OPINIÓN ON-LINE

La increíble y triste historia de los cubanos de Urabá

Desde 2014, redes de coyotes colombianos han movido por nuestro territorio, desde las fronteras ecuatoriana y venezolana hasta Urabá, entre 40 y 60 mil migrantes cubanos.

Germán Manga, Germán Manga
19 de mayo de 2016

En otra clara demostración de lo rápido y fácil que se forma y progresa una industria criminal en Colombia, el cierre de la frontera con Panamá el pasado 9 de mayo puso al descubierto el vergonzoso rol de nuestro país en el masivo movimiento de familias cubanas hacia Estados Unidos por vía terrestre.

En los últimos años redes de coyotes y transportadores nacionales, mueven por nuestro territorio, desde las fronteras ecuatoriana y venezolana hasta Urabá, en buses, camiones, lanchas, chalupas y hasta a lomo de mula, a miles de mujeres, hombres y niños que huyen de la miseria cubana en busca del sueño americano.

Para lograrlo cuentan con medios de transporte, instalaciones para alojamiento y alimentación. Y una sofisticada y extensa red de cómplices y trabajadores que sobornan en el camino autoridades militares y de policía para que los dejen pasar. Al mismo tiempo muchos de ellos explotan constantemente y sin compasión a sus pasajeros.    

El caso de los centenares que hoy están represados en Turbo y otras ciudades de Urabá no es excepcional ni aislado. Es parte de un tráfico antiguo que  se hizo intensivo desde octubre de 2014 y ha movido hasta ahora entre 40 y 60 mil personas.

Como todas las migraciones masivas de los últimos años, esta se debe a la paupérrima situación económica de Cuba. En Estados Unidos la Ley de Ajuste Cubano garantiza a los nacionales de ese país  su permanencia en Estados Unidos una vez que logren pisar su territorio. El cambio de la política de Washington hacia Cuba, impulsado por Barack Obama, creó en la isla el temor de que pronto deroguen la ley y desató esta nueva ola de migración masiva que supera en dimensión e importancia la de los que huyeron o intentaron huir hacia Miami en balsas improvisadas en  los años 90.

Esta vez organizaron una cinematográfica travesía a través de ocho países. Son familias enteras, abuelos, padres, niños, muchos de ellos profesionales, que venden todas sus pertenencias para llegar a Estados Unidos porque saben que en Cuba no tienen oportunidades para progresar y que los beneficios de la nueva relación con Estados Unidos tardarán muchos años en llegar a la población.

Desde octubre de 2014 comenzaron a salir en avión hacia Ecuador, país que no les exigía visa. Entraban a Colombia, desde Tulcán, atravesando el río Carchi hasta Ipiales. Ahí comenzaban su tortuosa relación con los coyotes: travesías a pie, a caballo, en bus, en camiones cargados también con mercancías, frutas o verduras, evadiendo retenes y  controles para llegar a Pasto, Cali, Medellín y de ahí Turbo para llegar por el Darién a Panamá.

A partir de enero de 2016 Ecuador restableció la visa lo cual desplazó el tráfico hacia Guyana, otro país que no les exige visa y desde donde comenzaron a migrar este año masivamente hacia Colombia por Venezuela, a través de las mismas rutas por donde huyen desde hace varios años, integrantes de las misiones militares médicas y técnicas al servicio del chavismo.   

Como en la aterradora migración de centroamericanos hacia USA en el tren “La Bestia” de México, muchos han muerto en accidentes o asesinados por los coyotes. En sus testimonios a medios de Estados Unidos al final de la aventura varios refugiados han contado  esas y otras  vicisitudes y sacrificios a lo largo de la travesía y detallan múltiples  abusos de los traficantes y de la policía a lo largo de su viaje por Colombia. Denuncian que en el paso a Centroamérica algunos fueron obligados a transportar droga.  Y causó especial conmoción la historia reciente de una pareja que en el borrascoso paso desde Urabá hasta La Miel, en Panamá,  a bordo de una pequeña embarcación, perdieron a su pequeño hijo y al llegar a tierra se ahorcaron.

El tráfico masivo de cubanos por 8 países, que fluyó sin muchas dificultades durante más de un año, comenzó a tener problemas en noviembre de 2015 cuando atendiendo un pedido del gobierno de Castro Nicaragua les cerró su frontera Luego lo hizo Costa Rica. Y en el último mes de mayo también Panamá, un viraje sorprendente de conducta porque era uno de los pocos países de la ruta con gobierno amigable, que llegó a transportar cubanos en embarcaciones y aviones oficiales. Después de permanecer varias semanas en precarios refugios, con el apoyo de sus familiares en Estados Unidos muchos están resolviendo sus dificultades viajando desde esos países hacia México en avión. A diferencia de lo que hacen con salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, ese país les ha facilitado desde el comienzo el tránsito a Estados Unidos.  

Muy poco han dicho sobre esta enorme y grave crisis humanitaria, similar con sus historias de éxito y fracaso, de opresión, injusticia, sufrimiento y muerte a la de los refugiados sirios en Europa o a la de los africanos en el estrecho de Lampedusa, nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores, Migración Colombia, ni la Policía Nacional. Los centenares de cubanos que ahora están varados en nuestro golfo de Urabá, en Sapzurro, Capurganá, Acandí y Turbo, ponen al descubierto el secretismo y esa rara  conducta  del gobierno y del estado de nuestro país frente a la crisis, pero posiblemente los obligue, como ocurrió en los países centroamericanos, a tomar acciones rápidas para que sigan su travesía. Sería muy importante que además de ello desplegaran una operación policial y judicial de envergadura para desarticular las organizaciones criminales que crearon este infame tráfico de personas en gran escala –sin antecedentes en Colombia-  y para que reciban el castigo correspondiente a sus delitos. Soñar no cuesta nada.

@germanmanga

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