OPINIÓN

El Plan País para Venezuela

La salida de Maduro marca la derrota para todos. Para los seguidores del Socialismo del SXXI y para los apóstoles del neoliberalismo de finales del SXX y sus fórmulas remasterizadas.

Poly Martínez, Poly Martínez
31 de enero de 2019

Para los nostálgicos del país de hace más de 20 años y para los que se aferran a lo que no pudo ser en estas dos últimas décadas y se redujo a un modelo sin frutos ni futuro. La profundidad de la crisis venezolana se los lleva de calle a todos.

Claro, sin duda el fin del régimen chavista se puede entender también como un triunfo encaminado hacia la plena democracia, el restablecimiento de los derechos ciudadanos y la libertad de expresión, el salvavidas para una economía agonizante; como un alivio mental y anímico, al menos por ahora, para millones de venezolanos. Ido Maduro empezará el retorno de miles que quieren a su país y buscarán reconstruir su vida. Hasta aquí, todos tan felices y de acuerdo.

¿Pero, cómo? ¿Qué modelo o fórmula se van a inventar los venezolanos (los del chavismo sereno, los de la oposición reflexiva, los del medio, los excluidos, los enchufados, los boliburgueses, los empresarios de siempre, los académicos, artistas, banqueros y trabajadores que se quedaron o se fueron, persisten y resisten) para lograr un consenso que les permita sortear la urgencia y llegar a la otra orilla?

Maduro reúne todos los fracasos: el del modelo neoliberal de los 80 y 90, con altos índices de corrupción e inflación y baja capacidad o voluntad de cerrar la tremenda brecha social en esa Venezuela llena de riqueza y de pobres que sirvió de antesala para la llegada del chavismo; y el fracaso del socialismo del SXXI con sus desmanes y excesos que logró arruinar al país, horadar la institucionalidad que se inventó, ampliar significativamente la brecha de pobreza, deprimirlo en todos los aspectos y llevarlo al límite.

Entonces, ¿cuál es el modelo ahora? La salida de Maduro –ojalá por la vía negociada- no es el fin. Es apenas un hito para una sociedad que lleva casi 30 años desbaratándose. Que nadie se frote las manos ni cante una triste victoria pírrica porque están en juego las próximas generaciones.  

Además, el modelo que acuerde Venezuela, que logre implementar para recuperar  económicamente al país sin dejar más excluidos regados por el camino; que reconozca la voz de toda la ciudadanía (sí, también de esos colectivos creados por el chavismo y nunca antes empoderados); que genere confianza y procure el reencuentro de los opuestos, sanar heridas profundas entre familias y amigos; que diseñe una institucionalidad transparente y eficiente; que desmilitarice el poder y la mente retornando a manos civiles empresas, alcaldías, gobernaciones, fuentes de producción y pueda replantear, más allá de amnistías, el modelo de fuerzas armadas necesario para este tránsito y el futuro del Estado venezolano tras 20 años de adoctrinamiento y adjudicación de jugosas parcelas de poder; y que logre despetrolizar las finanzas y modernizar la desatendida infraestructura petrolera, ese modelo será referente para toda la región a futuro. Y para Venezuela esta reconstrucción casi que de ceros puede ser una gran oportunidad de transformación.

Ayer el presidente interino Juan Guaidó presentó la primera parte del “Plan País, el día después”, 16 páginas avaladas la víspera por la Asamblea Nacional y que desde el año pasado vienen trabajando especialistas de todas las áreas y disciplinas, desde economistas y sindicalistas, hasta organizaciones religiosas, gremios y partidos políticos de oposición.  Es una primera propuesta, predecible y necesaria, enfocada a atender el colapso social y económico, esa crisis humanitaria que no da espera.



Según el documento, en esta fase la recuperación económica pasa por el regreso a la privatización, el estímulo a la industria y al campo, la reforma de las políticas petrolera y monetaria, y en general el retorno a la senda capitalista. El capítulo social, que es crucial, se centra en la seguridad alimentaria, insumos para salud y educación, fomento al emprendimiento colectivo; acceso a servicios públicos básicos hoy colapsados y obsoletos (que dejarán de ser subsidiados); creación de puestos de trabajo y salarios dignos. Realmente, nada novedoso, lo cual no es malo, pero sí puede resultar insuficiente.

La segunda parte del Plan, aún en proceso, tratará temas cruciales como seguridad y soberanía (¿reforma profunda a la FAV, desmonte del violento Sebin?), servicios públicos; justicia, instituciones y democracia. Todo junto, que no deja de ser un catálogo de buenos propósitos –pero acordados, cosa nada despreciable- será llevado ante la Asamblea para que lo anote en la agenda legislativa y lo traduzca en leyes.

Al final, el Plan País dice: “Los venezolanos y el mundo deben saber que cuando el país retome el camino de la democracia y la libertad civil y económica, existe una alternativa seria y viable para reconstruir a Venezuela con desarrollo, prosperidad y progreso para todos”.

Es muy positivo que ya exista un documento en común que sirva de punto de partida para la discusión y organización de temas trascendentales para la sociedad venezolana, y que deje un mensaje de que hay gente pensando y trabajando en el rediseño de Venezuela. A partir de hoy empieza una labor de amplia difusión y discusión del Plan País, que ojalá se traduzca en buena participación ciudadana pues, pasada la etapa urgente, saldrá de nuevo la pregunta: ¿qué modelo de sociedad quieren y están dispuestos a construir los venezolanos?  

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