
El “preseo” de las letras del reguetón
“El reguetón me ha hecho entender claramente aquello de las “brechas generacionales” y el ‘preseo’ de la edad”, dice Ilse Borrero.
En Puerto Rico, cuna de la mayoría de los artistas de reguetón, la palabra “presea” significa estar constantemente presionando a alguien hasta el punto de fastidiarlo. Algo que ha conseguido poco a poco sobre mí este ritmo, y que hace unos días llegó al punto máximo, cuando mi hija de nueve años, que cantaba a grito herido el último éxito del dúo Wisin y Yandel: Noche de sexo, me salió con esta pregunta: “mami, ¿cómo así: saca la toalla porque te vas a mojar?”
El momento, algo incómodo, se superó rápidamente con una respuesta asociada a un baño en la playa o en la piscina de la pareja en cuestión, para no ahondar en detalles tempranos, pero el tema de prestarles más atención a las letras de las canciones que oyen y recitan a la perfección mi hija y sus amiguitas, quedó rondando.
“Voy a devorarte, nena linda, lo juro por Dios que esta noche serás mía… Nadie te va a tocar como yo, nadie te lo va a hacer como yo… Quiero sentirte, besarte, mi lengua pasarte”... Con frases como esta, y un ritmo pegajoso, Noche de sexo ha logrado mantenerse durante más de siete semanas entre las 10 canciones más pedidas en las listas de las principales emisoras juveniles de Colombia y América Latina, cuya programación está compuesta por reguetón casi en un 90%. Un ritmo que se populariza cada día más entre los jóvenes del continente y que ya cautiva hasta a Japón. Su máximo exponente, Daddy Yankee, es disco de oro en Colombia y fue el artista más nominado en la reciente entrega de los Premios Billboard. Tuvo 10 postulaciones en ocho categorías. Este cantante puertorriqueño es autor de otros éxitos como: Machucando, cuya letra ofrece otro ejemplo del lenguaje bastante directo que se impone: “.. Como un animal me la voy a tirar, la voy a devorar como un animal, como un animal me la voy a llevar machucando”.
Realmente lo que inquieta no es tanto lo que dicen las canciones de reguetón que, entre otras cosas, no es nada profundo ni raro –aunque tal vez sí extremadamente manifiesto–, sino lo que entienden los niños y asimilan los jóvenes de ellas. Un tema que trasnocha a más de un padre desde hace tiempo y que incluso llevó al Senado de Puerto Rico a principios de los 90 a estudiar una propuesta para controlar el alto contenido sexual de las composiciones y los videos musicales de los artistas de este género. La propuesta no prosperó, pero lo cierto es que el reguetón habla sobre todo de sexo, con letras bastante explícitas o metáforas muy visuales: “Suelta el instinto animal pa’ darte cariño corporal, machetazo pa’ ese flan. Te aplico la cortisona en la zona para que sientas mi nivel de testosterona, porque quiere machete... afilao”, canta Daddy Yankee en otro de sus grandes éxitos.
Panamá y Puerto Rico se disputan la paternidad del reguetón, que se comenzó a escuchar en El Caribe a principios de los 90, primero de manera clandestina o “underground”. Por su lenguaje fuerte, se repartía entre los jóvenes en discotecas y bares. Canciones de rap en español como Soy de la Calle, de Vico C., o La Escuela, de Ruben DJ, marcan sus orígenes. La fusión siguió en Panamá, donde raperos como el ‘General’ mezclaron la música reggae de Jamaica con el movimiento del rap y hip-hop de Estados Unidos. El primer “cassette” de reguetón que se vendió comercialmente fue Playero 37, donde comenzaron precisamente cantando artistas como Daddy Yankee, y Master Joe, entre otros reconocidos reguetoneros.
Los temas de las letras del reguetón en un principio fueron de denuncia social pero, con el paso del tiempo, se ha impuesto un estilo mucho más comercial y de alto contenido sexual. Sus líricas, como les llaman a estas composiciones, se caracterizan por el uso de rimas que producen canciones pegajosas y de fácil recordación para el público.
Una investigación hecha el año pasado por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima sobre este género, revisó el tema de las letras de las canciones de reguetón y encontró que el 81 por ciento habla de sexo implícito; el 36 por ciento, de desvestirse; el 63 por ciento, de tocarse o manosearse, y el 54 por ciento hace mención al cuerpo de la mujer. Otras, denuncian el racismo, el maltrato a las mujeres, hablan de infidelidad, traición, drogas, y violencia en los “caseríos” –áreas residenciales humildes–, del respeto por los códigos de conducta, y crítica social.
Sin duda, el tema no sería tan inquietante si no fuera acompañado por el famoso “perreo”, como se conoce al acto de bailar el reguetón, en clara alusión a la forma de aparearse de los perros o “doggy style”. En este estilo musical, las parejas bailan prácticamente agachadas, se mueven sensualmente, y el hombre suele acomodarse a la mujer por detrás, bien pegados.
No se trata pues de escandalizarnos, ni mucho menos de condenar un ritmo que es ya un fenómeno musical inatajable, y que además parece llenar el vacío entre los jóvenes latinos de una música urbana que les da amplitud de expresión. La propuesta es más bien una invitación a enterarnos mejor acerca de este género y su alcance, para poder orientar mejor las respuestas a nuestros hijos, sin que nos tomen por sorpresa, tararearlo sin que nos de pena repetir muy alto las letras, y de paso aprender a bailar al menos una pieza sin que terminemos con “bazo” y sonrojados.
Debo aclarar que quien escribe vistió y bailó en los 80 hasta que se cansó al mejor estilo de Madonna y su cuarto lució como un museo de Culture Club, con altar reservado al excéntrico Boy George. Aun hoy, a la hora de rumbear prefiero la música electrónica al típico “chucu-chucu”. Pero el reguetón, debo admitir, me ha hecho entender claramente aquello de las “brechas generacionales” y el “preseo” de la edad.
* Profesora de la Universidad del Norte