OPINIÓN ON-LINE
Senador Uribe, otra mentira suya bastará para salvarnos
¡Senador Uribe, estoy furioso con usted! Pero como somos tan distintos, en vez de "darle en la cara... " me limitaré a escribirle estas palabras.
El domingo pasado fue tal vez el día más triste que haya tenido hasta ahora. No podía creer que después de 52 años de bala, casi 300.000 muertos y 8 millones de víctimas, los colombianos hubiéramos tenido la osadía, o mejor, la imbecilidad, de darle la espalda a los acuerdos de paz. Sin embargo, con el pasar de los días, he podido digerir los resultados del plebiscito, dejar de lado la tristeza y me he puesto en la tarea de hacer un análisis en frío.
En principio, traté de apelar única y exclusivamente a la inteligencia, a la lectura y al sentido común, para buscarle en mi cabeza una explicación lógica al triunfo del No en la urnas. Sin embargo, al cabo de unas pocas horas, me di cuenta que me estaba aproximando a este dilema por donde no era. De nada valía ya leer, y releer los acuerdos, buscarles errores, o debatirlos con mis amigos para encontrarle la explicación racional a los comicios del domingo. Luego de fumarme un par de cajas de cigarrillos, de llorar lo que tenía que llorar y de secarle con un pañuelo la lágrimas a mi madre, entendí que el plebiscito de racional tuvo muy poco, y que el panorama electoral colombiano es mucho menos complejo de lo que yo estaba tratando de volverlo.
A mi manera de ver, llegamos a las urnas divididos en 4 grandes grupos: 1) Los que leímos los acuerdos y votamos convencidos por el Sí; 2) los que no los leyeron y votaron por el Sí en un acto de fe; 3) los que leyeron los acuerdos y votaron convencidos por el No, 4) los que no leyeron los acuerdos y votaron por el No porque creen cualquier barrabasada que salga de su boca, señor Senador. En un país donde el promedio de lectura es de medio libro per cápita al año, y donde usted es visto por muchos como un Dios, ese último grupo se impuso para darle la inesperada victoria al Centro Democrático.
Usted, senador Uribe, a punta de decir mentiras y más mentiras, logró lo que nadie creía del todo posible. Como lo confesó Juan Carlos Vélez, su gerente de campaña, usted pudo encaminar el miedo, la envidia, la incertidumbre y el odio y volverlos una votación abrumadora. Sin embargo, Senador, me atrevo a decirle que tuvo un craso error de cálculo. Usted dedicó todos sus esfuerzos a atacar al plebiscito vendiéndonos a todos un ideal de acuerdo que es a todas luces imposible. Y estaba tan concentrado en sembrar el odio y el rencor, que se le olvidó un pequeño detalle: que podía ganar y es, justamente, por ese olvido, que tras su victoria ha salido con un chorro de babas. Hasta hoy, la única diferencia entre lo que está escrito en los acuerdos y sus "propuestas", es que usted no puede pronunciar las C al final del nombre de la guerrilla FARC.
Si hay algo cierto tras este resultado, es que usted logró cambiar la realidad política del país: ahora los próceres de la patria son ‘Pachito Santos‘, Alejandro Ordóñez, Marta Lucía Ramírez, Oscar Iván y compañía. Ahora resulta que para hacer la paz tenemos que pedirle permiso a Andrés Pastrana y al pastranismo, que hasta la semana pasada estaba compuesto por Nhora, los niños y él. ¡Lo felicito por su hazaña, Senador! Usted ganó esta campaña, no sólo con un sartal de mentiras, sino fijando unos inamovibles. Ahora que resultó victorioso, vale la pena recordar lo que nos dijo que era imprescindible para que usted apoyara el proceso de paz. Hoy tiene usted la sartén por el mango, y para cumplir con su palabra tendría que lograr lo siguiente:
- Convencer a los jefes de las FARC de que firmen la paz para irse unos buenos años a la cárcel.
- No permitir que se les pague menos del salario mínimo por dos años a los desmovilizados (se acordará usted de que en su gobierno les pagaban el doble).
- Lograr que el Secretariado desista de buscar su elegibilidad política.
- Conseguir que cese en Colombia toda actividad de narcotráfico para poder seguir con la mesa.
- Garantizar que los de las FARC no cometan ningún delito para darles la oportunidad de dialogar.
- Hacer que estén concentrados en zonas específicas y vigiladas por el ejército antes de terminado el proceso.
- Lograr que las FARC entreguen todo el dinero y propiedades que tengan y que estos sean usados para financiar el posconflicto.
- Conseguir que se juzgue a los guerrilleros pero no a los militares.
Esos puntos nos parecen a todos una maravilla, y ojalá pudieran cumplirse. Pero a usted se le ha olvidado que para negociar se necesitan dos, y seguramente en el marco de esa negociación se verá obligado a mover algunas de sus famosas líneas rojas.
De manera que le veo tres caminos: o se dedica a dilatar y entorpecer este proceso como lo ha venido haciendo hasta volver en cuerpo ajeno a la Casa de Nariño; o cumple con su palabra y no se mueve ni un ápice y nos obliga a todos a volver a la guerra; o toma esta tercera opción que es la que quiero sugerirle: cámbiele un par de cosas al Acuerdo, mejórelo en lo que pueda y salga en la foto como el gran redentor que nos salvó del castrochavismo.
Hoy, senador Uribe, es otra mentira suya lo único que puede salvarnos. Díganos que usted nunca puso esos inamovibles, que eso era cuento de ‘Pachito‘, o invéntese lo que sea. Sería arrogante de mi parte tratar de enseñarle a usted a decir mentiras pues es usted el maestro de ese arte, pero los colombianos necesitamos hoy de sus inventos y triquiñuelas para poder lograr la paz. Senador Uribe, díganos una mentira más, sólo una al menos, y ella bastará para salvarnos. Al fin y al cabo, la mitad del país le creerá ¿ya qué más da?
* En Twitter: @Federicogomezla