le propone que marchen juntos el 9 de abril.
Antequera y Uscátegui heredaron, como generación, el sectarismo y el odio ideológico que han hecho posible esta larga e inútil guerra. Con inteligencia, ambos entienden que el futuro del país consiste en erradicar la violencia de la política. Que ese es el paso definitivo que se debe dar. Y están dispuestos a poner la primera piedra.
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