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Enrique Gómez Martínez Columna Semana

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Frente democrático

Qué importante que líderes de diferentes vertientes ideológicas hayan apoyado las espectaculares movilizaciones populares del 21 de abril.

22 de abril de 2024

La evidencia que los motiva a marchar y convocar, trasciende el mal gobierno de Petro y sus efectos nefastos sobre la seguridad, la economía, la salud o la imagen del país. En estos planos, y otros como la corrupción, las diferentes vertientes y casas políticas del país llevan décadas en un eterno ejercicio de equivalencias, incapaces de reconocimientos de responsabilidad, adictos a buscar en el ojo ajeno y felices de encontrar, así sea innegable la viga en el propio.

Hoy lo que los motiva a marchar, así la posibilidad de una unión de acción política sea aún remota, es la percepción cierta e incuestionable de la deriva autocrática del gobierno.

Desde la convocatoria de una constituyente por fuera de los cauces constitucionales, el abuso constante de la presunción de legalidad (verbigracia en los decretos del canciller suspendido, las intervenciones para administrar EPS o el desvío de recursos de la prestación de servicios de salud a la burocracia), las amenazas constantes de la conformación de un poder constituyente para subvertir la constitución, los abusos crecientes de las superintendencias, la toma de control de Ecopetrol con miembros incapaces del gobierno, la descarada validación de la dictadura venezolana, todos hechos que sumados a las ventanas nominativas en la Corte Constitucional y la Junta Directiva de la República, construyen un escenario en el cual se evidencia el deseo de perpetuación en el poder, en persona o mediante un títere cualquiera del Pacto Histórico.

Es la validación con hechos del discurso de Caldono, ya olvidado entre tanta algarabía y palabrería. Aquel discurso de octubre del 2022 en el cual el presidente afirmó que “nadie podría truncar su propuesta de cambio social y político” y en el cual declaró sin vergüenza que el estado de derecho, aquella garantía absoluta de vigencia de la democracia, era el verdadero enemigo interno, su propio y declarado enemigo interno.

Por trivialidad, sectarismo, interés, ilusión o la razón que fuera, la mayoría del liderazgo político y mediático del país prefirió ignorar la clara premisa autoritaria con la que Petro pretendía desarrollar su gobierno.

El paso de los días, de los escándalos de todo tipo, de acciones conscientemente ilegales como la declaración de emergencia económica y social en la Guajira o la pretendida reasunción de competencias de la CREG, han ido convenciendo a los escépticos, a los partisanos del centro y a los acomodados de todos los sectores de la veracidad de la pretensión tiránica del gobernante.

Cuando se presentó el esforzado fracaso de la reforma a la salud en el congreso y el presidente reafirmó su desprecio por la separación de poderes y llenó de insultos y calumnias a los parlamentarios que no se doblegaron en ese trámite, salió a ejecutar su reforma “a las malas” mediante el ejercicio de facultades de inspección, vigilancia y control y mediante la retención ilegal de recursos del sistema de salud por parte del Minsalud.

La toma de control de las EPS, intencionalmente debilitadas, ha puesto en marcha una crisis sistémica que no solo destruye las instituciones previstas en la regulación vigente, sino que implica un salto al vacío monumental en la continuidad de la atención ante la casi inevitable liquidación de las EPS responsables de la salud de más de 25 millones de usuarios.

Una marcha numerosa, amplia y representativa es un nuevo y adicional paso en la defensa de las instituciones y la democracia. Debe reflejar ante todo la preocupación sincera por la perpetuación de nuestra democracia, que por más debilidades y defectos que se le quieran endilgar, es un bien de supremo valor y sigue siendo la garantía de la libertad de expresión y acción de todos los ciudadanos.

Nuestra democracia no es un chircal en abandono, como ligeramente los sectarios, que siempre critican la polarización y el contraste de ideas, resaltan. Aquellos que siempre anteponen sus reservas a nuestra democracia y siempre agregan un motete sobre los errores y excesos que, aparentemente, para ellos terminan justificando la subversión y la deslegitimación de nuestro estado y sistema político. Y siempre complementan su deslegitimación aportando alguna anécdota de corrupción.

Nuestra democracia debe y puede mejorar y debe ser cuidada siempre, porque, así como a veces avanza, puede retroceder. Nadie lo cuestiona. Pero no debe desaparecer.

Hoy cuando se hace probable la ruptura democrática verdadera, hoy cuando se prueban los abusos en la financiación de la campaña de Petro y se verifica el desprecio total por la legalidad de los fines por parte del presidente, es necesario que, en la solidaridad del marchar, se germine la conciencia de que al margen de las diferencias, por encima de las pendencias y las aspiraciones de poder, el país político y la opinión deben hacerse uno solo para impedir y ahogar en la fuente la posibilidad de que mediante un golpe a la constitución o la insurrección armada o la compra descarada de las elecciones de 2026, se ponga fin a la sufrida pero necesaria democracia colombiana.

Ojalá esta gran movilización de cientos de miles de colombianos deje la semilla de un sincero, generoso, solidario y eficaz frente democrático que supere los rencores del pasado, en pro de garantizar la libertad futura de todo nuestro pueblo y el retorno de la cordura, la decencia y la legalidad a nuestro gobierno.

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