OPINIÓN ONLINE
Mussolini en la Universidad de los Andes
El despido de la profesora Carolina Sanín por sus opiniones contra la Universidad de los Andes y contra su rector, constituye un grave atentado contra el pluralismo, la tolerancia y el respeto por las ideas, fundamentos de la academia.
El inmortal escritor alemán Herman Hesse decía que las personas con valor y con carácter resultan siempre incómodas e inquietantes para los demás.
En una incomprensible y escandalosa manifestación de soberbia y autoritarismo de sus actuales directivas, la Universidad de los Andes despidió esta semana a la prestigiosa escritora Carolina Sanín, profesora, PHD en literatura española y portuguesa de la Universidad de Yale, con desempeño y trayectoria académica sobresalientes, porque cuestionó públicamente la gestión del rector Pablo Navas Sanz de Santamaría.
Según lo confirma el propio comunicado de la universidad sobre el caso, Carolina Sanín cayó en la hoguera de la inquisición por haber dicho que deplora en lo que se ha convertido los Andes: “Por mera codicia, admite cada año más estudiantes y, con la ganancia de las matrículas, apila cada año un nuevo edificio sobre otro, en la misma área. El hacinamiento en el que se vive en la universidad llega a ser grave. Si cada vez se parece más a una cárcel, ¿por qué nos extraña que cada vez críe a más delincuentes?”.
También por lanzar criticas al programa gubernamental “Ser Pilo Paga” mediante el cual el gobierno transfiere partidas multimillonarias de dineros públicos a universidades de elite para matricular estudiantes sobresalientes que no tienen recursos económicos: “Que no se vulnere la dignidad del estudiante monetarizando y prostituyendo su educación con el nombre de esas becas. Pues nadie debe ser pilo porque eso pague” dijo.
El episodio tuvo dos ingredientes adicionales que elevan su complejidad. Se originó en áreas sépticas de las redes sociales, desde un grupo Faceboook de miles de uniandinos ‘Cursos y Chompos Ásperos Reloaded’ donde publicaron en un meme una tajada de pizza, unas papas fritas, un frasco de Nutella y la foto de Carolina Sanín, seguido de la frase “cosas que me quiero comer en 2016”, provocación a la cual la escritora respondió con su estilo, directo y fuerte y el uso de algunas expresiones que, sin duda, nunca serían de buen recibo ni en Yale ni en los Andes.
Fue deplorable la respuesta y el manejo –policíaco y no académico- que el rector Navas y sus colaboradores dieron desde el comienzo a esta crisis, que contiene importantes elementos de interés y proyección educativa –la proliferación de trolls en las aulas, la profesora que rompe los esquemas de pasividad dulzura y sumisión, las críticas al sistema-. Para ellos fue un tema disciplinario que atendieron a través de un proceso represivo, oscuro y quizás ilegal.
Era en la Italia de Mussolini donde los profesores debían firmar pactos de lealtad incondicional con el sistema. Entre nosotros el tema crucial del debate es si es ético y aceptable que se reprima a una profesora por cuestionar a la Universidad sin dar siquiera el debate de lo que dijo: qué representa para Los Andes y para el país la obsesión por el lucro de algunas universidades, el frenesí por formar a los triunfadores del sistema, si Ser Pilo Paga es otra forma de captura del estado o si sus recursos estarían mejor invertidos en fortalecer a la universidad pública en bien de muchos y no en crear el espejismo de la igualdad becando a unos pocos estudiantes de los estratos populares.
En La Ilustración y por qué sigue siendo importante para nosotros, Pagden dice que, por lo general, los profesores universitarios son y han sido reaccionarios, por lo cual “los cambios en los sistemas de conocimiento raras veces proceden del mundo académico”. Son fundamentales la presencia y la acción de educadores como Carolina Sanín, gente crítica e inconforme que cuestione que la universidad caiga al servicio de poderes como el gobierno o las élites.
Desafortunada y miope también la respuesta del rector al tema de la violencia en las redes. La universidad de Los Andes tuvo un papel crucial en introducir Internet en Colombia y tiene conocimiento y autoridad de sobra para promover pensamiento y reflexión en la sociedad acerca de ese grave tema y de los retos éticos y legales que plantean las nuevas tecnologías en el sistema educativo y en todos los ámbitos. No lo hicieron, lo cual es tan reprochable como su cobarde silencio e inactividad ante las agresiones de que fuera objeto la profesora.
Carolina Sanín es vista por muchos como grosera e insolente pero ni sus enemigos desconocen que es una mujer con formación, que su obra es sólida y respetable y que su prestigio como académica es inmenso. En defensa de sus convicciones ha sostenido grandes debates con otros escritores y personajes lo cual no es atípico ni alarmante en nuestro país donde tantos envenenan el discurso público: Fernando Vallejo, Paloma Valencia, Claudia López, Piedad Córdoba, por citar algunos. En el mundo cotidiano cargan con el peso y con las consecuencias de enfrentar las familias de adeptos y de enemigos que les dejan sus discursos. Pero en la academia es otra cosa. En una universidad, como los Andes o cualquiera otra, deberían tener siempre espacios abiertos e interlocutores inteligentes y serenos, para opinar, para debatir, para controvertir sin retaliaciones, ni venganzas, ni presiones indebidas.
La Universidad es el escenario natural de los debates, de la crítica y como tal el hogar de los rebeldes y de los iconoclastas. Navas y su gente harían bien en releer a quienes así lo enseñaron, John Henry Newman, Clark Kerr, Jaroslav Pelikan, Ortega y Gasset, entre muchos otros.
El despido de Carolina Sanín es un tema que nos afecta a todos. Aplaudirlo o aceptarlo equivale a permitir que el gobierno o los rectores impongan a los docentes límites acerca de lo que pueden pensar y decir, algo inadmisible en un país en donde constitucionalmente se garantiza a toda persona la libertad de expresar su pensamiento y sus opiniones. Por eso, si quisieran cumplir realmente con su deber, los integrantes del Consejo Superior de la Universidad de los Andes no solo deberían invalidar el atropello y ofrecer disculpas a Carolina Sanín. También deberían destituir en forma inmediata a quienes promovieron esta acción infame e injustificable, por incumplir el legado de los fundadores: “La Universidad de los Andes es una institución autónoma, independiente e innovadora que propicia el pluralismo, la tolerancia y el respeto de las ideas”.