OPINIÓN
¿Está desmoralizado el Ejército?
Los mismos que no tuvieron la perspicacia de promover modificaciones de estrategia quieren hacer creer que la reactivación de las acciones guerrilleras empezó este año y que las fuerzas militares están paralizadas.
Hay muchas preguntas en el ambiente sobre las Farc y sobre las Fuerzas Militares: ¿cuándo empezaron a crecer de nuevo las acciones de esta guerrilla? ¿A qué se debe este repunte de las Farc? ¿Está desmoralizado el Ejército? ¿Qué cambios se deben hacer para retomar la iniciativa en algunas zonas?
Las preguntas tienen mucho sentido. En el primer semestre del año 2011 se han producido 1.115 acciones de las Farc, según las investigaciones de Arco Iris, y esto significa un aumento del 10 por ciento con respecto al mismo semestre del año anterior.
La fuerza pública ha sufrido cerca de 1.100 bajas entre muertos y heridos en estos seis meses. Se han presentado retenes ilegales en algunas carreteras. La guerrilla ha recurrido a carros bomba y a diversos ataques a la población civil que han ahondado la tragedia humanitaria del país.
La extrema derecha ha lanzado una ofensiva en los medios para demostrar que las acciones de las Farc empezaron a crecer en el gobierno de Santos; que las Fuerzas Militares están desmoralizadas y no combaten con el furor y la disciplina de los tiempos de Uribe; que los culpables de esta situación son Santos y la Justicia: el uno ha errado en la composición de la cúpula y en dar señales de reconciliación y la otra, en proferir fallos que intimidan y paralizan a las fuerzas militares.
Pero un seguimiento al conflicto armado en los últimos años permite otras conclusiones. Las acciones de las Farc disminuyeron de manera sensible desde 2003 hasta 2007, pero empezaron a crecer desde 2008. Las cifras son contundentes: en 2002 se presentaron 2.063 acciones y en 2003 se bajaron a 982 y así se mantuvieron durante cuatro años. En contraste, en 2010 volvimos a tener 1.947 acciones. Lo mismo ocurrió con las bajas de las Fuerzas Militares a manos de la guerrilla: en 2002 salieron de combate 2.236 miembros y desde allí las bajas descendieron, pero en 2008 empezaron a crecer hasta llegar a 2.540 en 2010. Son apenas algunas cifras.
Esta realidad tiene explicaciones. Las Farc, expulsadas de grandes centros de producción y población, golpeadas en su mando central y disminuidas por el asedio constante del Ejército a sus grandes unidades de combate y a sus vistosos campamentos, decidieron modificar sus estrategias y reestructurar sus fuerzas. Fluidez, movilidad, pequeñas unidades, milicias, utilización intensiva del minado y de los explosivos, nueva relación con la población en las zonas rurales e intimidación atroz en los cascos urbanos. Con estos cambios, la guerrilla ha logrado retomar la iniciativa en algunas zonas.
Los triunfos conquistados hasta 2008 se sobrevaloraron. El gobierno anterior difundió la idea de que los días de la guerrilla estaban contados y en uno o dos años se disolvería. Con esa visión no fue capaz de ver la transformación que se estaba operando en las filas guerrilleras y no apuró a las Fuerzas Armadas para que hicieran cambios importantes en sus estrategias.
Ahora, los mismos que no tuvieron la perspicacia de promover modificaciones rápidas de la estrategia quieren hacer creer que la reactivación de las acciones guerrilleras empezó este año y que las Fuerzas Militares están paralizadas por la Justicia y la negligencia de Santos. Claro que hay cansancio, desgaste y contradicciones en muchas unidades militares. No es para menos. Sentir que el conflicto está lejos de acabarse, afrontar las bombas y las mutilaciones del combate en tierra, adecuarse al cambio de mando y de agenda en el gobierno, suscitan preocupación y desconcierto. Tampoco es fácil cumplir a cabalidad con el derecho humanitario y con los derechos humanos ante una Justicia cada día más exigente.
Santos ha reconocido que le toca afinar la estrategia. Tiene todo para hacerlo. Las reformas en víctimas, tierras y regalías son la punta de lanza. El Ejército debería modificar su despliegue en el territorio para contener el nuevo plan de la guerrilla y el ascenso de otras fuerzas ilegales, acompañar las reformas y presionar la negociación y la paz. No se puede dejar tentar por la derecha para enfrentar a la Justicia.